
Descripción de Capítulo 12 36e4w
Trabajando con el hombre ideal - Capítulo 12 vx6h
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CAPÍTULO XI «Es lo mejor, es lo mejor», se repetía Sam a sí misma durante el vuelo a Brisbane.
Pero aunque intentaba creer esas palabras, la imagen de Dylan mientras la acusaba agriamente, con la mirada cargada de odio, estaba grabada en su memoria.
Debería estar enfadada con él.
Debería odiarlo por pensar que había querido engañarlo sin darle una oportunidad de explicarse.
Pero no era así.
Estaba agotada, hundida, como si alguien le hubiera arrancado el corazón.
Nunca había experimentado una desolación tan total y sabía que tardaría una vida entera en recuperarse.
Su plan para demostrarles a sus padres que podía ser una mujer independiente había sido un éxito, sí.
Pero sería una victoria pírrica, considerando que había perdido el corazón.
Quizá estaba un poco enfadada con Dylan por colocarla junto al resto de las mujeres que habían intentado seducirlo por su dinero, aunque, si era sincera consigo misma, no podía culparlo.
Al fin y al cabo, le había oído decirle a Ebony que le había mentido, que quería casarse con él.
Pero no por las razones que él creía.
Si Dylan se lo pidiera, se casaría con él.
De inmediato.
Cuando el avión aterrizó en Brisbane, Sam desembarcó y miró alrededor buscando a su hermano Peter.
A pesar de que, cuando la llamó desde el aeropuerto de Melbourne, le había dicho a Ebony que todo estaba bien, su amiga había intuido que pasaba algo e insistió en llamar a Peter para que fuese a buscarla.
Como no tenía ganas de discutir, Sam asintió, pero cuando Peter le dio un abrazo se preguntó si había perdido la cabeza.
No estaba de humor para interrogatorios ni para explicaciones, dos cosas en las que sus hermanos eran expertos.
—Gracias por venir a buscarme.
—De nada —dijo Peter agarrando sus maletas.
—¿Qué? —No hay preguntas, no hay interrogatorios.
—Venga, hermanita, ¿estás hablando conmigo? —Eso me temía.
—¿Desde cuándo te importan mis sentimientos? Sus hermanos solían hacer turnos para tomarle el pelo, darle charlas o interrogarla sobre los chicos con los que salía y no podía creer que Peter hubiera cambiado.
Pero él se encogió de hombros.
—He hablado con Eve y me ha dicho que me meta en mis asuntos.
Sam intentó disimular una sonrisa, pero no pudo evitarla.
Si tenía alguna duda sobre los sentimientos que albergaban tanto su hermano como su mejor amiga, allí estaba la prueba.
Peter debía de estar loco por Ebony para aceptar sus consejos.
—¿Cuándo es la boda? —preguntó para tomarle el pelo.
—Te lo ha contado, ¿verdad? ¿Qué tenía que contarme? —Se supone que es un secreto —suspiró Peter.
—Esta mujer.
Sam tomó a su hermano del brazo.
—¿Vas a casarte con Ebony? —Calla —dijo Peter mirando alrededor.
—Nadie lo sabe y prefiero que siga siendo así.
—¿Vas a casarte con Ebony? Sam necesitaba una silla y pronto.
—Lo dirás en broma.
—Nunca había visto a su hermano tan serio.
—No, es completamente en serio.
Nos queremos, probablemente nos hemos querido durante muchos años y ya es hora de hacerlo oficial.
Sam se quedó boquiabierta.
—¿Pero por qué tanto secreto? —Tú deberías saber la respuesta mejor que nadie, princesa.
Y de repente Sam lo entendió.
Mientras ella estaba fuera, quizá sus hermanos habían tenido que soportar parte de la presión que ella llevaba años soportando como la princesa de la familia Popóz que debía casarse con la persona adecuada.
Por fin, después de tantos años, quizá tenía un aliado.
—Me alegro mucho por ti, Peter.
—Y no te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo —dijo abrazándolo.
—Aunque voy a matar a Ebony.
No me ha dicho una sola palabra.
Le pareció que no era el mejor momento, con tú, situación y todo lo demás.
Sam sonrió, decidida a no estropearle el día.
—No te preocupes por mí.
No pasa nada, estoy bien.
Pero mientras Peter le daba las noticias de casa, Sam empezó a preguntarse si volvería a estar bien algún día.
Dylan raramente bebía porque, en su opinión, el alcohol le nublaba el juicio.
Pero mientras se tomaba el segundo vaso de whisky en menos de una hora, se permitió a sí mismo sonreír con ironía.
No había necesitado alcohol para portarse con Sam como si fuera un auténtico imbécil.
Lo había hecho lo peor posible sin tener que beber una sola copa.
Incluso ahora, seguía sin creer que todo había terminado.
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