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Nano y Esmeralda CAP.2

Nano y Esmeralda CAP.2 i646b

18/4/2025 · 31:04
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mariaycuento

Descripción de Nano y Esmeralda CAP.2 tv3k

Continúa la historia con el capítulo 2 de Nano y Esmeralda 21k6g

Lee el podcast de Nano y Esmeralda CAP.2

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

2. Aunque lo estaba deseando, Nano no encontró el momento para comunicar a su familia lo que le había ocurrido por la tarde en el parque. Y no fue por falta de tiempo o de ocasiones que las tuvo, sino porque cuando iba a comenzar a hablar, recordaba una pregunta de Esmeralda. ¿Eres tú de los que saben guardar un secreto? Y no se atrevía a decir nada. Durante toda la cena estuvo pensando en el asunto, y a los postres llegó a la conclusión de que no tenía por qué guardar ningún secreto, ya que Esmeralda estaba loca de remate. Casualmente, su hermana Rosa le ayudó muchísimo.

«¡Mamá! Necesito un jersey nuevo», dijo Rosa con ese tono ñoño que siempre ponía a la hora de pedir algo. «Bueno», respondió la madre, un tanto distraída. «He visto uno en la tienda de la esquina. ¿Por qué no me lo compras?». «¿Comprar? No, no, yo te lo haré. Pero que sea igual que el de la tienda».

Como Nano ya había terminado el postre, se levantó de la silla y fue al cuarto de baño a lavarse los dientes. Desde allí escuchaba atentamente la conversación que mantenían su madre y su hermana. «Mañana iremos a comprar la lana». «Harán falta tres colores».

«Bueno, no seas pesada», cortó la madre, «y acaba de una vez de cenar». Nano no había terminado aún de lavarse los dientes, pero comprendió que había llegado el momento y no podía dejarlo pasar. «¡Mamá!», gritó, y un borbotón de pasta dentrífica se le escapó de la boca y se estrelló contra el espejo.

«¿Qué quieres, Nano?», respondió la madre desde el comedor. «He conocido a una viejecita en el parque». «Te tengo dicho que no hables con desconocidos». «Me ha dicho que va a tejerme un jersey». Al espejo del cuarto de baño le salió un sarampión blanco y espumoso. «¡Anda, no digas tonterías y termina de lavarte los dientes!». «Es verdad», respondió Nano. En ese momento, Luisma entró en el cuarto de baño y, al ver el espejo, se limitó a mirar compasivamente a Nano. «La que te vas a ganar», le dijo. «No digas nada, mamá. Ahora mismo lo limpiaré».

Pero Luisma ni siquiera le escuchó. Echó a correr por el pasillo gritando «¡Mamá! ¡Mamá! ¡Nano ha manchado el espejo del cuarto de baño!». Para evitar la regañina, Nano cogió una toalla y la restregó por el espejo. ¡Qué desastre! La pasta dentífrica se extendió por todas partes de manera alarmante, y su madre ya venía por el pasillo.

«¡Nano! ¡Cochino! ¿No te da vergüenza a tu edad? Ni siquiera Luisma hace estas marranadas». Luisma movía la cabeza afirmativamente, como diciendo «¿Es verdad lo que dice mamá?». «Es que…», se disculpó Nano, «al hablar, no me he dado cuenta de que…». «Enjuágate la boca de una vez y vete a la cama».

Su madre estaba enfadada de verdad, y Nano sabía que, cuando se producían estas situaciones, lo mejor era callarse y esperar, y sobre todo, cuando su padre acudía a enterarse del motivo de los gritos. «¿Y lo acababa de limpiar esta mañana?», se quejaba la madre. «Que no vuelva a suceder, Nano», le recriminó su padre muy serio. Nano podía dar explicaciones, podía dar un montón de explicaciones, pero como estaba harto de darlas, permaneció callado y se acostó.

Metió la cabeza debajo de la almohada para no ver ni oír nada. Sabía que, antes de dormirse, su madre iría a darle un beso, como todas las noches, y en ese momento se le habría pasado el enfado. Nunca estaba enfadada a la hora de darles un beso. Pero antes llegó Luisma. Le oyó entrar, canturrear una canción y meterse en la cama. Al cabo de unos minutos, Luisma le llamó repetidas veces. «Nano, Nano, ¿me oyes? Sé que estás despierto, deja de hacerte el dormido, Nano».

Nano pensaba hacerse el duro y no responder a las llamadas de su hermano, pero enseguida descubrió que había una forma mejor de vengarse. Asomó la cabeza por detrás de la almohada, y le dijo de sopetón, «Esta tarde he montado en una bici que vuela». Luisma se incorporó de un salto. «¿De verdad?» «Una bici muy antigua, tiene 347 años». «¿347?» «O 348, o es una bici mágica». «Me estás engañando».

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