Las Rutas del Rock EP190: Black Sabbath 3m383p

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La vida no era sencilla, no para ellos.

El destino debió unirlos.

O al menos, eso esperaba Gieser Butler, quien durante varias noches no lograba conciliar el sueño.

Todo era culpa de Ozzy.

Está loco.

¿Cómo se atrevió a darle ese libro? Es como si la mala suerte o algo peor los estuviera persiguiendo.

No lograban tener éxito en sus bandas.

Siempre terminaban separándose.

Recordaba los problemas que Tony e Ommy había tenido que sortear.

Ser guitarrista en Inglaterra en los años 60 era un empleo complicado debido al enorme número de héroes que lo hacían de manera excepcional.

Una generación bendita y maldita a la vez.

Tony y Ommy era un genio, pero tras su accidente en la fábrica donde trabajaba, que le voló la punta de su dedo medio y anular, complicaría ese sueño que tenía de dedicarse a la música.

Pero las maldiciones son solo oportunidades para crecer.

De eso estaban seguros los cuatro compañeros.

Después de escuchar la historia del gran guitarrista de jazz, Django Reinhardt, quien perdió dos dedos en un incendio, Tony y Ommy aprendió a controlar el terrible dolor que significaba tocar la guitarra solista, además de adaptar unos pedazos de plástico como prótesis en sus dedos de la mano derecha, y así poder hacer el famoso blending de las cuerdas y lograr el sonido que con el paso del tiempo los haría famosos.

A Ozzy la vida también le había enseñado varias reglas por las malas.

Tras robar algo de ropa cuando tenía 17 años, fue condenado a estar mes y medio en una prisión para adolescentes.

Bill Ward, quien se encargaba de la batería en los ensayos, tenía una fuerte tendencia a sufrir diversos tipos de accidentes, siempre involucrando bromas pesadas y con él envuelto en llamas, o también intoxicado.

Estaban por grabar un primer disco, auspiciado por la compañía Phillips Records, y después de varias semanas de gira dentro del Reino Unido, aceptaron el ofrecimiento de dos días de tiempo de estudio.

Para ellos, dos días eran demasiado tiempo.

Deseaban descansar y preparar la gira que tendrían por Suiza, así que toman la decisión de tocar al completo su set en el estudio, sin la necesidad de hacer doblajes.

Las canciones tenían que ser únicas, con todos los integrantes tocando en vivo, juntos, sin nadie más.

Pero ¿con cuál empezar? Que sea con la canción de mis pesadillas, diría Gisert Butler, bajista de Black Sabbath.

Ozzy comenzó a reírse y aceptó el reto.

El nombre de la canción era precisamente el del grupo, y en ella Butler había transcrito sus mayores miedos de estas últimas semanas.

Él había sido criado como católico, pero como todo joven, era rebelde y decide ir en contra de ello.

Se adentró en los temas místicos, en el ocultismo y satanismo.

Se fue a vivir a un pequeño departamento y tenía todas sus paredes pintadas de negro, decorándolas con cruces puestas de cabeza, y toda una colección de libros de Alistair Crowley.

Dennis Wheatley y ese libro del siglo XVI que Ozzy le regaló, trataba sobre magia y pactos con Satán.

Lo leía siempre antes de dormir, hasta aquella última noche de hacía unos meses.

La noche era más obscura de lo habitual.

Habían rayos, truenos y relámpagos que acompañaban a la tormenta que azotaba su departamento.

Él creía dormir plácidamente, pero sintió una mirada que se le clavaba en los ojos, que lo veía fijamente.

Un relámpago iluminó su recámara en tinieblas y el sonido atronador lo despertó.

Cuando abrió los ojos, en plena obscuridad, pudo verla.

Ahí estaba, a los pies de su cama.

Una figura, una sombra oscura mirándolo fijamente desde ahí, su largo cabello se mecía por el aire que entraba por la ventana abierta.

Era una presencia horrible que me asustó muchísimo.

¡Corría la hermana!