
Descripción de Capítulo 6 1n6a55
Trabajando con el hombre ideal - Capítulo 6 5g542u
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Capítulo 5. Dylan sabía que la noche terminaría en desastre, pero siguió adelante sin pensar en las consecuencias. Desde que vio a Sam con aquellos pantalones negros y el top escotado, su instinto de hombre primitivo había despertado, y lo único que deseaba era llevarla a su habitación y hacerle el amor durante toda la noche. Ridículo, en realidad, porque nunca había sentido ese deseo con otra mujer.
Sí, había salido con muchas chicas, pero todas sus relaciones se agriaban cuando ellas le mostraban lo que eran en realidad. Nunca habían estado realmente interesadas en él, la mayor atracción era conseguir la fortuna de los Harmon. Desde el último desastre, tres años antes, había jurado evitar a las mujeres que mentían para conseguir su dinero.
Quizá eso explicaba su atracción por Sam. Ella era un cambio, algo refrescante, totalmente diferente a las mujeres artificiales que se habían cruzado en su camino hasta entonces. Desde los rizos rubios naturales a su sentido del humor. Sam le tomaba el pelo y lo retaba con una franqueza que lo hacía desear más. Mucho más. ¿Y qué había hecho? Lo que había jurado no volver a hacer, besarla.
Corrección, devorar su boca hasta que los dos se quedaron sin aliento y en peligro de caer al helado río Yarra. Y, en lugar de reconvenirlo, ella había tenido la audacia de reírse. No te rías, no tiene gracia, la regañó Dylan intentando no reírse tan bien él. Pero Sam no podía parar de reír, llamando la atención de otras parejas que paseaban por el río en góndola.
Sam. Ella lo miró, con esos ojos verdes que lo habían hechizado desde el primer día.
Es la primera vez que me llamas así. Había conseguido apartarse de sus brazos para poner la mayor distancia posible entre ellos, tarea nada fácil dado el tamaño de la góndola.
¿Qué? Sam. Me has llamado Sam. Normalmente me llamas Samantha, con ese acento tuyo tan estirado. Yo no soy estirado. Sí lo eres. No lo soy. Ella sonrió, la luz de la luna hacía que sus dientes pareciesen blanquísimos. Pero, bueno, ¿quién habría pensado que el gran Dylan Harmon acabaría regañando como un niño? Debe de ser influencia tuya, contestó él, sacándole la lengua.
Todo había empezado inocentemente, con ella riendo y él regañándola porque al hacerlo movía la góndola. Pero Sam siguió moviéndose hasta que Dylan pensó que iban a acabar en el agua. De modo que hizo lo primero que se le ocurrió, la tomó entre sus brazos. Pero no había contado con que ella levantase la cara, con aquella sonrisa tan tentadora. Fue entonces cuando perdió la cabeza, entonces cuando la besó sin pensar en las consecuencias.
Su respuesta, sorprendentemente ardorosa, solo había servido para aumentar su deseo y se habían besado como dos adolescentes, apartándose solo para buscar aire. De hecho, Dylan habría hecho algo más si las sacudidas de la barca no lo hubieran devuelto a la realidad de la situación. Si el sentido común no podía poner fin a aquel ataque de pasión, quizá un chapuzón en el yarra lo haría. ¿Y qué había hecho ella? Reírse.
Se reía con unas carcajadas contagiosas. Y él había querido mantener las distancias con su empleada. Se había metido en un lío, Del, que no sabía cómo salir. Afortunadamente, Sam parecía tener más sentido común que él en aquel momento. A riesgo de hacer olas, ¿qué tal ese café del que hablamos antes? Sonrió Sam. Suena bien. Creo que ya hemos hecho suficientes olas por una noche.
Aguafiestas, murmuró ella mientras lo observaba maniobrar de vuelta al puerto. Creía que solo había góndolas en Venecia y le alegró saber que el paseo por el yarra incluía un viaje en una de esas barcas, hasta que descubrió lo estrechas que eran. Si le había costado trabajo controlar su imaginación durante la cena, en aquella góndola diminuta, con el musculoso cuerpo masculino pegado al suyo, tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para no hacer algo de lo que se arrepentiría después. ¿Y qué había hecho? Comportarse como una cría, esperando que las bromas la distrajeran del deseo de echarse en sus brazos.
Pero le había salido mal porque había acabado justo donde no quería. La experiencia no fue nada desagradable, todo lo contrario. Si el primer beso le había parecido una experiencia emocionante, aquel había sido tremendo. Dylan Harmon sabía besar. Conseguía encenderla de tal modo que se olvidaba de lo que era ahora.
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