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Trabajando con el hombre ideal - Capítulo 14 d3s
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CAPÍTULO XIII. ESTÁS LOCA, SIN NINGUNA DUDA.
Sam miró a Ebony, sorprendida por la vehemente reacción de su amiga.
—Gracias por el voto de confianza. Desde luego sabes cómo hacer leña del árbol caído.
La boda y el banquete habían salido de maravilla, a pesar de que Sam tuvo que contener su deseo de ponerse a llorar. Ahora, mientras ayudaba a Ebony a quitarse el vestido de novia, por fin le había contado lo que pasó con Dylan. Con lo que no había contado era con la reacción de su amiga. —¿Cómo puedes ser tan tonta? ¿No te das cuenta de que está enamorado de ti? —Sí, seguro. Por eso clavó una rodilla en el suelo y me declaró su amor eterno —replicó Sam volviéndose para colgar el vestido en el armario. Ebony la tomó del brazo.
—¿Le has dado una oportunidad? Sam apartó la mirada.
—¿Para qué? No serviría de nada. Somos demasiado diferentes.
—¿Lo ves? ¿Qué te he dicho? Estás completamente loca.
—Déjalo, Ebey. Esto es lo último que me hace falta en este momento.
—Mira, no debería contarte esto, pero creo que es mi obligación. Lo peor que podrías haberle dicho a Dylan es que se siente obligado por la memoria de su padre.
—¿Por qué? —Porque es verdad. Su padre murió cuando Dylan estaba en el extranjero, viviendo su vida sin preocuparse de su familia.
—¿Cómo ella? —Esa idea la sorprendió.
—¿Y si su madre o su padre hubieran muerto mientras ella estaba escondida en Melbourne? —Seguramente se sentiría tan culpable como Dylan e intentaría compensarlos como pudiera.
Era por eso por lo que para él la familia era tan importante. En cualquier caso, explicaba su lazo con Woody Erie y que no entendiese su punto de vista.
Sam sacudió la cabeza. —He cometido un error, ¿verdad? —Un error colosal —contestó Ebony, llevándola hacia la puerta. —Ve a buscarlo.
—¿A Melbourne? Sam no sabía si tendría coraje suficiente como para ir a Melbourne y enfrentarse con un hombre al que había hecho daño. Por otra parte, ¿y si Ebony tenía razón y Dylan la amaba? ¿Sería posible? Si lo fuera, ¿cómo podría recuperar su amor? Ebony sonrió con una sonrisa burlona que ella conocía bien.
—No, tonta. Dylan ha tenido la suficiente clase como para volver a la capilla a desearme suerte después de que tú le rompieras el corazón en el río. Y yo he conseguido enterarme de dónde se aloja, por si acaso metías la pata. Así que ve al Hotel Marriott y empieza a pedir disculpas.
Sam abrazó a su amiga. —¿Qué haría yo sin ti? —Probablemente meter la pata sin fin. —Y ahora vete —dijo Ebony, prácticamente empujándola.
Dylan cerró el grifo de la ducha, pero el agua caliente no había conseguido calmarlo.
Llevaba toda una semana sin dormir debido a su obsesión por Sam y el vuelo a Brisbane no había ayudado nada. El único asiento libre que quedaba era en clase turista y él no estaba acostumbrado a doblar las piernas. Para empeorar las cosas, el viaje había sido una pérdida de tiempo y estaba deseando volver a Melbourne para dejar atrás todo aquello.
Cuando oyó un golpecito en la puerta, Dylan masculló una maldición. ¿Quién se atrevía a molestarlo cuando lo único que necesitaba era dormir, dormir y dormir? Se puso una toalla alrededor de la cintura y abrió la puerta de un tirón. —¿Sí? Sam estaba en el pasillo, haciendo lo posible por no mirar sus pectorales y fracasando miserablemente. Como el día que la conoció, cuando salió del baño y la encontró con aquel uniforme azul, y se enamoró de inmediato.
Pero aquella vez no sería tan tonto. —¿Puedo pasar? —preguntó ella en voz baja. Y por un momento, Dylan deseó olvidarse de todo y tomarla entre sus brazos. —Me voy a la cama —contestó. Desgraciadamente, esas palabras conjuraron una imagen de Budieri y cierta parte de su anatomía respondió como era de esperar. —No tardaré mucho —insistió Sam. —Muy bien.
Pero date prisa. Dylan abrió la puerta y le hizo un gesto para que entrase, intentando no respirar el olor de su colonia para no perder el poco control que le quedaba. —He venido para pedirte disculpas. —Es demasiado tarde, ¿no crees? Por mucho que dijera, no cambiaría nada. Dylan había decidido olvidar a esa mujer y hacer lo que más le gustaba, trabajar directamente.
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