
Descripción de JUEGOS PERVERSOS - PARTE 5 241s27
El semen de Rogelio dejó de salir a los pocos segundos, dejando a Bárbara toda cubierta de aquel viscoso líquido dador de vida. Durante unos segundos nadie dijo nada. Bárbara, Lorena y Roger se miraron, alternando la vista entre uno y otro. Lo único que se escuchaba era la respiración pesada de Joaquín que dejaba bien en claro lo enfadado que estaba. Antonio era el único que tenía un gesto neutro, como si tampoco supiera exactamente cómo reaccionar ante lo que acababa de ocurrir... ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/1539967 f395c
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Tus fantasías más prohibidas están aquí. Relatos calientes. Hoy presentamos.
Juegos perversos. Parte 5.
Por ciento setenta puntos, leyó Barbie en voz alta, nerviosa. Sin llegar al coito, utiliza cualquier parte de tu cuerpo para hacer que la persona a tu izquierda tenga un orgasmo en menos de diez minutos. Todos los presentes se miraron los unos a otros por unos instantes, sin pronunciar palabra. El silencio reinó de tal forma en aquella habitación que parecía que estuvieran encerrados en una celda de contención, donde ni siquiera el aire entraba.
Aunque afuera seguían retumbando los truenos, Lucía no los escuchó. Su cerebro estaba demasiado estresado para prestarle atención a cualquier otra cosa fuera del círculo de esa reunión.
Por fin había llegado el momento. Lorena lo había advertido al inicio. Aquel juego tenía cartas que eran atrevidas, que pedían o físico con alguien que no era tu pareja. Lucía se sintió aliviada de no ser ella quien tenía esa carta en sus manos, por lo que no recaía sobre ella la responsabilidad de aceptar el reto o no. También se alegraba de que la carta dijera izquierda y no derecha, pues de haber sido el caso, le habría tocado a su marido entablar o sexual con Bárbara. Miró a su alrededor. Todos, con excepción de Lorena, estaban tensos.
Antonio no parecía creerse que realmente a alguien le hubiera salido esa carta. Se veía consternado y, aunque por unos segundos los celos de Sofía la llevaron a pensar que tal vez a él le hubiera gustado ser quien recibiera lo que la carta pedía. Luego se dio cuenta de que estaba imaginando cosas. Su marido sólo estaba sorprendido. Nada más.
Sin embargo, era Joaquín quien tenía el rostro como un poema. Era difícil adivinar lo que estaba pensando, pues, aunque parecía sorprendido, no estaba enfadado. Y la conversación que había tenido minutos antes con Bárbara llevaba a Lucía a pensar que de verdad aquello no lo molestaba.
Sólo lo había tomado por sorpresa. Lorena sonreía de oreja a oreja, seguramente feliz de que por fin hubiera salido una de las cartas que ella esperaba, aunque fuera su marido quien estuviera involucrado en aquel reto.
Por su parte, Rogelio estaba emocionado. Lucía no necesitó ver su rostro para darse cuenta de ello.
Bastó con mirar su entrepierna disimuladamente. Aquel bulto que hasta unos minutos antes había sentido en su trasero no mentía. Roger estaba excitado por lo que iba a ocurrir.
—¡Vaya! —dijo Bárbara finalmente, acabando con aquel incómodo silencio.
—Parece que no mentías, Lore. Este juego tiene algunos retos muy subidos de tono.
—¿Pensaste que lo decía de broma? —preguntó Lorena.
—Y esa carta ni siquiera es de las más atrevidas del juego.
Aquello asustó un poco a Lucía. ¿Qué podría ser peor que eso? No quiso aventurarse en la respuesta a esa pregunta.
—¿Vas a hacerlo? —preguntó Lorena, inquisitiva, divertida y emocionada. —Son ciento cincuenta puntos.
Recién iniciado el juego, Lucía se habría sorprendido de que Lorena se mostrara tan interesada en un reto que involucrara a su marido en manos de otra mujer, pero ya entendía que para ella no había limites y que no habría nada que la hiciera retractarse del juego.
—No lo sé —respondió Bárbara. —Es decir, es tu marido, y yo… tendríamos que… —Por mí no tienes que preocuparte —dijo Lorena con calma.
—Ya les dije que hemos jugado a este juego con otra gente. He visto a Rogelio hacer cosas con otras mujeres, así que, si realmente quieres hacerlo, adelante, disfruta.
Esa última palabra llamó la atención de Lucía. ¿Qué disfrutará? No entendía el sentido de decirle algo así a Bárbara. Tal vez era solo una forma de animarla, o tal vez estaba presumiendo lo bien armado que estaba su marido. ¿Quién sabe? Pero sin duda la dejó todavía más confundida.
Bárbara y Joaquín se miraron a los ojos durante unos instantes, como si estuvieran teniendo una conversación sin hablar. Hasta que Joaquín habló en voz alta. —A mí no me mires, amor —dijo.
—Ya te dije antes. Si quieres hacerlo, yo no me molestaré. Pero cuando me salga una carta parecida, no quiero que hagas una escena. La forma tan cruda en que lo dijo hizo pensar a Lucía que Joaquín no tenía sentimientos. Aquella no era forma de amor.
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