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Trabajando con el hombre ideal
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Capítulo 3

Capítulo 3 682u47

28/5/2025 · 17:29
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Trabajando con el hombre ideal

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Capítulo 2 Sam paseaba por el despacho mientras esperaba a Dylan. No podía creer cómo reaccionaba estando con él, tonta, tonta, tonta, se regañó a sí misma. Sabía en lo que se metía cuando decidió solicitar aquel empleo. Después de todo, conocía los encantos de Dylan gracias a Ebony, cuya familia era amiga de los Harmon desde siempre. Ebony le había contado las excelencias de Dylan durante una hora, hasta que tuvo que taparse los oídos.

Si oía una palabra más sobre el rico, guapo, responsable, inteligente y cariñoso hombre que iba a ser su jefe, vomitaría. Sus encantos la dejarían fría porque estaba decidida a demostrarle algo a su familia. Y para eso tenía que concentrar todas sus energías en ser el mayordomo de Dylan Harmon. Afortunadamente, su amiga Ebony la había ayudado hasta el punto de dar unas referencias falsas cuando Liz Harmon llamó después de entrevistarla.

Ahora que estaba en la mansión de los Harmon, en la exclusiva zona residencial de Torak en Melbourne, debería estar encantada de la vida. Si pudiera aguantar allí tres meses, le demostraría a su familia de una vez por todas que ella era capaz de dirigir su propia vida, sin sus prehistóricas esperanzas de casarla con un millonario y producir herederos para continuar su aristocrático linaje. Aunque su título no significaba nada en Australia.

De hecho, la mayoría de sus antepasados rusos habían renegado de su apellido casi un siglo antes, pero su familia no. Ellos estaban decididos a resucitar el pasado y restaurar la gloria del apellido Popóz. Curiosamente, muchos historiadores estaban interesados también en los Popóz y por eso Sam tuvo el sentido común de cambiarse el apellido antes de solicitar el empleo. «Ya veo que no sabes obedecer órdenes».

Sam se sobresaltó al oír la voz de Dylan. «He llegado a mi hora. No he vuelto a entrar en su dormitorio y el desayuno está listo», contestó, señalando la mesa. «¿Qué más quiere?».

Él se sirvió una taza de café antes de sentarse frente al escritorio de Kaoba.

«¿No te había dicho que te quitaras el uniforme?». Sam frunció el ceño. «Me parece que sobre eso no nos habíamos puesto de acuerdo». «Tienes razón. No hemos terminado esa conversación, ¿verdad?», dijo él entonces con una sonrisa en los labios. Y Sam podría haber jurado que había un brillo de interés en sus ojos. «Genial». A pesar de la charla que se había dado a sí misma unos minutos antes, seguía teniendo ridículas fantasías sobre su jefe. Dylan Harmon podría elegir a cualquier mujer y ella pensaba que había captado su interés en menos de media hora. «Sí, seguro».

«Pensé que todos sus empleados llevaban uniforme», dijo intentando parecer humilde, algo que nunca se le había dado bien. ¿Cómo iba a aguantar más de una semana en aquel trabajo? No lo sabía. Por alguna razón, el hombre despertaba sus peores instintos. Le apetecía irritarlo, sacarlo de quicio. Él dejó la taza sobre el escritorio. «Mi ayudante personal, no». «Soy su mayordomo, no su ayudante personal». Sin embargo, la expresión «ayudante personal» despertaba todo tipo de vívidas imágenes de lo personal que podría ser con el guapísimo Dylan Harmon. «Acabo de ascenderte». «Si quieres, claro». Como si Sam pudiera rechazar un reto.

«Te han impresionado esta conmigo». Él negó con la cabeza. «He leído tu currículum y estoy intrigado. ¿Por qué una mujer con un título en económicas querría ser mayordomo? Y, sobre todo, ¿por qué querría trabajar para un hombre con fama de duro?». Sam respiró profundamente esperando que las mentiras que se veía obligada a contar no se le notasen en la cara. «Me gustan los retos.

Trabajar para alguien con tanta experiencia en el mundo de los negocios será interesante si decido entrar en ese campo». Esperaba que la respuesta hubiera satisfecho su curiosidad. «No serás una espía industrial, ¿verdad?». Ella dejó escapar un suspiro. «Su madre ha comprobado mis credenciales y supongo que ya habrá hablado con ella. ¿Usted qué cree?». «Creo que si eres la mitad de buena de lo que dice tu currículum, serás perfecta como ayudante personal. ¿Qué dices?». «Muy bien, Sam no era tonta. Ser la ayudante personal de Dylan Harmon sería mucho más interesante que ser su mayordomo. Y menos perjudicial. Después de todo, así no habría posibilidad de verlo medio desnudo». «Acepto. Gracias por darme esta oportunidad».

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