
Las tres abuelas del barrio | El corte de buenas noches nº39 69n6c
Descripción de Las tres abuelas del barrio | El corte de buenas noches nº39 153t29
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Marte puede esperar.
Bienvenido esta noche al canal de podcast más marciano de la Esfera Terrestre y donde nada es lo que parece.
Te saludo una vez más desde el corte de Buenas Noches S que se extendió ya hace un tiempo de la cápsula marciana para iniciar su propia aventura en solitario desde el canal Marte puede esperar.
Porque era una sección que en su día nos pidió poder ensancharse por su cuenta para contarte de vez en cuando historias delicadas y algo más personales.
Contextos propios y ajenos, con historias tuyas y mías, con recortes en los que te cuento realidades azonadas de alguna mentira que rescaté de agujeros de gusano y universos paralelos.
Historias gemelas, obituarios, literatura y algo de poesía en el gran caserón de la esquina, en la ciudad vieja o en los barrios de Madrid.
Para ti y para mí.
Para que podamos conservarlos en este pequeño rincón y que ya nunca más se pierdan por el eterno espacio-tiempo.
La melodía que escuchas de fondo, ya sabes, tiene por título dulce y es de la autora J. Rochester.
La ilustración del perfil es obra de la autora Galletas con agua y de la parte técnica me encargo yo con el autocontrol de los mandos de nuestra pequeña cabina marciana.
Si quieres proponerme algún tema viajero o literario centrado en el patrimonio cultural de España, ya sabes, me tienes disponible en el correo hola-escritoraviajera.com Y en medio de estas lluvias apocalípticas de principios de marzo, cafeterías con vaho en las ventanas y mantas gordas en el sofá, venimos con un corte de buenas noches dedicado a los últimos días de invierno.
Porque si no te habías dado cuenta, ya empezó la cuenta atrás para que llegue la primavera.
Y eso me obliga inconscientemente a agarrar con más fuerza el invierno, recopilar mis tradiciones para esta estación del año de la que ya sólo van quedando coletazos y a rebujarme buscando los calores que nada tienen que ver con los que más tarde vendrán.
Porque en invierno algunos entramos en estado marmota sólo para recoger las energías necesarias con las que podamos recibir a la primavera, que luego nos traerá el verano.
Y el círculo quedará completo una vez más.
Y te volveré a leer un fragmento de la Rayuela de Cortázar para que te acabes dando cuenta de que ya para entonces me había dado cuenta de que buscar era mi signo, emblema de los que salen de noche sin propósito fijo, razón de los matadores de brújulas.
Aunque buscar no siempre es sinónimo de encontrar, no al menos lo que esperabas.
Y es que muchas veces son tan sólo universos paralelos de lo que un día quisiste y nunca llegó a ser.
Las tres abuelas del barrio de Madrid en el que nos estábamos acostumbrando a vivir se paseaban siempre por la calle principal agarradas en fila horizontal, enganchando sus brazos por los codos para que ninguna de las tres se perdiera por el camino.
Tan delgaditas estaban que muchas veces pensé que habría sido posible perderlas de vista sin habernos dado cuenta hasta mucho rato después.
Cuando comenzaban su rutina diaria de paseo parecía que todo el barrio se hubiera enterado un rato antes gracias al señor del bando y su citróen dos caballos equipado con altavoces para que nadie se perdiera detalle.
Las tres iban siempre muy emperifolladas.
Entiéndaselo de emperifolladas en el buen sentido de la palabra.
Y es que iban juntas a la peluquería una vez por semana.
Tenían agendados los viernes a las tres de la tarde, de modo que las salidas del sábado y del domingo fueran como correspondía, con el vermú del sábado en la mejor cafetería y el día del domingo en la iglesia principal.
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