El discurso de la fachosfera 2l5h20

Caminante rápido. No hay tiempo para pasear, pero sí para pensar. Aquí, una idea que ha dejado huella en la historia del pensamiento. Breve, clara y con recorrido. Hoy vamos a hablar de algo que probablemente ya has visto, aunque quizá no te hayas dado cuenta del todo.

No estás solo en los mítenes, tampoco en los debates. Vive en TikTok, en YouTube, en Instagram, en los reels que comparten tus conocidos con frases como Por fin, alguien lo dice. Esto no lo verás en la tele.

O despierta. Sí, vamos a hablar de la estructura básica del discurso fascista actual.

Versión siglo XXI. Versión algoritmo. Versión monetizable.

Primero, el diagnóstico emocional del malestar. El mundo está mal. Algo ha ido muy mal. Te han mentido. Nada de datos, nada de contexto. Lo importante es el tono, indignación, desencanto. Te agarran por las tripas, no por la cabeza. Es un discurso visceral, no racional. Apelan a tu frustración. Estás precario, inseguro, harto y con razón.

Pero lo que hacen no es explicarte el mundo, es encenderte emocionalmente.

Y para que funcione, necesitan el paso siguiente.

Segundo, identificar al enemigo. Y ojo, no a cualquiera. Tiene que ser difuso, reconocible y convenientemente odiable. Los culpables son ellos, los progres, los inmigrantes, los feministas, la élite globalista, los medios.

La lista cambia, pero siempre hay alguien a quien señalar. Alguien que lo controla todo, lo infiltra todo, lo destruye todo. Un enemigo poderoso. ¿Te suena de algo? Sí, también se llama teoría de la conspiración. Tercero, la autoimagen de víctima rebelde.

Aquí viene el clásico, nos quieren callar, somos pocos, pero decimos la verdad. Es una mezcla extraña entre el mártir y el héroe. Un narcisismo dolido que repite, nos censuran porque tenemos razón. Y si no estás de acuerdo, es que estás dormido o manipulado.

Cuarto, apariencia de racionalidad o sentido común.

Yo no soy ni de derechas ni de izquierdas, solo digo lo que todos piensan. Lo importante no es tener razón, sino parecer que tienes razón. Ridiculizan la complejidad. Simplifican todo con frases que suenan lógicas pero no lo son. Y así la ignorancia se disfraza de verdad incómoda.

Quinto, la narrativa del retorno a un orden perdido. Antes todo era mejor, volvamos a la familia, a la patria, sentido común. Idealizan el pasado, un pasado que nunca existió. Lo que quieren no es progreso, es orden, jerarquía, uniformidad. Y lo presentan como una cruzada moral contra la decadencia. Sexto, el llamamiento emocional a la acción.

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Y justo aquí llegamos al último punto. Séptimo, la mercantilización del discurso.

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El fascismo 2.0 no lleva uniforme ni grita en la plaza. Se graba en un set con luces LED, se edita en Premiere y se monetiza en redes. La rebeldía es ahora un producto de marca personal.