Episodio 41. Autocontrol: surfeando el impulso 2cy3u

Hola, me llamo Natalia Montoya Nasser y esto es Psicolabys, tu espacio sobre salud mental.

Hoy vamos a hablar de un tema que todos, absolutamente todos, hemos enfrentado y muchas veces perdido, el autocontrol. Comenzamos. ¿Te suena eso de solo voy a ver un capítulo que es tarde ya y terminas viendo toda la temporada? ¿O prometerte no dedicarle más de 5 minutos al móvil por la noche y cuando te das cuenta son las 2 y 34 de la mañana y estás viendo un vídeo de una señora enseñando a doblar una sabana bajera? El autocontrol es la capacidad de regular nuestros comportamientos, nuestras emociones, pensamientos, para alcanzar objetivos o metas a largo plazo, incluso cuando eso implica resistir deseos o impulsos inmediatos. Es una forma de autorregulación y está muy relacionada con las funciones ejecutivas del cerebro, especialmente con la corteza prefrontal, que es la parte que nos ayuda a planificar, a evaluar consecuencias, a tomar decisiones, a pensar antes de actuar, básicamente.

En otras palabras, es la parte que evita que gritemos cuando vamos al volante y hay tráfico, que mandemos un mensaje impulsivo del que nos vamos a arrepentir seguramente o que engullamos la tableta entera de chocolate de una vez. En los años 60, el psicólogo Walter Mischel realizó el mítico experimento de la golosina con niños pequeños para estudiar la demora de la gratificación.

En este estudio, a cada niño se le ofrecía una golosina y se le decía te puedes comer esta hora o si esperas 15 minutos te damos dos. Luego el adulto salía de la sala durante unos 15 minutos mientras una cámara grababa al niño. Los resultados mostraban diferentes estrategias de autocontrol, algunos se los comían rápidamente, otros luchaban con la tentación y unos pocos lograban esperar.

Mischel y su equipo hicieron un seguimiento de los niños durante décadas y encontraron que en promedio los niños que habían esperado y no se comieron la golosina tenían mejores resultados académicos, eran más exitosos profesionalmente, mostraban mayor tolerancia a la frustración y tenían en definitiva una mejor salud física y mental.

Este experimento puso en evidencia la importancia de la demora de la gratificación, que es la capacidad de posponer un placer inmediato en favor de una recompensa mayor en el futuro. Sin embargo, investigaciones posteriores subrayaron que el entorno también es clave. Cuando los niños percibían que el entorno no era confiable o predecible, tendrían a optar por la recompensa inmediata. Y esto muestra que el autocontrol no depende solo de la persona, sino también del contexto de cada uno.

Así que el autocontrol no solo nos ayuda a no comernos esa deliciosa tarta de 3 chocolates entera o a poder apagar la tele antes de que amanezca, también está muy relacionada con una vida más saludable, estable y satisfactoria. Son muchos los estudios que han encontrado que un mayor autocontrol está asociado a un menor riesgo de ansiedad, de depresión, de adicciones, una mejor regulación emocional, porque ayuda a gestionar y tolerar las emociones más difíciles, como la rabia, la tristeza o la frustración, sin explotar ni reprimirlas.

Ayuda también a tolerar el malestar momentáneo para lograr algo más grande. Y unas relaciones más sanas, porque cuando controlamos mejor nuestros impulsos, discutimos mejor, respetamos límites y escuchamos más. El estudio Dunedin, uno de los más completos sobre desarrollo humano hasta la fecha, siguió en más de mil personas desde 1972 hasta la adultez.

Los niños con un buen autocontrol mostraban, décadas después, mejores indicadores de salud cardiovascular, menor obesidad, menor consumo de sustancias e incluso una mejor situación financiera. ¿Y por qué a algunas personas les cuesta más esto del autocontrol? Pues hay varios factores que influyen en esta capacidad.

Una es el desarrollo neurológico. La corteza prefrontal, responsable de la autorregulación, ocurría completamente alrededor de los 25 años, en algunas personas más tarde incluso.

Así podemos entender las rabietas en los niños más pequeños y en algunos adultos.

Cuando hablamos de autocontrol, es importante reconocer que no todas las personas parten del mismo punto de salida. En condiciones neurodivergentes, como el TDAH, el autismo, las altas capacidades intelectuales, el procesamiento de estímulos, la regulación emocional o la gestión del tiempo funcionan de una manera distinta. Otro factor son la crianza o las experiencias tempranas, porque un entorno de crecimiento...