T1 #26 VOCES SINGULARES, aventuras literarias. 6m3p

Voces singulares. Aventuras literarias.

Hola, buenos días, tardes o noches. Soy Belén, la conductora de este programa todavía en prácticas con una L enorme en la espalda, pero con toneladas de ganas y disfrutando como una niña con zapatos rosas nuevos. En esta entrega Miguel Gardeta brindará por el teatro. Guillermo Romero nos guiará por el viaje del héroe. Habrá una nueva recomendación literaria bajo mi humilde opinión.

Cristinica Gómez abordará dos temas tan dispares como sorprendentes y cerraremos con broche literario de la mano de dos jóvenes voces. Voces, voces, voces.

Leo y Bianca que rugirán en lo que comen las panteras.

Ajustad los auriculares y vamos a sumergirnos en estas aventuras literarias.

Soy Miguel Gardeta y esto es en ocasiones recuerdo hechos, una sección en la que haremos memoria y descubriremos momentos y pasajes de la historia relacionados con el mundo de la literatura. Hoy es 27 de marzo, día mundial del teatro, y no puedo dejar pasar la oportunidad para recordar que en Voces Singulares, Aventuras Literarias, tenemos una magnífica sección de radioteatro titulada Entre Bambalinas.

¿Qué sería de la radio sin el teatro? ¿Qué sería del teatro sin la radio? Hoy les voy a contar cómo dos amigos aparentemente diferentes han compartido una historia de amor y odio, a veces riendo y en otras compitiendo por la atención del público. Así que, sin más preámbulos, pongamos en marcha esta locura en forma de homenaje a mis compañeras y mis compañeros del radioteatro. Imaginen esto.

Un locutor de radio entra en un bar. No, no es el comienzo de un chiste, aunque podría serlo. Es la realidad de dos mundos que comparten algo esencial, la pasión por contar historias. En el teatro las historias se ven, en la radio se escuchan, pero al final ambas nos transportan a lugares mágicos, nos hacen soñar despiertos y a veces nos hacen preguntarnos en qué estaban pensando cuando hicieron esto.

La radio y el teatro son primos lejanos que se encuentran en las reuniones familiares. Uno es más visual, el otro es más auditivo, pero ambos saben cómo captar nuestra atención y, si no lo hacen, siempre pueden echarle la culpa al guionista. En el teatro todo es visual. Ves a los actores, los decorados, las luces, los efectos especiales... Bueno, eso a menos que sea una obra minimalista, en cuyo caso sólo ves a un tipo con una silla y una bombilla colgando. Pero en la radio... ¡ay, en la radio! Todo está en tu mente.

Cuando el locutor dice, estamos en un bosque oscuro y misterioso, tú inmediatamente imaginas un bosque. Excepto cuando el locutor tiene una voz tan monótona que terminas imaginando un centro comercial en vez de un oscuro, un oscuro y misterioso bosque. Pero eso es otra historia.

La radio, digamos que es como el teatro de la mente. No hay presupuesto, no hay problemas de iluminación y, si el actor se equivoca, nadie lo ve. Aunque, claro, en la radio tampoco puedes disimular un error con una coreografía improvisada.

Si te equivocas, ¡pum!, todo el mundo lo nota.

Los actores de teatro son criaturas fascinantes. Pueden interpretar a Hamlet a un árbol o a un árbol que interpreta a Hamlet o a Hamlet interpretando a un árbol.

Pero, espera que me lío. Cuando un actor de teatro llega a la radio, todo cambia.

De repente, ya no pueden usar su cuerpo para expresarse. No hay gestos dramáticos, no hay miradas intensas, no hay caídas espectaculares. Sólo tienen una voz.