SIN PALOS EN LAS RUEDAS: "Muerte, Informe Asistencia Personal, Escaras, OZEMPIC y más." 6s402x

En Radio Jabato. Sin palos en las ruedas. Dirigido por Javier Font. Gracias a Fundación 360 para la Autonomía Personal y Fama Cosenfe, Madrid.

Bueno, bueno, pues nada, ya tenemos ganas de estar otra vez aquí con todos vosotros, con todos ustedes.

Todo el equipo de Sin Palos en las Ruedas desde luego les manda un ferviente saludo y decirles que esperan que pasen un buen rato con nosotros.

Hoy vamos a hablar de algo que aunque pareciera triste pero es muy interesante.

La verdad que hablar de la muerte pues suena a veces con mucho frío, un poco de aquella manera, pero también hay que hablar de ello.

La muerte es paradójicamente una de las pocas experiencias verdaderamente universales y al mismo tiempo la más desconocida.

Todos la enfrentaremos, todos perdemos a quienes amamos, todos pensamos en algún momento en ese final inevitable que pone punto y aparte nuestras vidas y sin embargo seguimos sin saber con certeza qué significa realmente morir.

Cuando decimos la muerte, normalmente imaginamos una línea que se cruza un apagón, un final rotundo, pero la ciencia moderna ha ido desdibujando este límite.

Hoy sabemos que la muerte no ocurre en un solo instante, es más bien un proceso que comienza cuando el corazón deja de latir, los pulmones dejan de respirar y el cerebro cesa su actividad.

Pero incluso entonces algunas células continúan vivas por minutos o a veces horas.

En ciertos órganos como la piel o los huesos puede haber actividad durante días.

¿Significa esto que la muerte es reversible? Pues se cree que no, pero sí nos obliga a repensarla como un fenómeno gradual no instantáneo.

Y lo más integrante es que en los últimos años se han documentado cientos de testimonios de personas que fueron declaradas clínicamente muertas y luego reanimadas.

Estas experiencias cercanas a la muerte, las llamadas ECM, no solo han sido estudiadas por médicos sino también por neurocientíficos, psiquiatras o teólogos, que también.

Muchas personas describen sensaciones de profunda paz, de estar fuera de su cuerpo, de atravesar un túnel o de encontrarse con seres queridos fallecidos.

Algunos científicos explican estas vivencias como descargas eléctricas cerebrales al borde de la muerte o como reacciones químicas en un cerebro que está perdiendo oxígeno.

Pero otros se atreven a dejar la puerta abierta. Tal vez estamos ante algo que aún no podemos comprender del todo.

En cualquier caso, la muerte sigue siendo para la mayoría un auténtico enigma.

Un territorio en el que la ciencia, la filosofía y la espiritualidad se entrecruzan.

Las grandes religiones han puesto propuestas de respuesta a esto. El cielo, la reencarnación, el juicio final, el descanso eterno.

Estas visiones no solo intentan explicar el más allá sino también dar sentido a la vida misma, porque pensar en la muerte es inevitablemente pensar en cómo vivimos.

Y tal vez esa sea la pregunta clave. No qué ocurre cuando morimos, sino cómo vivimos sabiendo que vamos a morir.

La conciencia de la muerte, la conciencia de este asunto, lejos de ser una condena, puede ser una brújula.

Nos recuerda que no somos eternos, que nuestros días son finitos, que se acaban.

Nos obliga a preguntarnos si estamos haciendo lo que realmente queremos, si estamos cultivando relaciones sinceras, si estamos dejando huellas que importan.

En ese sentido, la muerte puede ser una gran maestra. Nos enseña a valorar lo cotidiano, a perdonar más rápido, a amar más intensamente, porque cada momento, cada palabra, cada abrazo podría ser el último.

También deberíamos hablar de cómo mueren las personas en nuestra sociedad, por ejemplo.

En muchos países la muerte ha sido medicalizada, institucionalizada, separada de la vida cotidiana, vaya.

Morimos en hospitales, muchas veces solos, sin rituales, sin despedidas, sin preparación emocional.

Y eso nos deja a los vivos desorientados, heridos, a veces incluso culpables.

Tal vez uno de los grandes retos de nuestro tiempo no sea solo alargar la vida, sino también recuperar una manera más humana y compasiva de morir.

Y luego está lo que llamamos el duelo, porque cuando alguien muere, no desaparece solo su persona, desaparece una voz, una risa, una costumbre compartida.

Mueren los futuros posibles que imaginamos con esa persona, pero también nacen otras cosas, el recuerdo, el legado, la gratitud.

Morir no es solo un fin, a veces es el comienzo de una historia.