
Descripción de En esta casa no se habla de dinero 445m1t
Bienvenidas/os al "Chapter 16". A veces Recalcular Ruta significa más que ver las cosas desde otra perspectiva, a veces significa dar un paso hacia la abundancia y la prosperidad. ¿Qué te parece si esta semana nos libramos de un sesgo juntas/os? Sed felices @recalculando_ruta_podcast 514h48
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
¡Buenos días! Mi nombre es Vici Rodríguez y esto es Recalculando Ruta.
¡Bienvenidas y bienvenidos! Como siempre, estoy encantada de poder conectar contigo con este podcast, donde, como sabes, analizamos los giros inesperados de la vida, nos reímos de nuestras propias barreras mentales y le damos la vuelta a esos dogmas que nos han incrustado en el cerebro.
El tema de hoy va precisamente sobre eso, un dogma bien arraigado.
Hoy vamos a hablar de algo que en muchas casas era un tabú, el dinero.
Querido oyente, si naciste en los 70, 80 o 90, es probable que hayas escuchado alguna vez en casa la mítica frase que en esta casa no se habla de dinero, o su variante pasivo-agresiva, el dinero no da la felicidad. Pero oye, bien que nos preocupaba no tenerlo.
Nuestros padres, en su mayoría, vivieron la precariedad. Muchos de ellos llegaron a Madrid u otras ciudades huyendo de un futuro incierto en sus pueblos.
Los míos, en cuestión, emigraron desde Extremadura.
Una desde Cáceres y el otro desde Badajoz. Sí, por mi sangre corre la buena comida, el vino de pitarra y los placeres sencillos como mirar embobada al campo, disfrutar de la fruta y la verdura recién cogida y las reuniones ruidosas e increíblemente divertidas con toda la familia alrededor de la limonada.
Ellos trabajaron duro, ahorraron lo que pudieron y, sobre todo, nos transmitieron la idea de que el dinero era algo de lo que mejor no hablamos. Porque hablar de dinero era vulgar, peligroso por si se enteraban las vecinas o, peor aún, innecesario. Esto nos llevó a crecer con una relación muy extraña con las finanzas.
Pedías ir a Disneyland y la respuesta era siempre la misma. Eso es muy caro, pero nunca te explicaban si era realmente imposible o si simplemente no querían gastar el dinero en eso. Pasaba lo mismo cuando querías unas zapatillas de marca. ¡Esas son carísimas! Estas son iguales y valen la mitad. Nos enseñaban a diferenciar lo caro de lo barato.
Eso sí que lo aprendimos bien, pero nunca nos explicaban qué pasaba con el dinero que no se gastaba. Sabíamos que había que ahorrar, pero no para qué. ¿Para emergencias? ¿Para el futuro? ¿Para que nunca nos faltara? ¿Ahorrar por ahorrar porque es lo que hay que hacer? No sé vosotros, pero yo no entendía nada.
Además, se cuidaba mucho de lo que hablaban delante mío, porque claro, era una niña, y podía, inocentemente, meter la pata en un entorno social. Así que mi realidad era la de que todo lo que sale por la tele es caro, que buscamos alternativas más baratas porque no necesitaba más y que eso era lo correcto.
Ok, si no digo que no, ¿pero entonces qué somos? ¿Un Casio? ¿Un Lotus? ¿Un Rolex? Ni idea, reina. Nos metieron en la cabeza que debíamos estudiar, encontrar un buen trabajo y ahorrar para imprevistos, pero nadie nos habló de inversiones, de rentabilidad, de libertad financiera. Nuestra generación creció sin saber gestionar el dinero.
¿Aprendimos a ahorrar? Sí, ¿pero no a hacer que el dinero trabajara para nosotros? ¡Wait! ¿Que el dinero trabaja? Sí, y casi me caigo de la silla el día que me enteré. Sigo. La consecuencia es que muchos de nosotros llegamos a la adultez siendo analfabetos financieros. Sabemos sobrevivir, pero cuando nos hablan de fondos indexados, planes de pensiones o incluso simplemente presupuestar nuestros gastos, nos da urticaria. A esto vamos a sumarle el miedo. Nos han hecho creer que hablar de dinero es peligroso, que invertir es difícil, que si no eres economista, mejor ni te acerques a esos temas. Y eso nos paraliza. Queremos aprender.
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