
Personajes indispensables de la Historia de España: "Carlos II, el hechizado". Raúl-Fernando Gómez 3w604c
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Carlos II de España, mal llamado «el Hechizado», fue rey de España entre 1665 y 1700.El último monarca de la Casa de Habsburgo, que había gobernado España desde 1516, murió sin dejar descendencia, lo que llevó a un conflicto internacional respecto a la cuestión de su sucesor. 342v10
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Dijo Camilo José Sela en una ocasión, hay dos clases de hombres, quienes hacen la historia y quienes la padecen.
Bienvenidos amigos a un nuevo programa de Senderos de la Historia. En nuestro programa de hoy de personajes indispensables de la historia de España, os hablaré de Carlos II, llamado el hechizado.
Carlos II heredó un reino en ruinas. Las figuras de políticos menores y las intrigas de la corte contribuyeron a apagar las últimas glorias imperiales. El rey nunca gobernó por sí mismo y asistió, sin poder evitarlo, a la desintegración del tejido económico del país, a la incapacidad gestora de sus favoritos y a la depredación territorial de Luis XIV, el rey sol.
Años antes de morir, Carlos entendió que las grandes potencias europeas esperaban su fin para repartirse una corona a la que no había podido dar un heredero.
Bueno amigos, pues os recomiendo que os abrochéis bien las mochilas porque comenzamos un nuevo programa. Adelante.
Aquí comienza Senderos de la Historia, un programa presentado y dirigido por Raúl Fernando Gómez Felipe IV, después de la muerte de Isabel de Borbón, se había casado en segundas nupcias con la archiduquesa Mariana de Austria, hija del emperador Fernando III. Doña Mariana tuvo cinco hijos, Margarita María, después emperatriz de Alemania, María Ambrosia, que no vivió más de dos semanas, Felipe Próspero, que falleció antes de cumplir los cuatro años, Fernando Tomás, también muerto al cabo de unos meses, y finalmente Carlos, que nació el 6 de noviembre de 1661.
En la corte tampoco se esperaba que este último vástago prosperara mucho más porque se le veía enfermo, raquítico y con claros signos de debilidad mental, a pesar de los muchos cuidados que recibía y aunque se le alargó la lactancia hasta los cuatro años.
Por entonces, en el otoño de 1665, murió su padre. Aquel niño, que probablemente moriría al cabo de poco tiempo, heredaba un reino entregado a los cortesanos que estragaban el reino.
Los palacios europeos miraban al antiguo Alcázar de Madrid, esperando el final y dispuestos a comenzar el reparto de los reinos de España.
Sin embargo, el niño sobrevivió. Su debilidad física y mental, o la incompetencia de quienes se ocuparon de su educación, hicieron de él un muchacho cercano a la extravagancia o la necedad. A los nueve años aún no sabía leer ni escribir, aunque en la corte solía advertirse que los degenerados solían gozar de cierta precocidad. Él era el desgraciado fruto final de la endogamia de los Habsburgo.
Tal y como quedó decidido las disposiciones finales de Felipe IV, Mariana de Austria asumió la regencia durante la minoría del heredero que concluyó en 1675, cuando cumplió 14 años. De todos modos, la regencia se sometió a los dictados de una junta de gobierno que el monarca había dejado prevista. Los primeros años de la regencia estuvieron marcados por las ambiciones de Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV, fruto de una relación escandalosa con la actriz María Calderón. El bastardo había destacado en sus labores militares y había ocupado el virreinato de Cataluña y la gobernación de Flandes.
No obstante, su objetivo era la corona de España. A sus intenciones se oponía a Mariana de Austria y su favorito, el jesuita austríaco Juan Everardo Nidhardt, que también ostentaba el cargo de inquisidor general. Durante aquellos años, además de la incompetencia política de la junta de gobierno, hizo imposible sanear las arcas del Estado y prever la agresión de Luis XIV de Francia y los territorios de Flandes. De puesto Nidhardt, la regente se apoyó en un nuevo favorito, Fernando Valenzuela, que repartió mercedes y títulos nobiliarios, organizó fiestas y despifarró cuanto quiso en acontecimientos públicos.
Nidhardt quiso tomar las riendas del reino pero los distintos bandos sabían que jamás podría gobernar por sí mismo. Fernando Valenzuela, con el apoyo de la regente, deseaba mantener la sustanciosa privanza y se había hecho nombrar primer ministro. Por otra parte, los aristócratas y don Juan José de Austria esperaban el momento para acceder al poder.
El bastardo estaba asentado en Aragón, donde era muy querido. Contaba también con el apoyo de la Iglesia, que veía en él la recuperación moral que constantemente vulneraba a Valenzuela.
Todo culminó en un desastre.
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