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Relatos prohibidos
Sobrina sin sujetador (2)

Sobrina sin sujetador (2) 162n7

12/4/2025 · 15:22
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Relatos prohibidos

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Puedes seguirnos también en nuestro canal de Tele3ram https://t.me/relatosdeincesto30 taboo, erotico, sexo, familia, incesto, sexo Importante: El contenido proporcionado en el canal de podcast es únicamente para fines de entretenimiento, información y educación. Los relatos, historias y opiniones expresadas en este podcast son ficticias o representan las perspectivas personales de los creadores, invitados o colaboradores, y no deben interpretarse como hechos reales, consejos profesionales, legales, médicos, financieros o de cualquier otro tipo. Al escuchar este podcast, usted acepta los términos de este descargo de responsabilidad. Si no está de acuerdo con estos términos, le recomendamos que no utilice ni acceda al contenido. Para preguntas o aclaraciones, puede arnos en los comentarios. 93q66

Lee el podcast de Sobrina sin sujetador (2)

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Sobrina sin sujetador, 2. La vida de Laila ha mejorado, pero sigue necesitando dinero y sabe a quién le sobra. Salí del hotel con un cheque por valor de más dinero del que hubiera sido capaz de contar si me lo hubiesen puesto delante.

Sólo había tenido que enseñarle las tetas a mi tío Darío, tarea sencilla, aunque no tenía claro que no me fuese a dejar algún tipo de secuela.

En cualquier caso, conseguí lo que buscaba, lo que mi familia necesitaba.

El problema era que no sabía cómo contarles que tenía el dinero que podía salvar el bar. Decirles la verdad estaba descartado, no podían saber lo que había hecho, y muchos menos para quién. Ni siquiera estaba dispuesta a contárselo a Susi, así que tampoco podía contar con sus consejos, que a veces, muy de vez en cuando, podían ser valiosos. Sólo se me ocurrían mentiras que mis padres no se iban a tragar.

Desde que me había encontrado un maletín lleno de dinero que, misteriosamente se transformó en un cheque, hasta que había apostado siguiendo el consejo de un conocido y la suerte me sonrió.

Al final llegué a la conclusión de que tenía que contar la verdad, aunque omitiendo algunos detalles.

— Mamá, ¿podemos hablar? — Claro, hija. Es sobre el bar. Sé que lo quieres dejar, pero no te preocupes, vamos a cerrar. No, no es eso. La gente va menos a los bares, sobre todo a los antiguos, como el nuestro. Podemos renovarlo, darle un toque más actual. Pero sí casi no tenemos dinero ni para comer. Yo sí que lo tengo.

Tú. Sé que no te va a gustar, y menos a papá, pero el tío me lo ha dado. No entiendo, Laila. Se sentía mal por haber estado ausente durante tantos años. Y te ha dado dinero. Más del que te imaginas, los negocios le van realmente bien. No te lo estará dando a ti porque sabe que tu padre no lo aceptaría.

Me ha dicho que es para mí, pero no soy capaz de quedármelo. No sé qué decirte. Nada, solo acéptalo. Se supone que te lo ha dado a ti. Os lo cedo encantada si no tengo que trabajar más en el bar. Es lo único que pides a cambio. Bueno, y que darme una pequeña parte para poder pagar la formación. Pues claro, faltaría más. Fue lo único que obtuve.

Una vez que mi madre convenció a mi padre para aceptar el dinero, me exprimieron cada céntimo hasta que me quedó lo justo para la formación. No pude comprar ropa, ni darme ningún otro capricho, pero al menos no tendría que volver al bar, me sustituiría Manuela, que fue contratada de nuevo. Tras una serie de reformas que se llevaron casi todo el dinero, el bar quedó irreconocible. No era garantía de éxito, pero al pasar por delante daban más ganas de entrar que antes, eso seguro.

Al principio entró mucha gente, la clientela aumentó de forma considerable, aunque solo fuese por la curiosidad que despertaba. Con el paso de las semanas todo se estabilizó. Esa nueva etapa tampoco iba a lograr que mis padres nadaran en billetes, pero ya no vivían asfixiados por las deudas ni pensaban constantemente en echar el cierre. Mi sacrificio tuvo recompensa, aunque Susi no lo veía del mismo modo, le costaba entender mi generosidad.

— Tenías una pequeña fortuna y la has invertido en ese negocio ruinoso.

— No exactamente.

— ¿Cómo que no? Lo de invertir suena a que voy a sacar algo a cambio, pero no es el caso. Pues más a mi favor. Ya no tengo que trabajar de camarera, con eso me vale.

Al menos podrías hacerte más fotos. Paso de eso, voy a ser policía.

— Pero necesitarás cubrir tus gastos de algún modo.

— Nunca he tenido gastos, soy una chica de gustos sencillos.

Siempre lo había sido, porque mi amistad con Susi no me exigía más, nos conformábamos con planes sencillos, nada de viajes ni ropa cara, pero eso estaba a punto de cambiar.

En la academia iba a conocer a mucha gente, mi círculo social se expandiría y, a cierta edad, pocas cosas se pueden hacer en grupo sin que cuesten dinero.

Pero antes de darme cuenta de que sin unos ingresos mínimos no iba a ninguna parte, tenía por delante varios meses de la que iba a ser la experiencia más potente de mi vida.

Aunque siempre quise ser policía, ese deseo rivalizaba con el miedo a que nada fuera tal y como lo había imaginado. Por suerte, resultó ser mucho mejor.

Estaba entusiasmada con todo lo que aprendía en la academia, con lo mucho que se alejaba de todo lo que había vivido hasta ese momento, justo lo que necesitaba, dar un giro radical en mi vida. Por primera vez estaba haciendo algo que me gustaba, me sentía útil, con mucho que aportar a la sociedad en el cumplimiento de la ley.

Ya ni siquiera pensaba en mi breve etapa como modelo, si es que se le podía llamar de ese modo, y eso que pensaba que me atormentaría de por vida.

A veces salía el tema cuando hablaba con mis compañeros, lo de moda que estaba vender contenido, pero lo sentía como algo ajeno a mí, porque apenas llegué a enseñar nada, y porque lo de mi tío había sido indispensable para llegar hasta allí.

Eran precisamente esos nuevos compañeros, que me estaban dando una perspectiva distinta de todo, los que, sin pretenderlo, me iban a traer problemas.

A menudo proponían salir a comer o a cenar, pequeñas escapadas de fin de semana o cualquier otro plan que yo no me podía permitir, porque el bar iba mejor, pero no para tirar cohetes.

Susi, ¿tú de dónde sacas el dinero? Me lo dan mis padres, siempre que no les pida demasiado.

Yo no les puedo pedir nada.

Pues es injusto, porque les salvaste el culo.

Los chicos hablan de hacer un viaje este verano, pero yo no voy a poder.

Quizás ya sea el momento de que enseñes las tetas.

No lo hice antes y no lo haré ahora, que me juego mucho más.

Unas fotos con un disfraz de policía y arrasas.

¿Quieres que me expulsen? Tú has sacado el tema.

Si quieres dinero, trabaja, como todo el mundo.

¿Cuándo? No tengo tiempo.

Entonces espera a que tu tío se vuelva a sentir culpable por no estar.

No tenía que esperar a que eso ocurriera, él mismo me había dicho que volvería a llamarme cuando estuviera en la ciudad de nuevo, pero no quería saber lo que me pediría ese degenerado a cambio en esa ocasión, aunque lo podía sospechar.

Tenía que hacerme a la idea de que esa opción ni siquiera existía, nada de dinero a cambio de ese tipo de favores, y menos con mi propio tío.

Intentar aferrarme a lo que me parecía correcto estaba muy bien, pero la realidad era que el tiempo pasaba y cada vez me quedaba más descolgada de mi nuevo grupo de amigos.

Lo que mi madre me daba no podía considerarse ni una limosna, me decía que

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