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El heroe de las eras 2

El heroe de las eras 2 2d375v

24/2/2025 · 09:00:00
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Descripción de El heroe de las eras 2 l4e12

El héroe de las eras es una novela de fantasía escrita por el autor estadounidense Brandon Sanderson. Su versión original fue publicada el 14 de octubre de 2008 por Tor Books y la traducción en español fue publicada en España por la editorial Nova en 2010. Es la tercera novela de la trilogía original de Nacidos de la bruma, siendo la conclusión de esta primera etapa de la saga. Ya en 2011 le seguiría Aleación de ley, la primera de la tetralogía de la segunda edad de mistborn. 5kg6x

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Tipo de ser que cambie, y siempre he sentido odio y animosidad en él.

Hizo una pausa frunciendo el ceño.

—Eso fue el principio. La noche en que vi por primera vez el espíritu de la bruma fue cuando empecé a sentir que las brumas ya no eran mi hogar.

—¿Estás segura de que el espíritu no es lo que mata a la gente y las hace enfermar? Vin asintió.

—Sí, estoy segura.

En esto se mostraba inflexible, aunque Elend consideraba que se precipitaba un poco al juzgar. ¿Algo espectral moviéndose en las brumas? Parecía el tipo de cosa que se podía relacionar con las personas muertas súbitamente en esas mismas brumas.

Naturalmente, esas personas no morían apuñaladas, sino en tres tertores.

Elend suspiró y se frotó los ojos. Su carta inacabada a Lord Jommen permanecía sobre la mesa. Tendría que volver a ella por la mañana.

—Elend —dijo Vin—, esta noche le dije a alguien que detendría la caída de ceniza y volvería el sol amarillo.

Elend arqueó una ceja.

—¿A ese informador con el que hablaste? Vin asintió. Los dos guardaron silencio.

—No esperaba que fueras a itir algo así —comentó él por fin—. Soy el héroe de las eras, ¿no? Incluso Sazed lo dijo antes de que empezara a volverse raro. Es mi destino.

—¿El mismo destino que dijo que tomarías el poder del Pozo de la Ascensión y luego lo liberarías por el bien de la humanidad? Vin asintió.

—Vin —dijo Elend con una sonrisa—. En realidad no creo que el destino sea algo de lo que tengamos que preocuparnos ahora mismo. Quiero decir, tenemos pruebas de que Ruina retorció las profecías para engañar a la gente y así ser liberado.

—Alguien tiene que preocuparse por la ceniza —repuso Vin.

No había mucho que él pudiera decir a eso. Su parte lógica quería discutir, argumentar que deberían concentrarse en las cosas que podían hacer. Crear un gobierno estable, descubrir los secretos que había dejado el Lord Legislador, asegurar los suministros de los depósitos... Sin embargo, la constante caída de ceniza parecía volverse aún más tensa.

Si eso continuaba, no pasaría mucho tiempo antes de que el cielo fuera solo una sólida tormenta negra de ceniza. Le resultaba difícil pensar que Vin, su esposa, pudiera hacer algo respecto al color del cielo o la ceniza. —Demu tiene razón —pensó pasando los dedos por la carta metálica al Lord Jommen. —No soy un buen miembro de la Iglesia del Superviviente.

La contempló, sentada en la cama al otro lado del camarote, la expresión distante mientras pensaba en cosas que no deberían ser responsabilidad suya. Aún después de haber pasado toda la noche saltando por la ciudad, aún después de los largos días de viaje, aún con el rostro manchado de ceniza, era hermosa. En ese momento, Ellen advirtió algo. Vin no necesitaba que otra persona la adorara. No necesitaba otro fiel creyente como Demu, y mucho menos que él fuera creyente. Él no tenía que ser un buen miembro de la Iglesia del Superviviente.

Tenía que ser un buen marido. —Bueno, está bien —dijo. —Hagámoslo. —¿El qué? —preguntó Vin. —Salvar el mundo, detener la ceniza. Vin bufó en voz baja. —Haces que parezca un chiste. —No, lo digo en serio —contestó él poniéndose en pie. —Si esto es lo que consideras que tienes que hacer, lo que consideras que eres, hagámoslo. —Ayudaré como pueda. —¿Y tu discurso de antes? —recordó Vin. —En la última cueva de almacenaje hablaste de la división del trabajo. Yo con las plumas, tú uniendo al imperio. —Me equivoqué. Vin sonrió, y de repente Ellen sintió como si el mundo se hubiera enmendado un poquito.

—Bien —dijo él sentándose en la cama junto a ella. —¿Tienes alguna idea? Vin hizo una pausa. —Sí —contestó. —Pero no puedo decírtela.

Ellen frunció el ceño. —No es que no me fíe de ti —aclaró Vin. —Es ruina. En la última caverna de almacenaje encontré una segunda inscripción en la placa casi al pie. Me advertía que todo lo que hablara o escribiera sería conocido por nuestro enemigo, así que si hablamos demasiado sabrá nuestros planes. —Eso dificulta un poco que trabajemos juntos en el problema.

Vin le agarró las manos. —Ellen, ¿sabes por qué al final accedí a casarme contigo? Ellen negó con la cabeza. —Porque me di cuenta de que confiabas en mí —dijo Vin.

Confiabas en mí como nadie lo ha hecho antes. Esa no.

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