
Descripción de Mi hermana es una cerda 3h5c4b
https://bellaperrix.com ❤️ Mi hermana Sofía está más salida que el pitorro de un botijo. Ante la visita del hijo de unos amigos de mis padres, adoptó una actitud de zorra que no me podría haber imaginado de ella... La muy guarra propició que el chaval la pillara haciéndose un dedazo, luego deja que le afeite el coño y... bueno, ya os podéis imaginar lo que sucedió a continuación 🔔 SÍGUEME y ACTIVA LA NOTIFICACIÓN para recibir mis relatos eróticos. 🔔 Un nuevo relato erótico cada LUNES!. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/1795339 t6ap
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Pascual vino a pasar una semana a nuestra casa de campo.
Es el hijo de unos viejos amigos de la familia
y casi, casi le consideramos como un primo lejano.
Hacía ya cinco años que no le veíamos
y cuando se presentó descubrimos que había cambiado.
Estaba más delgado, más atlético y mucho más guapo.
No cabe duda que el tipo ahora tenía un buen revolcón
y que mi hermana Sofía se puso a cien al verle.
Nunca le había prestado demasiada atención
pero al comprobar que ya no era el muchacho de antes,
rechoncho y con la frente repleta de acné,
se pegó a él como una cola de impacto.
No le dejaba solo ni en sol ni en sombra
y hacía como que escuchaba todo lo que él le contaba.
Seguro que no se enteraba de nada
y tenía la cabeza en otro lado
pensando en su torso desnudo,
si sus glúteos serían apretados y musculosos,
si tendría poco vello en el cuerpo
y si su miembro era grande o pequeño.
Mi hermana se pasaba horas y horas
dando rienda suelta a su imaginación
y calentando los motores.
Iba tan excitada que debía de masturbarse
un par de veces al día.
Se moría de ganas de comérselo a besos
pero no sabía cómo propiciar la situación.
Ella se lo ponía fácil
pero él no se daba por aludido.
Lo intentó todo.
No hubo manera.
Yo hubiera sido mucho más directa
y me hubiera lanzado sobre él,
pero Sofía es un poco antigua
y prefiere que el hombre lleve la iniciativa,
aunque sea la mujer la que en definitiva
se cruce en su camino y se pone a tiro.
La suerte del destino o la casualidad
iban a ponerle a Pascual en bandeja de plata.
Era un martes muy de mañana
y todavía no había amanecido.
El invitado acababa de levantarse de la cama
cuando entró en el aseo
y se encontró allí sentada con las piernas abiertas
y masturbándose a mi hermana.
Sí, no había puesto el pestillo
y él abrió la puerta sin llamar antes.
Menuda sorpresa.
Se quedó pálido como un muñeco de cera
y con los ojos bien abiertos.
Casi casi los tenía fuera de las cuencas.
No perdía de vista el sexo de Sofía.
Aquel chichi rubio muy peludo le dejó embobado.
Ella, en lugar de taparse o reprocharle su visita,
fue introduciéndose los dedos en la raja muy despacio
y con mucha lascivia
para que él pudiera percatarse de una vez por todas
que podía hacer con ella lo que le pareciera.
Pascual era tímido y un poco parado,
pero para nada inocente.
Mi hermana descubrió muy pronto
que le chiflaban los conejos,
pero al cero, es decir, bien afeitados.
Ni un solo pelo, lo que se dice, rasurados.
Cuando él entró en el baño,
mi hermana pensó que iba a por ella.
Sin embargo, pasó de largo y se dirigió hacia el botiquín.
Lo abrió, cogió un bote de espuma y una maquinilla
y preguntó en voz alta
¿Me dejas que te lo afeite?
Sofía, que no se lo esperaba, se quedó muda.
No abrió la boca
ni tan solo hizo un gesto de sentimiento con la cabeza.
Como quien calla otorga,
Pascual dio por sentado que estaba conforme,
por lo que se arrodilló frente a la taza del váter
donde permanecía sentada, agitó el bote
y esparció la espuma por el pubis,
procurando no dejar ni un solo pelo rubio sin cubrir.
Las cuchillas fueron pasándose por aquella zona,
cortando de raíz el vello.
Su mano iba de arriba abajo con mucho cuidado.
Sentía a un jardinero arrancando la maleza del campo del césped.
Cuando la cuchilla se deslizaba por la piel,
cubierta de espuma
que rodeaba los labios mayores y los menores,
a Sofía se le aceleraba el corazón.
Se estaba poniendo muy pero que muy cachonda.
El rasurado fue perfecto,
tan apurado como el de un anuncio de loción de afeitar.
Sin aquella pelambrera entre las piernas,
ella tenía un aspecto mucho más virginal e inocente.
Quizá Pascual fuera realmente un pervertido,
de aquellos que se excitan con las quinceañeras.
No era así.
Lo que a él le iba era la gastronomía.
Su paladar le perdía,
y los coños se la sacaban.
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