La mujer: ni ama, ni esclava. Objeto. 6z3b1

Bienvenidos al boulevard de la filosofía, donde las ideas caminan a su propio ritmo y cada pensamiento encuentra su rincón en la ciudad. Aquí la razón se cruza con la vida cotidiana y la historia se mezcla con el presente. No hay prisa, solo un paseo entre palabras, dudas y paradojas. Así que ajusta el paso y acompáñanos en este recorrido filosófico.

Simone de Beauvoir no nació para ser la novia de Sartre. Nació para dinamitar el mundo tal y como lo conocíamos y, ya de paso, para hacernos una pregunta incómoda. ¿Qué es una mujer? ¿Ser mujer es una realidad biológica o una condena cultural? Hoy vamos a contar una historia, pero no es una historia de princesas ni de heroínas, es la historia de una ausencia, de un sujeto que no fue.

El título del podcast suena provocador, ni amo ni esclava. Y es que, si Hegel levantara la cabeza tendría que rehacer su dialéctica a martillazos. Bienvenidas a este episodio sobre Simone de Beauvoir, Hegel, Freud, Marx y por qué la mujer, históricamente, no ha sido ni lo uno ni lo otro, sino otra cosa, objeto.

Y por eso mismo, en el segundo sexo, Beauvoir escribía una de las frases más afiladas de la historia de la filosofía. No se nace mujer, se llega a serlo. Una frase que suena eslogan feminista, pero que, en realidad, condensa siglos de pensamiento. Y un buen puñado de contradicciones. Simone de Beauvoir se movía en el mismo ecosistema filosófico que Sartre. Existencialismo, le llaman. Esa corriente que parte de una idea tan sencilla como demoledora.

La existencia precede a la esencia. Es decir, los humanos no venimos al mundo con una naturaleza fija. Nos vamos haciendo, eligiendo, decidiendo. A veces incluso equivocándonos estrepitosamente. Para el existencialismo, el ser humano es un proyecto, un ser libre, arrojado a un mundo absurdo que debe construirse a sí mismo sin excusas, sin dogmas, sin recetas. ¿Y qué pasa cuando aplicamos eso al tema de la mujer? Que la cosa se complica.

Porque las mujeres no solo tienen que enfrentarse al absurdo existencial, también al hecho de haber sido construidas durante siglos como el otro. Aquí es donde Beauvoir mete a Hegel en la fiesta, y lo sienta a conversar con la tradición patriarcal. Hegel, en su célebre Fenomenología del Espíritu describe cómo la conciencia se desarrolla a través de la lucha. El amo domina al esclavo, pero acaba dependiendo de él. Es una dialéctica de reconocimiento. Para existir como sujeto, necesito que otro me reconozca como tal. Simón toma esa idea y la aplica al género, pero hay un problema. En la historia de las mujeres no hay dos sujetos, solo hay uno, el hombre.

La mujer ha sido construida como su otro, como lo diferente, lo relativo, lo rio.

El hombre es el absoluto, la mujer el segundo sexo.

¿Y lo más perverso? Muchas veces, las propias mujeres han interiorizado ese papel. Han colaborado con el sistema que las subyuga. No hay látigos aquí, sino roles, ideales de belleza, maternidades obligatorias y un sinfín de así son las cosas.