
Descripción de Me hicieron un folleteo terapéutico 6a3m14
No podía imaginarme que esa mañana, antes de ir al trabajo y durante mi habitual sesión de ejercicio haciendo footing por el parque, acabaría entre los brazos de dos jóvenes que se aprovecharon de mí tras sufrir una caída. Ellos se encargaron de curarme organizando un fantástico trío que todavía no he podido olvidar. https://bellaperrix.com ❤️ Escribo novelas eróticas. Y sí… ya sé lo que estás pensando: “Seguro que una chica que escribe esas cosas es un poco traviesa.” Pues tienes razón. Lo soy. Y me encanta serlo. Cada lunes te cuento una historia nueva, de esas que suben mucho la temperatura. 🔔 Sígueme en iVoox y activa las notificaciones para no perderte NADA. 🔔 Un relato erótico cada LUNES. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/1795339 3j533
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Me mantengo en forma, haciendo gimnasia sueca, en un gimnasio de barrio, y corriendo una hora cada mañana antes de ir al trabajo. Un sábado, mientras trotaba por un frondoso parque que hay a dos calles de mi casa, tropecé con una piedra, me torcí el tobillo y caí rodando por el suelo. Afortunadamente, un par de jóvenes que presenciaron el accidente se apresuraron a socorrerme. Me subieron al coche y me acompañaron a casa. Querían llamar al médico de urgencias, pero yo les comenté que no hacía falta, que con un poco de alimento, hielo y reposo estaría como nueva. Uno de aquellos dos socorristas, Ricardo, tenía algunas nociones de primeros auxilios. Me quitó la zapatilla deportiva, el calcetín y puso su mano sobre el pie para proporcionarme un masaje muy satisfactorio. Aquella mano no se conformó con el pie, subió por mi pantorrilla y se detuvo en el muslo. Para ser un perfecto desconocido se tomaba muchas confianzas. Tomás, su amigo, tampoco se quedaba corto y al ver a Ricardo tan seguro de sí mismo, se puso detrás de mí para apoyar sus pulgares sobre mis vértebras de la zona del cuello.
Aquel tipo también daba buenos masajes y entre ambos me pusieron a tono. Estos vibrones sabían dónde tocar para que una pierda los papeles. Me puse tan cachonda que separé las piernas por si querían subir un poquito más hacia arriba. Ricardo se percató de lo excitada que ya estaba y empezó a palpar la pierna hasta llegar a la costura de mis pantalones cortos. Luego introdujo la mano y llegó hasta las bragas, y una vez allí siguió hasta dar con mi sexo. Los tres teníamos ganas de pasarlo bien, por lo que no tardamos demasiado en desnudarlos por completo. Los penes de estos dos tipos estaban en pie de guerra, dispuestos a llegar a donde hiciese falta. Yo, que ya tenía ganas de saborearlos, los agarré con la mano y los acerqué a la boca para tragármelos por tiempos hasta la base. Empecé por la de Ricardo, que sin duda era la más larga y gruesa. Luego seguí con la de Tomás, que poco a poco se puso tan dura que parecía que iba a estallar.
Cuando volví a por la de Ricardo, Tomás no quiso esperar su turno y me la clavó en plena diana. Lo hizo muy lentamente, poco a poco, como si esperara que dijera que no. En principio no me parecía bien que me penetrara sin consultarme, pero dado lo mojada que ya estaba, no me negué a ello, y puesto que el chico se la había enfundado en un condón, no le impedí que siguiera. Me encantaba tenerla allí dentro, entrando y saliendo, mientras la espunta rozaba las paredes de la vagina. Ambos tipos eran lo suficientemente atractivos como para rendirse a sus encantos y dejarles hacer. A todas nos gusta follar, aunque nos hagamos de rogar. Los compañeros de trabajo son bastante sosos. Los del gimnasio, que están macizos, ya tienen pareja. Lo de las citas a ciegas no va conmigo, y aunque mis amigas insisten en presentarme a sus amigos, lo cierto es que si ellas no les lanzaron el anzuelo es porque son sosos y algo feos. Yo, por el contrario, soy bastante atractiva, pero mi timidez y las pocas ganas que tengo siempre de salir por la noche para conocer solteros pueden con mi apetito sexual.
Quizá el destino quiso que tropezara aquella mañana delante de aquellos dos fulanos. De todos modos, Ricardo y Tomás se las ingeniaron muy bien para llevarme al huerto. La pareja de sementales se compenetraba incluso durante el coito, pues cuando uno de ellos se cansaba y su pene perdía rigidez, por el continuo mete y saca, el otro ya estaba a punto, con el miembro bien tieso e impaciente por entrar de nuevo en la guarida para sustituir a su amigo. Supongo que aquellos tipos sabían lo que se hacían. Lo digo porque no tengo demasiada experiencia en lo concerniente al sexo, aunque esa mañana me hubiera dejado llevar. Yo no soy del tipo de mujeres que van con el primero que conocen. Ricardo y Tomás eran bastante educados y no quisieron llevar a cabo ninguna práctica sexual que se saliera de lo corriente, como el coito anal o una penetración doble. Ellos no se atrevieron a pedírmelo. De haberlo hecho yo no me hubiera podido negar. De todos modos, apenas nos conocíamos y puede que nos faltara ese poquito.
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