
Descripción de El niño perdido (Thomas Wolfe) y más 331k73
• “El niño perdido” (1937) novela de Thomas Wolfe. Comentarios de Adolfo Lázaro. • “Paisaje de Black Mesa, Nuevo México/ Desde la casa de Marie II” (1930) óleo sobre lienzo de Georgia O’Keefe (1887-1986). • “Estrellas en mi corona” (Stars in My Crown, 1950), “Berlin Express” (1948) y “Retorno al pasado” (Out of the Past, 1947) películas dirigidas por Jacques Tourneur. • “La llave de cristal” (1931) novela de Dashiell Hammett. • “La sangre de los King” (1954) novela de Jim Thompson. • “Disparen sobre el pianista” (1956) novela de David Goodis. • “Charada” (1963) película dirigida por Stanley Donen. • “El gran reloj” (1946) novela de Kenneth Fearing. • “Drive” (2006) novela de James Sallis. 5e3y6f
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Por qué estoy tan triste teniéndolo todo, vivo sin mañana sangrando palabras, ya no sé quién soy, ni a dónde voy, por qué estoy tan triste teniéndolo todo.
¿Qué tal amigos? ¿Cómo estáis? Aquí comienza Por qué estoy tan triste teniéndolo todo, nuestro programa de referencias culturales con fundamento, mucho fundamento.
Por qué estoy tan triste teniéndolo todo, Radio Vallecas 107.5, Radio Almaina 88.5, de la mano de Carlos Castrosín en la presentación y dirección y de Carlos Baizán en la mesa de sonidos y demás colaboraciones. La magia del instante, la magia de la sonrisa efímera, que está de paso, que no reside sino transitoriamente, apenas durante unos segundos en nuestro corazón.
Recordad nuestro podcast para escucharnos cuando y como queráis. Por qué estoy tan triste teniéndolo todo. Empezamos con los comentarios de Adolfo Lázaro, nuestro estupendo especialista literario. Veamos qué nos trae hoy.
La narrativa del que fue calificado por William Faulkner como uno de los mejores escritores norteamericanos del siglo XX, Thomas Wolfe, parece haber quedado arrumbada hoy en día por el realismo sucio, el minimalismo o el posmodernismo que casa mal con el estilo impresionista y la prosa caudalosa y barroca del autor de El ángel que nos mira o del tiempo y el río.
Thomas Wolfe, que nació en 1900 en Carolina del Norte, publicó en sus apenas 40 años de vida tan solo cuatro novelas y un buen número de relatos cortos que constituyen un extraordinario fresco de la sociedad norteamericana de entreguerras. Libros todos voluminosos, de contenido autobiográfico y escritos con una prosa torrencial que ha llegado a ser legendaria. Es significativa la conflictiva relación que tuvo con su editor Maxwell Perkins, editor a su vez de Hemingway o Scott Fitzgerald.
Perkins se empeñó en podar y aligerar el tamaño de las novelas del escritor, que superaban inicialmente las 900 páginas. El pulso entre ambos y la historia de la edición de los manuscritos de sus dos grandes novelas, El ángel que nos mira y El tiempo o el río, inspiró una película reciente, El editor de libros, con Colin Firth y Jude Law. Hoy nos vamos a ocupar de una obra menor, menor en cantidad, no en calidad.
Es un relato extenso, casi una novela corta, El niño perdido, un texto sobre el dolor, la pérdida y la firmeza del recuerdo para evocar ese pasado que continúa doliendo transcurrido el paso del tiempo. Es sin duda uno de los relatos más hermosos y emotivos de la literatura norteamericana de todos los tiempos. El niño perdido, publicada en 1937 en una revista femenina, es una pequeña obra maestra en la que Thomas Wolfe evoca a su hermano Grover Wolfe, muerto a los 12 años en 1904, cuando la familia pasó siete meses en San Luis con ocasión de la exposición universal celebrada en esa ciudad.
El niño perdido, que fue publicado en nuestro país por la editorial Periférica en 2011, ha vuelto a ser editado recientemente junto a una magnífica selección de los relatos breves de Thomas Wolfe por la editorial Páginas de Espuma. El niño perdido es una pieza delicada, sutil, que se despliega armónicamente como una sonata en cuatro partes.
En la primera conocemos a Grover, el niño perdido, cuya presencia sobrevolará el resto del relato. Con apenas 12 años recorre la plaza de su ciudad natal. A través de su mirada curiosa nos sumergimos en la atmósfera de esa plaza en una tarde tormentosa del mes de abril. Los tranvías, los coches de los bomberos, el ayuntamiento, las caballerizas, los edificios vetustos de ladrillo, la tienda de máquinas de coser, el taller de su casa...
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