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La relación incestuosa entre Tito y Sugey los ha hecho huir a la capital, donde serán recibidos por la tía/prima Arlet y su hijastro Alan, quienes también tienen una relación muy particular Recuerda que tenemos un canal de tele3ram para conversar sobre este y otros temas. https://t.me/relatosdeincesto30 IMPORTANTE: Este relató se basa en la libertad de expresión. Ni el autor ni el del canal promueve ni aprueba lo hechos que se relatan. sexo, taboo, incesto, familia, amor 296v55
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Corrompiendo a mamá. Libro 3 CAPÍTULO 5 LA RELACIÓN INCESTUOSA ENTRE TITO Y SIUGUI LOS HA HECHO HUIR A LA CAPITAL, DONDE SERÁN RECIBIDOS POR LA TÍA-PRIMA ARLATY SU HIJASTRO ALLAN, QUIENES TAMBIÉN TIENEN UNA RELACIÓN MUY PARTICULAR. OBSERVAR A DOS MUJERES BESÁNDOSE FRENTE A TI ES EL TIPO DE VISIONES QUE UN HOMBRE ES INCAPAZ DE PASAR DESAPERCIBIDA.
EL MORBO DE CONTEMPLARLAS DELANTE DE TI, TAN CERCA, CON SUS CARNOSAS BOCAS CONECTADAS LA UNA A LA OTRA, IMPREGNÁNDOSE HUMEDAD, SE INTENSIFICA CUANDO LAS PROTAGONISTAS DE TAL ESPECTÁCULO SON TU MADRE Y TU TÍA, AMBAS PRIMAS HERMANAS, QUE MÁS QUE UN O AMISTOSO ENTRE CONSANGUINEAS PARECE UN O LÉSBICO, INCESTUOSO Y LASCIVO. Madre mía, me escucho decir al acercarme a la piscina mientras Allan curiosea desde la esquina opuesta, con las cejas levantadas y un rubor en las mejillas.
En un parpadeo las bocas carnosas de nuestras amadas damas se separan y ambas me miran con una risita burlona. Apuesto a que escucharon mi afectuoso, porque yo no me acuerdo. Otra cosa es que hace mucho que no tenemos una reunión familiar y he olvidado detalles como este. Tito, sobrino, quita esa cara, te pusiste pálido, ¿por qué no te vienes a la alberca? Me invita Arlat provocándome.
Ella se relame la boca como si estuviese recogiendo el sabor de los restos de las mieles que le dejó los labios de mi madre. El agua está riquísima. Me fijo en su expresión fiera y salvaje. Su mirada esboza la ascibia y lujuria. Ojos verdes penetrantes, que intentan ingresar en lo más profundo de mi mirada para estudiarme, para saber lo que pienso y lo que deseo.
Sí, mi niño, conviene mamá, sonriéndome con un color lujurioso en su mirada que conozco bien, ven con mami, corazón. Ya el asador está ardiendo bien. El iris azul de sus ojos preciosos centella. Es la clase de mirada que relumbra en su expresión cada vez que está cachonda. Y me excita verla así pero también me asusta.
Me causa angustia no saber la causa de su calentura. Es porque está semidesnuda delante de Arlat y su hijastro, con su pulposo senos expuestos. Porque si algo sé, es que mi madre se siente orgullosa de poseer esas colosales y pesadas mamás, que se irán haciendo cada vez más grandes a medida que avance su embarazado.
Hijo, insiste mamá dulcemente, ven con mami. Eh, sí, yo, ahora voy, contesto nervioso, todavía atónito, pues no sé si fue mi mente cochina la que lo pensó, o en verdad me pareció ver que las lenguas de mi madre y mi tía se metieron a la boca de la otra, lamiéndose las puntas entre sí de forma bastante lúbrica. Tito, sobrino, me detiene la tía Arlat cuando ya avanzaba hacia las aguas. Antes de meterte con nosotros, acércanos dos cervezas, una para tu madre y otra para mí. ¿Qué? exclamo horrorizado, emitiendo un largo suspiro, como crees, tía.
Te volviste loca. Ambas están embarazadas. ¿Cómo les voy a llevar cervezas? Está prohibido beber en su estado. Más que indignado por su insensato pedimento, me asusta que se atreva siquiera a pedirme algo así. ¿Acaso no le preocupa la salud de su bebé? ¿Por qué por lo menos a mí si me angustia la salud de mi hijo? No te ataques, sobri, se echa a reír mi tía. Las Heineken que te señalo tienen un mínimo, mínimo, mínimo de alcohol, y te aseguro que ni siquiera nos la llegaremos a tomar.
Entonces. Respondo confundido y enfadado, ¿para qué las quieres? Miro hacia la esquina de la alberca donde continúa Alan acomodado, mirando atentamente a las mujeres maduras que están más cerca de él de lo que yo estoy de ellas. Y tú, Alan. No dices nada.
¿También se trata de tu hijo, no vas a regañar a Arlat? Tranquilo, primo, responde con una sonrisa relajada, Arlat sabe lo que hace. Yo también me asusté la primera vez que me pidió que le diera una Heineken. Pero luego entendí que no le afectaría en nada al embarazo. Te aseguro que tiene una forma peculiar de tomarla, y con esa forma peculiar en realidad casi no consume nada, ni cinco mililitros. Pues yo no entiendo. La tía Arlat vuelve a sonreír y contesta. No tienes que entender nada, Tito, solo vente y ya. Mamá.
Me dirijo como última alternativa a la única persona que considero que es la mente congruente del lugar, y la que jamás aceptaría poner en riesgo a nuestro hijo por seguirle el juego a este par de deschavetados. ¿Estás de acuerdo conmigo, verdad? Nada de cervezas. Para mi sorpresa, la mirada candente y traviesa de mi progenitora me dice que ella también se pondrá del lado de los perturbados y me dejará a mí como un pelele.
Ni siquiera sabemos lo que pretende Arlat, hijo, así que no tienes por qué alarmarte. Solo trae esas cervezas, tírate al agua, que está tibia, y veremos de qué se trata su ocurrencia. Te prometo que yo soy la más interesada en que nuestro hijo llegue a buen término. ¿Es en serio, ma? Contesto casi sin aliento.
Tres contra uno. Los tres se sonríen y yo, ofendido, decido hacerles caso con tal de no quedar como un idiota ante ellos. Escucho cómo chapotean las damas en la piscina mientras yo me vuelvo a quitar la camisa y los pantalones y me quedo solo en boxer. Me apena un poco saber que Arlat pronto se dará cuenta de que yo no estoy tan dotado como su hijastro.
Alan, a su vez, permanece observando todo desde una de las esquinas de la alberca, con los antebrazos musculosos en los bordes de cemento. Tiene unas vistas estupendas de los culos de mamá y la suya mientras chapotean. De hecho sobresalen las nalgotas carnosas de Arlat, que se tensan a medida que lanza patadas en el agua.
Mi madre, en determinado momento, hace un movimiento que me desconcierta y me deja pasmado. Se gira boca arriba y queda nadando así, con sus enormísimos pechos blancos, erguidos, flotando entre las aguas. Las caídas impresionantes de ambas mamás van directo hacia sus laterales, y sus pezones rosados, deliciosos y comibles, despuntan duros, puntiagudos, señalando a las estrellas de la noche.
El culazo de Arlat y las tetazas de mamá son un espectáculo inimaginable para Alan, que está anonadado y seguramente con una brutal erección siendo partícipe de semejantes vistas. —Estás tardando, mi niño, me dice mamá con una entonación sugerente, mami te necesita. —Vamos, sobri, ¿por qué tienes esas caras? Nunca habías visto una como tú.
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