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Descripción de Pablo Iglesias entrevista a Juan David Correa, Ministro de Cultura de Colombia | A VUELTAS 16u1h
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Nuestro invitado de hoy estudió literatura y llegó a trabajar para la editorial Planeta en su país.
Abandonó ese trabajo porque no le permitieron publicar un libro sobre las conexiones políticas y económicas del Clan Char en Barranquilla.
Algún tiempo después, Gustavo Petro le nombró Ministro de las Culturas, las Artes y los Saberes de Colombia.
A vueltas con Juan David Correa.
Juan David Correa, bienvenido a Canal Red. Muchas gracias por atendernos.
Hola, Pablo. Buenas tardes en España y buenos días en Colombia.
A mí me gusta siempre empezar estas conversaciones preguntando por la infancia.
Yo sé que eres hijo de una abogada, de Consuelo Ulloa, de un intelectual de izquierdas, Hernan Darío Correa,
pero de alguna manera eran hijos de lo que representó en términos políticos en aquella época la Revolución Cubana,
la Revolución Sandinista en mayo del 68. ¿Cómo era el ambiente cultural y político en el que creciste?
Bueno, lo primero es agradecerte por la conversación a Canal Red, que es un medio que en particular iro,
creo que está haciendo un trabajo encomiable porque se escuchan otro tipo de voces en el mundo de hoy.
No es una infancia muy distinta quizás a la de muchos niños latinoamericanos de clase media.
Cuando me preguntan por mi posición o por donde me sitúo, lo que digo es que en el fondo soy hijo de esa generación
que quiso crear una situación, un lugar en donde pudiéramos estar mejor.
Yo no creo que, como extrañamente se ha querido difundir, hayan fracasado, todo lo contrario,
abrieron la posibilidad a que los movimientos sociales, las luchas feministas, los intelectuales,
pudieran empezar a ocupar lugares en nuestra sociedad, a pesar de que pusieron también una cuota muy grande de dolor,
de tristeza, de violencia que les tocó vivir.
Mi padre, por supuesto, un intelectual vinculado a la izquierda, un socialista independiente,
tuvo acá un grupo que se llamó las Ligas Socialistas durante mucho tiempo,
y cuando llegó la violencia de los 80, buena parte de las personas de izquierda que no se comprometieron,
no se fueron a luchas distintas como la lucha armada o una lucha mucho más política en el sentido de partido,
tomaron caminos distintos.
Mi padre se dedicó a trabajar con comunidades indígenas, es sociólogo y antropólogo,
y empezó a trabajar con movimientos sociales, que ha sido su convicción toda su vida.
Así que mi infancia ocurre entre dos casas, entre dos hogares, me separaron cuando yo era muy niño,
y viví entonces entre ese mundo de los movimientos sociales y un mundo un poco más burocrático,
que es el mundo de mi madre, que es también una mujer muy lectora, muy comprometida,
pero quería quizás una vida menos tumultuosa que la que tuvo mi padre como aventura durante toda su vida,
y la que tiene aún hoy.
Hay una obra tuya que me interesa...
Y no hablan de mis padres, no de mi infancia, pero bueno.
El psicoanálisis es así, lo importante son las respuestas mucho más que las preguntas.
Hay una obra tuya que me interesa particularmente en el contexto actual en España.
Escribiste en 2010 El barro y el silencio, en la que digamos que haces una crónica sobre la avalancha de barro
que después de una erupción volcánica habría sepultado el pueblo de tus abuelos, Armero.
Y ahí hablas de la convergencia de fuerzas naturales y de políticas negligentes para explicar la tragedia.
Claro, esto inevitablemente me hace pensar en lo que ha ocurrido en Valencia,
que ha sido algo que se ha seguido en Colombia.
El propio presidente Petro puso algún trino señalando las movilizaciones que había contra la gestión negligente.
Te quería preguntar, ¿qué aportes puede hacer la narración a la superación de una tragedia?
¿Cuál es el papel de los que escriben para ayudar a enmarcar y afrontar las tragedias
que en este caso mezclan cambio climático y negligencias políticas?
Lo primero, Pablo, es cuando vi la imagen de la Adana, que la vi muy rápido.
Estaba yo en la COP de Cali y vi lo que estaba ocurriendo a las dos horas.
Pensé, por supuesto, en Armero.
Armero era un pueblo de unas 30 mil personas en un departamento colombiano que se llama Tolima.
Era una ciudad próspera porque había molinos de arroz, de algodón.
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