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Trabajando con el hombre ideal
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Capítulo 5

Capítulo 5 1e4g1h

28/5/2025 · 13:08
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Trabajando con el hombre ideal

Descripción de Capítulo 5 5c483i

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Capítulo 4. Dylan sabía que no debería haberla besado. Aparte de ser algo completamente poco profesional, irracional e inexplicable, consiguió no poder dormir en toda la semana.

Cada vez que cerraba los ojos, la provocativa imagen de Sam bailaba delante de él, con aquellos vaqueros tan gastados y esa camiseta que no le tapaba el ombligo. En cuanto la vio al lado de Monique, le costó trabajo apartar la mirada de aquel trozo de piel que parecía pedir a gritos que lo tocasen. ¿Y qué había hecho? Inventar una absurda excusa e ir a su habitación para besarla. No había sido buena idea, no. Pero claro, desde que Sam apareció en su vida, nada de lo que hacía tenía mucho sentido. Nunca había necesitado un ayudante personal, para empezar. Y sin embargo, Sam se había convertido en alguien imprescindible.

Prácticamente no hacía nada sin consultar con ella. ¿Desde cuándo necesitaba su ayuda? Había llevado el negocio familiar sin ayuda de nadie durante años y lo había hecho perfectamente. Sabía que su padre habría estado orgulloso de él, pero eso no aliviaba la carga, el deseo de probar que era el cabeza de familia. Desde que era pequeño, su padre le había inculcado la idea de lealtad, responsabilidad y la importancia de las obligaciones familiares. Y él no había olvidado una sola lección. De hecho, había vivido toda su vida respetando los valores de su padre y no lo lamentaba. Hasta ahora.

La presencia de Sam en su vida le había hecho descubrir un vacío que ni él mismo sabía que existiera. Aunque no podría ponerle nombre a lo que sentía, era como si hubiera vivido una vida entera y no hubiese sacado nada de ella. Una estupidez, considerando que era propietario de enormes terrenos en Australia. Sacudiendo la cabeza, Dylan se puso la chaqueta. No podía olvidarse de Sam, estaba claro.

La había invitado a hacer una visita por Melbourne y aunque le gustaría echarse atrás, no podía hacerlo. Le debía eso, al menos. Y su padre le había enseñado a pagar sus deudas. Sam se probó y se quitó varios vestidos antes de decidirse por unos pantalones negros y un top de color rubí bordado con lentejuelas. Normalmente no se ponía falda para la primera cita.

Primera cita. ¿De dónde había salido eso? Sam arrugó la nariz mientras se miraba al espejo. Aunque intentara negárselo, había estado esperando ese día con ilusión. Por mucho que intentara convencerse a sí misma de que no era más que un regalo de su jefe por su trabajo, no podía olvidar el beso de Dylan o cómo la había mirado desde entonces.

Y aunque hacía todo lo posible por concentrarse en los papeles, cada vez que lo miraba, olvidaba lo que estaba haciendo. Y ahora tenía que pasar toda la noche con él, sin la seguridad de un cuaderno o un bolígrafo, facturas. No habría forma de esconderse detrás del trabajo, de modo que tendría que hablar de cosas mundanas y quizá incluso soportar un interrogatorio sobre su vida privada. Y si Dylan volvía a sonreírle de esa forma o la miraba con sus ojos de color chocolate durante más de unos segundos, perdería la cabeza.

Poniéndose un poco de brillo en los labios, Sam rezaba para tener más fuerza de voluntad que la noche que fue a su habitación. Debería haberse apartado, haberle reconvenido por su comportamiento. En lugar de hacerlo, le devolvió el beso con todo el ardor de una gata en celo. Sólo le había faltado tumbarse en el suelo y ofrecerle la tripa para que la acariciase. Justo en ese momento sonó un golpecito en la puerta. Respirando profundamente, Sam abrió intentando aparentar una tranquilidad que no sentía.

—Hola. —Hola.

—¿Estás preparada? —Preparada, lista y ya.

Dylan sonrió y durante un horrible segundo Sam se preguntó si habría dicho eso en voz alta. Pero seguía mirándola, evidentemente esperando una respuesta.

—Sí, estoy preparada. Le delante consiguió decir, con el corazón acelerado.

—¿Delante? —¿Por qué te gusta el panorama? Ella se puso colorada. —No lo sé. No he mirado.

La risa de Dylan la siguió por el pasillo. —Por cierto, estás muy guapa, le dijo mientras abría la puerta del coche. Y desde aquí el panorama es sensacional.

Sam no contestó sabiendo que si hablaba diría algo como, tómame, soy tuya.

¿Dónde vamos? A cenar a South Bank, luego a dar un paseo por el Yarra y a tomar café en la terraza del Rialto.

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