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Cuentos, relatos, narraciones y otras fábulas del mundo pasado, presente y futuro.
Espejo de Atropos ¿Y tú, te atreves a mirarte al espejo? Tierras Quebradas La espada blanca, por Carlos Ferrer Peñaranda En las Tierras Quebradas, donde los dioses aguardan y la magia arde bajo la piel del mundo, una mujer sigue un rastro invisible.
Su nombre es Azahara, su guía, Lobo.
Su carga, una espada que nunca olvida.
La tumba de la iluminada Galea ha sido profanada.
Nadie sabe qué fue robado, ni quién se atrevió, pero el eco del crimen resuena en el acero y despierta antiguos pactos, antiguas guerras.
Desde los montes óseos hasta las ciudades de Tres Valles, Azahara se ve arrastrada por un juego de sombras, secretos y revelaciones.
Detrás de cada encuentro, una máscara, una trampa y en cada decisión, el filo inmaculado de la espada blanca.
La ley y el caos extienden sus garras.
Un hechicero exiliado susurra nombres prohibidos.
Un teurbo juega con los hilos del destino.
Mercaderes, guerreros, santos, demonios, autómatas, todos caminan sobre el mismo abismo.
Todos avanzan, sin saberlo, sobre la hoja despiadada y pura de la espada blanca.
El sol aún no había salido, pero tras las colinas el cielo comenzaba a iluminarse.
Lobo con el torso desnudo, sintiendo como el frío de la mañana recorría cada centímetro de su cuerpo, se encontraba sumergido en su meditación matinal.
El universo se había reducido a una corriente gélida y monótona que lo envolvía y llevaba consigo.
Todo en su interior era paz y bienestar.
Sus numerosas cuitas, sus miedos, sus angustias, sus deseos, sus secretos, habían desaparecido en algún lugar.
Tras una puerta que se había tornado invisible, nada más cerrarse, inspiró un breve soplo de viento, un quejido.
Lobo abrió los ojos, se giró en todas direcciones.
En la muralla de camellos, el porteador que estaba haciendo guardia dio unos pasos hacia atrás, sujetándose a una flecha que le brotaba del pecho.
Otro soplo y un segundo proyectil se coló entre las jorobas de uno de los animales.
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