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Buceando el Evangelio
IV Domingo Cuaresma: Experimentar la ALEGRIA del Padre.

IV Domingo Cuaresma: Experimentar la ALEGRIA del Padre. 5a2r1f

27/3/2025 · 14:01
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Buceando el Evangelio

Descripción de IV Domingo Cuaresma: Experimentar la ALEGRIA del Padre. 156l6y

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! En el capítulo quince del Evangelio de san Lucas encontramos las tres parábolas de la misericordia: la de la oveja encontrada (vv. 4-7), la de la moneda encontrada (vv. 8-10), y la gran parábola del hijo pródigo, o mejor, del padre misericordioso (vv. 11-32). Hoy sería bonito que cada uno de nosotros, tomara el Evangelio, este capítulo xv de Lucas, y leyera las tres parábolas. Dentro del itinerario cuaresmal, el Evangelio nos presenta precisamente esta última parábola del padre misericordioso, que tiene como protagonista a un padre con sus dos hijos. El relato nos hace ver algunas características de este padre: es un hombre siempre preparado para perdonar y que espera contra toda esperanza. Sorprende sobre todo su tolerancia ante la decisión del hijo más joven de irse de casa: podría haberse opuesto, sabiendo que todavía es inmaduro, un muchacho joven, o buscar algún abogado para no darle la herencia ya que todavía estaba vivo. Sin embargo le permite marchar, aún previendo los posibles riesgos. Así actúa Dios con nosotros: nos deja libres, también para equivocarnos, porque al crearnos nos ha hecho el gran regalo de la libertad. Nos toca a nosotros hacer un buen uso. ¡Este regalo de la libertad que nos da Dios, me sorprende siempre! Pero la separación de ese hijo es sólo física; el padre lo lleva siempre en el corazón; espera con confianza su regreso, escruta el camino con la esperanza de verlo. Y un día lo ve aparecer a lo lejos (cf. v. 20). Y esto significa que este padre, cada día subía a la terraza para ver si su hijo volvía. Entonces se conmueve al verlo, corre a su encuentro, lo abraza y lo besa. ¡Cuánta ternura! ¡Y este hijo había hecho cosas graves! Pero el padre lo acoge así. La misma actitud reserva el padre al hijo mayor, que siempre ha permanecido en casa, y ahora está indignado y protesta porque no entiende y no comparte toda la bondad hacia el hermano que se había equivocado. El padre también sale al encuentro de este hijo y le recuerda que ellos han estado siempre juntos, tienen todo en común (v. 31), pero es necesario acoger con alegría al hermano que finalmente ha vuelto a casa. Y esto me hace pensar en una cosa: cuando uno se siente pecador, se siente realmente poca cosa, o como he escuchado decir a alguno —muchos—: «Padre, soy una porquería», entonces es el momento de ir al Padre. Por el contrario, cuando uno se siente justo —«Yo siempre he hecho las cosas bien...»—, igualmente el Padre viene a buscarnos porque esa actitud de sentirse justo es una actitud mala: ¡es la soberbia! Viene del diablo. El padre espera a los que se reconocen pecadores y va a buscar a aquellos que se sienten justos. ¡Este es nuestro Padre! En esta parábola también se puede entrever un tercer hijo. ¿Un tercer hijo? ¿Y dónde? ¡Está escondido! Es el que «siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo» (Fil 2, 6-7). ¡Este Hijo-Siervo es Jesús! Es la extensión de los brazos y del corazón del Padre: Él ha acogido al pródigo y ha lavado sus pies sucios; Él ha preparado el banquete para la fiesta del perdón. Él, Jesús, nos enseña a ser «misericordiosos como el Padre». La figura del padre de la parábola desvela el corazón de Dios. Él es el Padre misericordioso que en Jesús nos ama más allá de cualquier medida, espera siempre nuestra conversión cada vez que nos equivocamos; espera nuestro regreso cuando nos alejamos de Él pensando que podemos prescindir de Él; está siempre preparado a abrirnos sus brazos pase lo que pase. Como el padre del Evangelio, también Dios continúa considerándonos sus hijos cuando nos hemos perdido, y viene a nuestro encuentro con ternura cuando volvemos a Él. Y nos habla con tanta bondad cuando nosotros creemos ser justos. Los errores que cometemos, aunque sean grandes, no rompen la fidelidad de su amor. En el sacramento de la Reconciliación podemos siempre comenzar de nuevo: Él nos acoge, nos restituye la dignidad de hijos suyos, y nos dice: «¡Ve hacia adelante! ¡Quédate en paz! ¡Levántate, ve hacia adelante!». En este tramo de la Cuaresma que aún nos separa de la Pascua, estamos llamados a intensificar el camino interior de conversión. Dejémonos alcanzar por la mirada llena de amor de nuestro Padre, y volvamos a Él con todo el corazón, rechazando cualquier compromiso con el pecado. Que la Virgen María nos acompañe hasta el abrazo regenerador con la Divina Misericordia. 2w2l49

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Buceando el Evangelio. Pues todos bienvenidos a un nuevo episodio de Buceando el Evangelio.

Hoy cuarto domingo del tiempo de la Cualesma, domingo del Etare, y comenzamos como siempre escuchando el Evangelio que hoy San Lucas nos regala. Jesús les dijo esta parábola a los fariseos y los escribas. Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre. Padre, dame la parte que me toca de la fortuna. El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano. Allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo. ¿Cuántos jornaleros de mi padre? Tiene abundancia de pan. Mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré. Me pondré en camino donde está mi padre y le diré. Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Yo no merezco llamarme hijo tuyo.

Trátame como uno de tus jornaleros. Se levantó y vino a donde estaba su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas. Y echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Su hijo le dijo. Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco llamarme hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus criados. Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela. Ponedle un anillo en las manos y sandalias en los pies. Traed el ternero cebado y matadlo.

Celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido. Estaba perdido y lo hemos encontrado. Y empezaron a celebrar el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza. Y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Este le contestó. Ha vuelto tu hermano y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud. Él se indignó y se negaba a entrar. Pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Entonces él respondió a su padre.

Mira, en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca un orden tuyo. A mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos. En cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo, que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado. El padre le dijo. Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido. Estaba perdido y lo hemos encontrado.

Saludos a todos vosotros y a vuestras familias. Y estamos en la segunda etapa de la cuaresma, con este Domingo del Étare, Domingo de la alegría, donde ante todo tenemos que quedarnos con el

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