El nacimiento de la antropología 6w2f6u

Bienvenidos al boulevard de la filosofía, donde las ideas caminan a su propio ritmo y cada pensamiento encuentra su rincón en la ciudad. Aquí la razón se cruza con la vida cotidiana y la historia se mezcla con el presente. No hay prisa, solo un paseo entre palabras, dudas y paradojas. Así que ajusta el paso y acompáñanos en este recorrido filosófico.

LA ANTROPOLOGÍA Suena una disciplina neutral, científica y casi inofensiva. Pero en sus inicios fue todo lo contrario.

La antropología social y cultural nació en el siglo XIX, en pleno auge del colonialismo europeo como una herramienta para clasificar, categorizar y en el fondo justificar y facilitar la dominación del otro.

Pero, ¿qué significa el otro? Desde la Ilustración, Europa se había embarcado en la idea de que su modelo de sociedad era el pináculo del desarrollo humano. La razón, el progreso y la ciencia se convirtieron en los pilares de una narrativa que justificaba la expansión europea por el mundo. Para los europeos su cultura no solo era superior, sino que representaba el destino inevitable de toda la humanidad. La historia ya no era vista como un mosaico de sociedades diversas, sino como una carrera en la que unas civilizaciones iban por delante y otras, rezagadas, debían ponerse al día o ser absorbidas por el avance imparable de Occidente.

Bajo esta mirada, los pueblos indígenas, las sociedades tribales y cualquier cultura que no siguiera los patrones occidentales eran consideradas primitivas o atrasadas.

Esta perspectiva no solo justificaba la expansión colonial, sino que también convertía a la antropología en una herramienta fundamental para estudiar, clasificar y, sobre todo, controlar a esos otros. La idea de la superioridad europea era indiscutible, al menos para los europeos, y la antropología nació precisamente en ese contexto, como un saber que pretendía comprender a las culturas ajenas no desde la igualdad, sino desde una jerarquía preestablecida. Uno de los pilares que sustentaron esta visión fue el darwinismo social.

Inspirado en la teoría de la evolución de Charles Darwin, el darwinismo social aplicó la idea de la supervivencia del más apto a las sociedades humanas. Aunque Darwin nunca defendió esta aplicación de su teoría, pensadores como Herbert Spencer y Francis Galton extrapolaron la selección natural al ámbito social, sosteniendo que las sociedades más fuertes estaban destinadas a imponerse sobre las más débiles. Según esta perspectiva, las civilizaciones competían entre sí en una lucha por la existencia, donde las sociedades más avanzadas demostraban su superioridad al expandirse y dominar a las más atrasadas.

Esta idea no solo justificaba el colonialismo, sino que también legitimaba las desigualdades dentro de las propias sociedades europeas, defendiendo que el éxito económico o político era una prueba de adaptación superior. De esta manera, el darwinismo social se convirtió en una ideología poderosa que reforzó el racismo científico y las políticas imperialistas de la época.

La antropología del siglo XIX, influida por estas ideas, se convirtió en un instrumento para ordenar a las culturas en una escala evolutiva, donde Occidente, siempre Occidente, estaba en la cúspide. Esta visión estableció una jerarquía entre los pueblos del mundo y sirvió de base para políticas de asimilación cultural, segregación racial y explotación colonial, bajo la premisa de que las sociedades más avanzadas demostrarían su superioridad a las más atrasadas.