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Todas tuvimos una Nancy, el podcast realizado por mujeres nacidas en el Baby Boom.

Con Ana Calatayud y la Boomer coordinación de Ángels Bibancos.

Desde los estudios de Radio Cornelá en el 104.6 de la FM.

Y los saludos técnicos de Mark Ford.

¿Qué tal, Boomer? ¿Todo bien? Pues empezamos.

Empezamos con esta música trepidante del genio de la lámpara que concedía deseos a Aladdín.

Ana, porque justo quiero empezar pidiendo un deseo.

Imagina que un buen día nos damos cuenta de que ha desaparecido del calendario la celebración del día 8 de marzo.

Mira, justo estos días cerca del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.

Pues imagina que ya no hace falta celebrarlo.

Y a ver esto, ¿cómo sería posible? Fácil. Imagina un mundo en el que hemos alcanzado una igualdad real, tangible.

Ya. Uno donde las mujeres ya no necesitamos reclamar derechos que deberían haber sido inherentes desde el principio.

Eso. Un mundo en el que ser mujer no implique un desafío extra en ninguna esfera de la vida.

Ni en el trabajo, ni en la familia, ni en la política, ni en la cultura.

Este episodio, a ver, ¿lo imagináis? Va de nosotras, de vosotras.

Las mujeres.

Deseamos un mundo donde el liderazgo femenino no sea noticia.

Donde las oportunidades no tengan género.

Y donde todas las niñas crezcan sabiendo que pueden llegar a donde quieran sin que su género sea una barrera ni explícita ni implícita mismo.

Hoy, sin embargo, seguimos necesitando el 8 de marzo.

Pero, ¿por qué? Porque la brecha sigue ahí.

Porque el techo de cristal no se ha roto del todo.

Y porque las estadísticas, las historias y las realidades nos recuerdan cada día cuánto nos falta.

Queremos reflexionar en voz alta sobre lo que significa este día.

Sobre cómo lo vivimos.

Y sobre lo que necesitamos para que en un futuro, ojalá no tan lejano, podamos tacharlo del calendario.

Hablemos de los retos, los logros y, sobre todo, de las acciones concretas que podemos hacer para acercarnos a este mundo donde ya no sea necesario el Día Internacional de la Mujer.

Como punto de partida, yo diría que el control sobre las mujeres a lo largo de la historia ha sido una herramienta para mantener estructuras de poder y jerarquías sociales profundamente arraigadas.

Y Yoana añadiría que ese control, en gran medida, se ha ejercido por dos motivos principales.

Pensad, el miedo y una percepción errónea del derecho de propiedad sobre las vidas, cuerpos y decisiones de las mujeres.

Vaya, hablemos de ese miedo que apuntas.

El miedo ha sido un factor central en la opresión de las mujeres.

No se trata sólo del miedo literal a perder poder por parte de quienes lo ejercen.

Ya imagino que es también el miedo a lo desconocido, a lo que representa la autonomía de las mujeres.

Sí, esta autonomía amenaza sistemas establecidos, desde los roles tradicionales en la familia hasta las dinámicas laborales y políticas en muchos casos.

Además, la cultura patriarcal ha inculcado un miedo inherente a la libertad femenina, asociándola con el caos o la desestabilización.

Y ese miedo se traduce en normas y comportamientos diseñados para restringir a las mujeres, por ejemplo, controlando su movilidad, su sexualidad o incluso su expresión emocional.

Por otro lado, está el miedo inculcado en las propias mujeres, desde una edad temprana, para que acepten estas restricciones como una forma de autoprotección.

A ver si te suena, frases como, no salgas sola, no te vistas así o cuidadito con provocar.

Todas estas son manifestaciones del control ejercido bajo el disfraz de la seguridad.

Sí, sí, pero también es cierto que tenemos que tenerla en cuenta, porque la inseguridad existe, especialmente para nosotras.

No solo hablábamos al principio del miedo, sino también del malentendido derecho de propiedad social.