El Poder 1b6y70

¡Buenos días! Mi nombre es Bessie Rodríguez y esto es Recalculando Ruta. Bienvenidas y bienvenidos al podcast donde hablamos sin filtro, sin poses y a veces sin un plan claro, como hoy. La verdad es que esta semana me ha costado mucho decidir sobre qué quería hablar. Han pasado demasiadas cosas y no conseguía unarlas todas o decidir cuál me movía más, porque así es la vida, llena de desvíos inesperados, giros absurdos y esas gloriosas decisiones que a veces nos hacen gritar ¿pero por qué dije que sí a esto? Aquí hablamos de cambios, de frustraciones, de emociones sin maquillaje y de cómo navegamos las curvas de la vida con más intuición que el GPS.

Porque seamos honestos, hay días que ni el mismísimo Google Maps sabe cuál es la mejor ruta y por eso aquí estamos, recalculando. Pensar en que pase lo que pase y reciba las noticias que reciba, puedo recalcular, ha sido un auténtico salvavidas esta semana. Cuando las cosas no salen como quieres o recibes noticias inesperadas y no precisamente célebres, las cosas cambian inevitablemente. Cambian cosas pequeñas pero vitales, el cómo te miras al espejo, cambian incluso los colores. No, en realidad solo ha cambiado algo en tu interior.

Pensé en hablar sobre los cambios que no nos aportan felicidad, los no deseados. Sin embargo, con el paso de los días la perspectiva cambió. Una experta recalculadora de ruta como yo, vio un desvío claro en su GPS. Tome la siguiente salida a la derecha, hacia el poder.

Y de eso es de lo que quiero hablarte hoy, de el poder. Ese poder que muchas veces ignoramos, negamos o directamente le regalamos a otros. El poder de decidir, de actuar, de cambiar. El poder de decir, tú no eliges mi vida, tú no determinas mi futuro, de eso me encargo solo yo, yo puedo. Vivimos en una sociedad que nos ha convencido de que perder es lo habitual, que si ganas sospecha, que si te va bien algo raro estás haciendo.

Desde pequeños nos repiten que la vida es dura, que hay que sacrificarse, que hay que agachar la cabeza y conformarse con lo que hay. ¿Te suena verdad? Frases como más vale malo conocido que bueno por conocer, o no se puede tener todo en la vida, o soñar es para los ingenuos. Y una de mis favoritas, la vida es injusta.

Bueno, vale, quizá la vida no sea del todo justa, pero ¿y si no se trata de justicia, sino de perspectiva? ¿Y si perder no es lo natural, sino lo aprendido? ¿Y si hemos adoptado la idea de que luchar por lo que queremos es una especie de acto rebelde, casi antisistema? Porque claro, si todos a tu alrededor están resignados, ¿quién eres tú para ir por ahí creyendo que puedes crear y disfrutar de una vida plena y feliz a tu manera? Las creencias que tenemos sobre lo que es posible para nosotros no suelen ser nuestras, son un combo entre lo que nos dijeron nuestros padres, lo que vimos en el barrio, lo que aprendimos en la escuela y, sobre todo, lo que escuchamos una y otra vez de la boca de otros adultos resignados a una vida que no eligieron, pero que aprendieron a sobrevivir.

Y eso al final se convierte en sentencia. Creemos que no valemos, creemos que no podemos, creemos que eso es para otros. Es como si viviéramos con un software instalado de fábrica que nos limita y que nadie nos enseña a actualizar. Hoy vengo a decirte, a insistir en que tú puedes cambiar ese software, pero primero tienes que darte cuenta, tienes que aceptar que lo estás usando.

El problema no es lo que pasa afuera, sino lo que crees adentro. ¿Hasta qué punto tu vida actual es un reflejo de lo que crees merecer? Por ejemplo, imagina que estás viviendo algo nuevo o estás lidiando con algo que todo el mundo habla de lo duro que es. ¿Hasta qué punto estás viviendo exactamente lo que te han contado los demás? ¿Hasta qué punto vives viviendo exactamente lo que te han contado los demás?