Relatos Salvajes: Francisco, el Papa de San Lorenzo 3z4s31

¡Aquí comienza Café Carlovich! ¡Bienvenidos, bienvenidas, amigas y amigos del fútbol retro, del fútbol nostálgico, del fútbol vintage, en definitiva, del fútbol de ayer que tanto nos gusta recordar hoy! Y bienvenido un día más a mi gran amigo, mi compañero, el capitán del barco, Don Marcos Rojo.

¿Qué tal, Marcos? ¿Cómo estás? ¿Qué tal, Toni? Un día más, pero no un día como el resto, porque estamos grabando en sábado por la mañana, algo bastante extraño en nuestro caso, creo que es la primera vez que grabamos en sábado por la mañana, pero ahora veremos que la ocasión lo merece.

Así es, porque como veníamos defendiendo siempre desde el inicio de nuestro podcast, allá por el mes de diciembre, que parece que llevamos mucho más tiempo, pero no, llevamos apenas seis meses, siempre hemos defendido en Café Carlovich que traemos el fútbol, lo intentamos traer, el fútbol del pasado, el fútbol retro, pero siempre con los pies en el presente y siempre manteniendo ese hilo con la actualidad.

Y en el capítulo de hoy vais a ver el porqué de esto que estoy diciendo.

Porque el capítulo de hoy es un capítulo muy especial, Marcos, es un relato salvaje.

Ya sabéis que en relatos salvajes siempre hablamos, traemos historias curiosas del fútbol, de futbolistas, de presidentes, entrenadores, de sus protagonistas, pero en este caso no se trata de ninguno de estos que he mencionado.

Vamos a hablar de un aficionado.

Pues sí, Toni, como bien dices, vamos a hablar de un aficionado.

Vamos a contar la historia de un niño que en los recreos del colegio salesiano del barrio porteño de Flores soñaba con ser futbolista.

Y soñaba con serlo desde una portería improvisada en la que dos piedras actuaban como postes, desde la que este niño observaba a sus compañeros correr detrás de una pelota de trapo, muy atento siempre y muy concentrado para no encajar goles.

Jugaba de portero y no porque le gustara especialmente, sino más bien porque era un patadura, que era como lo llamaban y era una manera de mofarse en aquella época de los niños que no tenían mucha habilidad.

Este niño, que se llamaba Jorge Mario Bergoglio, pues a este niño la vida lo llevó por un camino totalmente diferente al del fútbol, como todos sabemos.

Pero nunca perdió la pasión por la pelota y nunca escondió que su corazón, además de a Dios, pertenecía a Solrenzo de Almagro.

Y hoy, en Relatos Salvajes, os vamos a hablar, por tanto, del Papa Francisco, el papa más futbolero y un papa cuyo funeral se ha celebrado esta misma mañana.

Correcto. De ahí que grabemos un sábado por la mañana, creemos, desde Café Carlos Beach, la ocasión y el personaje, pues todo junto lo merecía.

Y lleva razón en lo que dice respecto al papa en su infancia, porque mucho antes de convertirse en papa, ya por 1946, ese pequeño Jorge no se perdía un partido que San Lorenzo jugara en casa.

Iba con su padre, que fue el que le contagió el amor por el fútbol, al viejo gasómetro de la avenida de La Plata, que era el estadio del barrio de Boedo, ya demolido, en el que el club vivió sus mejores años.

Allí, Jorge, como cualquier niño que va a ver a sus ídolos, pues vibraba con sus héroes.

Se sabía la alineación de memoria entera, de carrerilla, pero a él, que era portero en los recreos, le gustaban especialmente los delanteros.

En una época en la que se estilaba poner siempre un sobrenombre a las delanteras, a la del ciclón de Boedo, se le llamó el Terceto de Oro.

Lo formaban el habilidoso y móvil Mamucho Martino, al que apodaban así porque parece que usaba la expresión más mucho.

El más sacrificado y luchador Armando Farro, que jugaba algo más retrasado, y el ariete René Pontoni.

Se entendían a la perfección, con una mirada, y ayudaron a Salarenzo a vivir una de las mejores étapas de su historia y ganar el campeonato de Primera División de ese año.

Marcando, ojo al dato Marcos, nada más y nada menos que 90 goles.

Y al hacer incluso una gira por Europa, enfrentándose a grandes equipos, entre otros los equipos que en este podcast cada uno anima.

Por un lado al Real Madrid, por otro al Atlético de Madrid. Ojo, Marcos, venciendo a ambos.

Sí, y ese último que ha citado, René Pontoni, era el ídolo de Jorge Bergoglio.

Era un ariete goleador, era un ariete muy técnico, uno de los mejores jugadores argentinos en la década de los 40, y que no fue un más grande por una gravísima lesión de rodilla sufrida tras una dura entrada de un rival cuando sólo tenía 28 años.

Esto le llevó al Papa, en una recesión de 2013, a jugadores italianos y argentinos