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Mi mejor amigo - Capítulo 10 65284f
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Capítulo 9. Con la que es más fácil hablar.
Simón murmuró una palabrota mientras intentaba hacerse el nudo de la corbata.
¿Por qué demonios había tenido que organizar una fiesta en su casa para que Chloe pudiera conocer a Trevor y llevarlo como acompañante a la reunión del instituto? «Porque estoy loco», murmuró mirándose al espejo.
Y también estaba celoso. Aunque no pensaba itirlo en voz alta.
Bastante difícil era itirlo ante sí mismo. Creía haber lidiado con la atracción que sentía por Chloe mucho tiempo atrás. Creía haber aceptado los límites que imponía su relación.
La amaba, pero nunca haría el amor con ella. No haría nada más que portarse como su mejor amigo.
Pero últimamente le costaba trabajo no traspasar esa línea.
Y no ayudaba que estuviera entre novia y novia o que desde que llegó la invitación para la reunión del instituto, Chloe y él pasaran juntos más tiempo del habitual.
Estar con ella empezaba a arruinar su autocontrol. La otra noche, por ejemplo.
Había salido de su apartamento poco después de enviar la biografía por correo electrónico, pero había querido quedarse y no sólo para ver una película de Hitchcock.
Pero lo que realmente lo preocupaba era cómo estaba dejando Chloe que la afectase esa maldita reunión.
Si fuera otra persona, le diría que hiciera algún tipo de terapia o, como mínimo, que se buscara una afición. Pero como la conocía desde el colegio y había visto lo que había tenido que soportar a manos de aquel trío de chicas, la entendía. Y entendía que volver y restregarles por la cara que todo le iba bien en la vida era su terapia. Y por eso la había convencido de que debía ir. En realidad, se sentía orgulloso de ella porque estaba dispuesta a enfrentarse con sus demonios. Siempre había sabido que Chloe tenía carácter, que era inteligente y preciosa, que no le faltaba nada. Era ella quien tenía dudas.
Pero desearía que se enfrentara con su pasado como era, cómoda consigo misma, orgullosa de la mujer en la que se había convertido. No necesitaba cambiar, no necesitaba mejorar. Sí, se alegraba de que ahora comiera de manera más sana e hiciera más ejercicio. Eran sus motivos para hacerlo, lo que preocupaba a Simon. ¿Cómo le preocupaban sus propios motivos para organizar una fiesta en casa? Lo hacía por Chloe, porque era su amiga y, sin embargo, esperando desesperadamente que nada ocurriera entre Trevor y ella. Y eso no lo convertía en el gran amigo que profesaba ser. «No es tan guapo», murmuró mientras intentaba colocarse la corbata. ¿A quién quería engañar? Trevor era un dios.
Adonis vestido de Armani. «No quiero que le haga daño», musitó. Y le preocupaba que fuera así a pesar de que ella decía que Trevor no le interesaba, que sólo quería ir con él a la reunión para que la trilogía diabólica se muriese de envidia. Simon imaginó a Chloe y Trevor entrando en el antiguo gimnasio, las manos de Trevor en sitios en los que no deberían estar. Bailarían juntos, reirían, tal vez Trevor le robaría un beso o dos.
Chloe tendría esa expresión soñadora y las otras chicas suspirarían. Cuando volvió a cargarse el nudo de la corbata por tercera vez, Simon decidió dejarlo. «Iría sin corbata», pensó, desabrochando los dos primeros botones de la camisa. «Va a ser una noche muy larga», murmuró suspirando pesadamente. El timbre sonó cuando salía del dormitorio, pero la señora Benson, su ama de llaves, ya iba hacia la puerta. Era Chloe.
Llevaba un impermeable empapado y el agua chorreaba de su paraguas, cerrado antes de que la señora Benson se lo llevara al baño. «Está lloviendo a mares. Pensé que iba a tener que venir en barco». Simon miró hacia las ventanas. Según el parte meteorológico, lo peor de la tormenta debería haber pasado ya.
Pero no lo parecía. «Aún falta una hora para que empiece la fiesta». «Ya lo sé, pero he pensado venir temprano», dijo Chloe señalando su pelo. «Me lo he alisado para la ocasión. ¿No te has dado cuenta?». ¿Alisado? Era una masa de rizos, como siempre. Le encantaba así, pero sabía que no debía decirlo, de modo que mantuvo una expresión neutral. «Ya veo. He traído la plancha de alisado, por si acaso. Había llevado algo más que eso a juzgar por la maletita que llevaba en la mano. Podrías haberte arreglado aquí. Así no se te habría mojado».
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