
MARÍA Y EL PERFIL CARISMÁTICO DE LA IGLESIA (7/8 "Hablemos de María") d1t11
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Reflexiones de Mons. José Ignacio Munilla sobre el paralelismo entre la Virgen Maria y lglesia de Jesucristo, su Hijo. 301215
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María y el perfil carismático de la Iglesia. Este es el título que le busco a la charla, que sé que es un título que puede parecer un poco complicado, pero ya me gustará, voy a procurar que en el desarrollo de esta charla se entienda lo que quiero decir. Esta es la séptima charla del cursillo sobre la Virgen María al que le hemos titulado Hablemos de María y en esta séptima charla nos vamos a centrar en la acogida del don del Espíritu Santo por parte de María, que no solamente tiene lugar en Pentecostés, sino en toda su vida.
Como ya dije desde el principio de estas charlas, de estas reflexiones, Hablemos de María, me sirvo fundamentalmente de un libro de Reinero Canta la Mesa que tiene como título María, espejo de la Iglesia, aunque especialmente en esta charla que voy a dar me tomo muchas licencias de meter otras cosas mías. Y quiero recordar que la tesis de ese libro, la tesis de estas charlas Hablemos de María, es que María es una carta que Dios ha escrito al mundo, a cada uno de nosotros, para mostrarnos el camino de la santidad.
Y por lo tanto tenemos que seguir leyendo con atención esa carta. ¿Qué nos dice Dios en María? Para que aprendamos el camino hacia la santidad. He dicho que el título es María y el perfil carismático de la Iglesia. Tras el concilio Vaticano II se produjo una vivencia en la espiritualidad de muchos católicos, se produjo un auténtico despertar del Espíritu Santo.
No me refiero únicamente a la renovación carismática, que igual es una asociación que especialmente es muy conocida en torno a la devoción del Espíritu Santo, pero no me refiero solamente a la renovación carismática. Hubo un auténtico despertar de reconocer la importancia de poner al Espíritu Santo en el centro, como autor de la vida espiritual, y no solamente en la Iglesia Católica, sino en otras confesiones cristianas.
San José María Escrivá, San Juan Pablo II, también Benedicto XVI, utilizaron con frecuencia la expresión de que el Espíritu Santo es el gran desconocido, subrayando la necesidad de profundizar en esa relación especial con el Espíritu Santo. Y creo que en ese posconcilio verdaderamente ha habido un redescubrimiento en la teología, en la espiritualidad, un redescubrimiento grande de la presencia del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia.
El concilio Vaticano II fue un nuevo Pentecostés, a pesar de la crisis tan gorda que se produjo después del concilio Vaticano II, que fue una crisis tremenda, con muchísimas secularizaciones, alejamiento de Dios, pero a pesar de eso, es obvio que fue un nuevo Pentecostés en el despertar de muchos carismas.
Al igual que también estamos viviendo en este momento con la elección del nuevo Papa León XIV, un nuevo Pentecostés, que por cierto él ha mencionado, en las pocas intervenciones que ha hecho, la importancia de poner el concilio Vaticano II como el eje, como la columna vertebral de nuestra vida en la Iglesia.
Veamos en este redescubrir el Espíritu Santo, veamos el discurso de Pedro tras el episodio de Pentecostés, en el que él interpreta lo que ha ocurrido allí. Y eso que dice Pedro de qué ha pasado, qué revolución se ha producido después de Pentecostés, bien podríamos decirlo también de lo que acontece en la Iglesia cuando le abrimos las ventanas al Espíritu Santo.
Lo que ha pasado con la llegada de los carismas, montones de carismas que han renovado la vida de la Iglesia, que ha sido un despertar del Espíritu. Fijaros en lo que dice Hechos de los Apóstoles, capítulo II, versículos del 15 al 18. Dice San Pedro, no es como vosotros suponéis que estos están borrachos, porque les parecía que estaban borrachos los que habían recibido el Espíritu Santo, pues es sólo la hora tercia.
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