La voz del universo 6j3s4g

Era una fría y despejada noche de noviembre de 1967.

Jocelyn Bell, una joven y apasionada estudiante de doctorado en la Universidad de Cambridge, se encontraba en el observatorio, rodeada de un mar de cables y equipos. Muchísimos.

Cables de red, cables de electricidad, ordenadores… Era un radiotelescopio.

Sí, ese radiotelescopio era una estructura imponente y compleja.

Se alzaba bajo el cielo estrellado, capturando señales del vasto universo.

Jocelyn, con su cabello recogido y sus ojos llenos de determinación, revisaba meticulosamente los registros de las señales de radio, buscando patrones que pudieran revelar secretos cósmicos.

Desde pequeña, Jocelyn había seguido una fascinación por las estrellas.

Creció en Irlanda del Norte, donde las noches despejadas le permitían observar el cielo y soñar con los misterios que escondía.

Su pasión la llevó a estudiar física y, eventualmente, a Cambridge, donde se unió a un equipo, el equipo de Anthony Hewis, un renombrado astrónomo que trabajaba en la construcción de un radiotelescopio revolucionario.

El proyecto de Hewis era ambicioso.

Construir un radiotelescopio capaz de detectar señales de radio provenientes de los guásares, que son objetos extremadamente lejanos y brillantes.

Jocelyn, con su entusiasmo y dedicación, se sumergió en el trabajo.

Y pasaba largas horas estudiando, ajustando equipos y analizando datos.

Una noche, mientras revisaba los registros, algo inusual llamó su atención.

Era una señal repetitiva y regular, como el latido de un corazón cósmico.

Intrigada, ajustó los controles y observó con más detalle.

La señal, que aparecía cada 1.337 segundos, era demasiado precisa para ser un ruido aleatorio.

Así que, con el corazón acelerado, Jocelyn decidió investigar más a fondo.

Durante las siguientes semanas, Jocelyn y su equipo trabajaron incansablemente para descifrar el origen de la señal.

Descartaron la posibilidad de que proviniera de fuentes terrestres o de interferencias humanas.

La señal, que apodaron Little Green Men, era una broma, parecía provenir de una estrella lejana.

Jocelyn, con su aguda intuición y habilidades analíticas, sospechaba que estaban ante un descubrimiento monumental.

El proceso de análisis fue arduo y meticuloso.

Jocelyn pasaba noches enteras en el observatorio, registraba cada detalle y comparaba datos.

Su dedicación y perseverancia comenzaron a dar frutos cuando encontraron más señales similares.

Y todas provenientes de diferentes puntos del cielo.

Esto descartó la posibilidad de que se tratara de una anomalía única.

Finalmente,