![[44] "MUERTE BAJO LA MONTAÑA" Warhammer El Fin de Los Tiempos](https://image.staticox.com/?url=https%3A%2F%2Fimg-static.ivoox.pelistorrent.net%2Findex.php%3Fw%3D175%26amp%3Bh%3D175%26amp%3Burl%3Dhttps%3A%2F%2Fstatic-1.ivoox.pelistorrent.net%2Faudios%2Fa%2F1%2Fb%2F8%2Fa1b886be80177a3a42d85c1de86d3fa3_XXL.jpg)
[44] "MUERTE BAJO LA MONTAÑA" Warhammer El Fin de Los Tiempos 34t73
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Belegar desafía a Queek en la antesala de la ciudadela de Skalfdon, Skarsnik planea acudir con su clásica táctica de emboscadas para destruir a ambos pero un cuarto ejéricto también estará presente... Golgfag Comehombres y sus merecenarios han sido reclutados. version video: https://youtu.be/uPl7OEoXOOk 663d5p
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La hora ha llegado.
Los hijos de la gran rata cornuda comprenden que es el momento de la gran conquista.
El mundo se pudre al tiempo que la luna maligna se alza grande y cercana como nunca lo ha estado.
Los grandes clanes y señores de la descomposición son más ambiciosos que nunca.
Sus garras tienen ahora a su alcance todo lo que siempre han anhelado.
Aún así, es un momento que entraña grandes riesgos.
La traición, las conspiraciones, acechan en cada paso hacia la gloria.
Sólo los más despiadados podrán alcanzarla con la cabeza aún sobre los hombros.
Este es el fin de los tiempos.
Hasta el momento, las batallas a lo largo de Karak Ocho Picos habían sido pequeños choques.
Todo eso cambiaría en la gran sala del clan Skalfdón.
El rey Belegar lideraba los efectivos menos numerosos, pero se jactaba de tropas mejor blindadas y de élite.
Por lo tanto, su táctica de defender cuellos de botella jugaba a su favor.
La ingeniería enana había creado trampas mortales para maximizar las bajas.
Ahora los enanos habían cedido terreno a regañadientes.
Esto también era parte de su plan.
Un ejército Skaven se estaba formando, subiendo hacia el gran salón subterráneo, donde el rey Belegar los quería.
Ahora mismo, el propio rey Belegar, a la cabeza de su formación de guardia, la Hermandad de Hierro, tomaba posición en el centro de la línea de batalla.
Su primo, el señor del clan Otrigar, mantenía en alto el estandarte del martillo de hierro, anunciando con orgullo al enemigo que se enfrentaban al rey legítimo.
Belegar inspeccionó a su ejército.
Eran formidables, pero parecían perdidos en el inmenso espacio.
La sala había sido construida en una época en que Caracocho Picos alojaba millones de veces el número de enanos que allí habitaban ahora.
Miró hacia el otro extremo en el que los primeros hostigadores enemigos estaban empezando a filtrarse con cautela en la sala cavernosa.
Las distantes criaturas vestidas de negro corrían en medio de pilas de escombros, olfateando el aire.
Se subieron encima de pilares caídos para espiar mejor las fuerzas enanas desplegadas a través del gran espacio frente a ellos.
Ver a estos invasores perturbaba Belegar.
Eran cosas inquietantes y usmeadoras.
Pero algo acerca de ellos aumentó aún más la ira del rey.
En verdad esta era su morada, más que suya, ya que los hombres rata parecían más a gusto entre las ruinas de lo que estaban los enanos.
Esta afirmación molestaba a Belegar, metiéndose debajo de su piel como una astilla de piedra bajo una uña.
Él, al igual que todos los enanos, valoraba el trabajo duro.
Tenían orgullo de su arte, irando las cosas hábilmente forjadas.
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