1903. La alegría de alegrar a Dios (EDITADA) 671w5c

Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia.

Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración.

Madre mi Inmaculada, San José mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, intercede por mí.

Ahí está muchas veces la clave de la alegría, ¿no? El no tener un minuto para nosotros, no pensar en nosotros, olvidarnos de nosotros mismos.

Y hoy de nuevo nos viene a nuestra oración este tema de la alegría.

Una persona que conozco y habla conmigo regularmente me decía, me contaba en un whatsapp, su meditación de hoy me ha recordado a esto.

Madre Teresa, a la Madre Teresa que decía, sí, tengo muchas debilidades humanas, muchas miserias humanas, pero Él baja y nos usa, a usted y a mí, para ser su amor y su compasión en el mundo, a pesar de nuestros pecados, a pesar de nuestras miserias y defectos.

Él depende de nosotros para amar al mundo y demostrarle lo mucho que lo ama.

Si nos ocupamos demasiado de nosotros mismos, no nos quedará tiempo para los demás.

Aquí acaba la cita de Santa Teresa de Calcuta que le decía a otra persona, ¿no? Y ahora sigue esta mujer y decía, Don José, he oído mil veces que la auténtica alegría está en darse a los demás y olvidarse de sí mismo, pero ahora, que gracias a Dios, cuando estoy triste con mis pensamientos, lucho para poner esto en práctica, cuando lo consigo, hace que me dé cuenta de que estas palabras son realmente verdad.

Pues Señor, ayúdanos a cada uno de nosotros a descubrir la verdad de estas palabras, de que lo mejor es no tener tiempo para preocuparme por mí mismo, y entonces seré completamente feliz.

El Evangelio de la Misa de hoy dice así, es como, vamos a cambiar ahora un poco de tema en la meditación, En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos, cuando venga el Paráclito que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de mí, y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.

Cuando venga el Paráclito que os enviaré desde el Padre el Espíritu de verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de mí.

Tú, Señor, das gran importancia a la venida del Espíritu Santo, pero aún más al Padre de quien procede y de quien procedes tú nos revelas en estas palabras del Evangelio de San Juan y en otras muchas palabras del Evangelio de San Juan nos revelas el misterio más oculto de Dios que es el de la Santísima Trinidad el Padre que engendra al Hijo eternamente por amor y el Hijo que le ama eternamente y ambos expiran eternamente expiran es como que... no sé cómo explicarlo expirar algo significa que algo procede de uno pues ambos expiran el Espíritu Santo y esto es el modo en que ese amor sale del Padre, va al Hijo y vuelve al Padre por medio del Espíritu Santo decía en una ocasión Chesterton sin la idea de varias personas en Dios no es posible afirmar que Dios es amor ¿a qué? ¿o quién? si Dios es amor y antes de que existiera el mundo Dios estaba amor a quién? ¿cómo va a ser amor si no tiene a quién amar? San Agustín hablaba para explicar este misterio tan profundo de nuestra fe esa imagen que está tomada del ser humano que somos imagen de Dios el Padre eternamente conoce con su inteligencia así es una manera de hablar se conoce a sí mismo y esa imagen engendrada eternamente es el Verbo, la imagen del Padre y luego el Padre la contempla y ama esa imagen de sí mismo porque es una imagen preciosa, impresionante, infinita y ese amor es el Espíritu Santo bueno, no es más que una metáfora pero nos ayuda el Padre, el Verbo, el Amor un poco antes en la intimidad de la última cena a tu Señor nos dijiste es necesario que el mundo conozca que yo amo al Padre necesario lo ves como como una de las partes más importantes