El hombre que Bailaba con un Cadáver: Carl Tanzler 5w1s3t

La casa está en penumbra. Un olor denso, dulzón y rancio impregna el aire mezclado con el perfume barato que alguien ha intentado usar para encubrirlo. Los muebles están cubiertos de polvo y parecen haberse congelado en el tiempo.

Los policías avanzan con cautela siguiendo las indicaciones de la hermana de Helena de Hoyos. En el centro de la habitación se topan con una figura solitaria, un hombre de cabello blanco y ojos hundidos, vestido con un gastado traje que permanece inmóvil, con el rostro manchado por una tétrica expresión carente de sentimientos. Ese rostro hierático contrasta con el gesto de terror de los policías, pero no es él quien les aterra, no es él quien les roba el aliento.

Sobre la cama, iluminado por la tenue luz de una lámpara de aceite, yace el cuerpo frío de una mujer. Su piel tiene un brillo ceroso, como si estuviera hecha de porcelana. Sus ojos, vidriosos y sin vida, miran al vacío enmarcados por una melena oscura que aquel hombre ha tejido con su propio cabello. Sus labios, cosidos con hilos finos, dibujan una sonrisa grotesca e inolvidable. Uno de los agentes se lleva la mano a la boca para evitar el vómito.

Aquel cadáver ha sido restaurado, embalsamado y convertido en una escultura macabra que Karl Tanzler, el hombre que les mira fijamente en mitad de la habitación, ha moldeado con telas, alambres y yeso, aferrándose a un amor completamente obsesivo. Mana de Helena grita, grita con fuerza, grita con un horror inconmensurable, rompiendo el silencio que hasta ese momento inundaba la macabra e inolvidable escena. Karl Tanzler apenas se inmuta.

No la miren así, murmura. No está muerta. Aún sueña conmigo.

Nada absoluto, en el rincón impredecible, en el error inconfesable, en la estadística confusa, y todo nosotros desconocemos.

Bienvenidos a Soles Lejanos 2.0. Les habla David Minayo desde el lado macabro de las ondas. El amor, según dicen, es lo más puro y lo más noble que existe dentro del ser humano. Nos da sentido, nos completa, pero ¿qué pasa cuando se convierte en una terrible obsesión? ¿Qué pasa cuando el amor deja de ser un sentimiento y se transforma en un delirio inquebrantable? Hoy vamos a adentrarnos en una de las historias más macabras que jamás hayan escuchado.

Una historia real, la de un supuesto médico que traspasó todos los límites conocidos de la ética para intentar vencer a la muerte y quedarse con la mujer a la que amaba. Hoy vamos a contarles la historia de Karl Tanzler. Karl Tanzler nació en 1877 en Dresde, Alemania. Fue un hombre de mente inquieta y ambiciones desbordadas que se crió en una familia común, pero que tenía una imaginación desbordante que, desde joven, le separó del mundo real.

Desde pequeño aseguraba haber tenido visiones en las que una misteriosa mujer de cabellera oscura y extrañas facciones se le aparecía y le hablaba desde las sombras. Con el tiempo Tanzler llegó así a afirmar que aquella aparición no era un simple sueño, sino su destino. La imagen de la mujer con la que estaba destinado a compartir su vida. Su camino le llevó a recorrer el mundo. Se consideraba a sí mismo un aventurero, un hombre de ciencia y un explorador.

Le contaba a todo el mundo que había trabajado como ingeniero en la India, viajado a Australia e incluso que había construido una embarcación capaz de resistir las peores tormentas. Pero nada de esto podía comprobarse. Lo que sí es cierto es que en algún punto de su vida se casó y tuvo hijos en Alemania. Sin embargo, la rutina del matrimonio no era suficiente para un hombre que creía estudiar.