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De Francisco al futuro de la Iglesia

De Francisco al futuro de la Iglesia 6p2d1w

29/4/2025 · 08:56
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Descripción de De Francisco al futuro de la Iglesia 31616p

El siguiente paso natural es la elección del nuevo Papa. Los medios se apresuran con sus quinielas, aplicando una lógica puramente política: progresistas contra conservadores, como si estuviéramos en una elección parlamentaria. Pero quien así razona, desconoce (o desprecia) la naturaleza divina de la Iglesia. La Iglesia no se rige por categorías sociológicas. La gobierna Dios. Cristo es su fundador. LIBROS RECOMENDADOS "Esperanza. La autobiografía", de el Papa Francisco "Los papas que marcaron la historia", de Luis Jiménez Alcaide "Historia de la confianza en la Iglesia", de José Carlos Martín de la Hoz OTROS PÓDCAST RELACIONADOS La información religiosa en el ámbito periodístico https://ivoox.pelistorrent.net/informacion-religiosa-ambito-periodistico-audios-mp3_rf_145324512_1.html ¿Por qué los católicos debemos amar al Papa, sea quien sea? https://ivoox.pelistorrent.net/por-catolicos-debemos-amar-al-papa-audios-mp3_rf_84788264_1.html REDES SOCIALES Síguenos en X (antes Tuiter) @SomosLibro y @hptr2013 Canal en Telegram https://t.me/lol33s ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/1029497 4o3b4t

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

La muerte del Papa Francisco ha generado un auténtico tsunami mediático.

Todo lo que lleva la etiqueta Iglesia inevitablemente sacude al mundo.

Y es lógico, la Iglesia es la institución más universal sobre la Tierra, que lleva más siglos continuados y que además, según su fundador, durará hasta su vuelta.

Como era de esperar, las informaciones han barrido para casa, es decir, no existe una información pasiva.

Cada análisis, cada titular, cada comentario responde a un prismo ideológico.

Y es que el subjetivismo informativo se impone y con él una batalla por el relato.

No cabe duda de que el pontificado de Francisco ha sido fuente de controversias, pero quizá eso no debería sorprendernos, porque la Iglesia, cuando es fiel a su misión, es incómoda.

Su vocación no es la de agradar al mundo, sino la de anunciar el Evangelio, rescatar al ser humano de su mundanización y guiarlo hacia su destino eterno.

Así, por ejemplo, San Juan Pablo II lo hizo desde una evangelización valiente, con un carisma de fuerza que aún resuenan en las almas de millones de ciudadanos del mundo.

Su No tengáis miedo marcó una generación de católicos que maduramos nuestra fe al compás de sus firmes pasos, durante uno de los pontificados más significativos de la historia moderna.

También Benedicto XVI puso su parte e iluminó la fe con la luz de la razón, su mirada penetrante sobre la deriva cultural de Occidente fue profética.

Advirtió con voz serena pero firme del relativismo que infectaba la conciencia contemporánea.

Ambos papas supieron mantener con vigor la doctrina de la Iglesia, reforzaron los dogmas y ofrecieron al mundo una respuesta clara frente a la cultura de la muerte, el neoliberalismo sin alma, la polarización social y el desarraigo internacional.

Francisco, por su parte, pasará a la historia como el Papa de la Misericordia.

Su predicación constante de este atributo evangélico ha sido una invitación a contemplar el rostro más humano de Cristo.

Sin embargo, esa misericordia ha sido muchas veces mal interpretada.

Muchos la han convertido en una cuartada para legitimar sus propias vidas sin conversión, haciendo de las palabras del Papa un traje a su medida y de sus circunstancias.

Porque el amor sin fe se convierte en mera filantropía y la fe sin dogmas se disuelve en la nada.

Aplicar la misericordia como bálsamo universal sin el armazón firme de una doctrina clara ha provocado una profunda confusión dentro de la propia Iglesia y precisamente esa confusión será una de las marcas que acompañarán el recuerdo de Francisco.

Mientras que sus predecesores confrontaron al mundo para recordar su pecado, Francisco ha generado un discurso que ha confrontado a los propios católicos, desdibujando en ocasiones las certezas doctrinales que sostienen la fe.

El resultado ha sido una tensión interna, una Iglesia en busca de equilibrio entre apertura y fidelidad.

No nos corresponde a nosotros juzgar sus acciones, las del Papa Francisco, pero sin embargo, como católicos, tenemos el deber de amar al Papa, sea quien sea, porque representa a Cristo en la Tierra.

Lo amemos por lo que es y por lo que significa, aunque el mundo no quiera reconocerlo.

El siguiente paso natural es la elección del nuevo Papa.

Los medios se apresuran con sus quinielas, aplicando una lógica puramente política, progresistas, contraconservadores, como si estuviéramos en una elección parlamentaria.

Pero quien así razona, desconoce o desprecia la naturaleza divina de la Iglesia.

La Iglesia no se rige por categorías sociológicas.

La gobierna Dios, Cristo es su fundador, y el Espíritu Santo sopla en la conclave más allá de las intenciones humanas.

La Providencia obrará, como siempre lo ha hecho, para concedernos el pastor que más convenga al momento histórico en que vivimos.

Francisco abrió las puertas a quienes estaban lejos, a los no creyentes, los marginados, los heridos por la vida.

Fue obediente al mandato de su maestro, hizo el mundo y predicó hacer el Evangelio.

Pero ahora llega el tiempo de la siembra profunda.

Las aguas están revueltas, agitadas por el caos mundial.

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