Guerra Biológica: el Enemigo Invisible 614565

En el año 1346, durante un conflicto entre el imperio mongol y la colonia genovesa de Kafa, en la actual Feodosia, en Ucrania, tuvo lugar un evento que muchos historiadores consideran como el primer caso documentado de guerra biológica. Los mongoles sitiaron la ciudad con la intención de expulsar a los comerciantes genoveses y controlar la región.

El asedio fue brutal y prolongado, pero algo inesperado complicó los planes de los mongoles. Su ejército fue devastado por un brote de peste bubónica. A medida que las filas del ejército mongol se reducían por la peste, su líder, Janíbek Khan, gobernante del Khanato de la Horda de Oro, ideó una estrategia tan novedosa como aterradora para utilizar la tragedia a su favor.

Los mongoles comenzaron a catapultar los cadáveres infectados de sus soldados muertos, al interior de las murallas de Kafa. Los utilizaron igual que proyectiles, proyectiles cargados con el arma más potente que tenían a mano y una de las más potentes de la historia, la peste negra. Dentro de las murallas, aquellos cadáveres en avanzado estado de descomposición consiguieron contaminar el aire y los suministros de agua de los genoveses, causando que el pánico y la propia enfermedad se esparciesen por él. Los genoveses resistieron el asedio y eventualmente lograron escapar en barcos, pero llevaron consigo algo más que sus propias vidas, las ratas infestadas, con pulgas portadoras de la peste negra. Pero esa es otra historia.

Bienvenidos a Soles Lejanos 2.0. Les habla David Minayo desde el lado biológico de las ondas. Hoy me acompaña el grandísimo poeta, profesor y licenciado en Historia Julián Borao, y juntos vamos a abordar de la mejor manera posible uno de los temas más terroríficos a los que podemos enfrentarnos en la actualidad.

La historia que acabo de resumirles es uno de los más famosos y documentados ejemplos conocidos de guerra bacteriológica en nuestra historia. Un oscuro capítulo del extenso libro de la humanidad que muestra cómo los virus y las bacterias han sido utilizados como arma arrojadiza, nunca mejor dicho, desde tiempos inmemoriales.

Pero hasta dónde puede llegar la creatividad humana en su afán por destruir al enemigo. Hoy vamos a adentrarnos en el fascinante y aterrador mundo de la guerra bacteriológica. Vamos a explorar sus orígenes, sus usos a lo largo de la historia y las implicaciones éticas y políticas de estas armas tan invisibles como devastadoras. Pónganse cómodos, pero no demasiado, y sean ustedes bienvenidos al mundo de las armas biológicas del siglo XXI, donde un simple tubo de ensayo puede ser mucho más peligroso, mucho más devastador que un arsenal de misiles.

Como siempre, comenzamos. Podemos decir que la guerra nunca ha sido tan solo cuestión de balas y de bombas. Existe un enemigo mucho más silencioso y letal que se propaga sin hacer el más mínimo ruido y que destruye a todo el que alcanza sin ningún tipo de discriminación. Se trata de las armas biológicas.

Imagine una contienda militar en la que su enemigo no es un soldado que carga a sus espaldas un fusil, sino un virus microscópico que no distingue entre combatientes y civiles, y que puede acabar con poblaciones enteras con la misma facilidad con la que un susurro atraviesa de lado a lado la superficie completa de una habitación.

Ahí estarán de acuerdo conmigo, la cosa cambia drásticamente, porque luchar contra aquello que no se ve es mucho más difícil. Y el enemigo puede estar dentro de nosotros mismos, tomando posiciones, invadiéndonos sin compasión, atenazando nuestros órganos vitales en el mayor de los silencios, y ni siquiera nosotros.