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AUDIOLIBRO: EL Castillo de Grayskull tiene unas reglas muy extrañas...

AUDIOLIBRO: EL Castillo de Grayskull tiene unas reglas muy extrañas... b5y2s

20/2/2025 · 41:11
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Lee el podcast de AUDIOLIBRO: EL Castillo de Grayskull tiene unas reglas muy extrañas...

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

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Mi nombre es Arden, y soy el hijo del herrero de mi poblado.

Desde pequeño supe que mi futuro sería heredar el pequeño taller de mi padre y dedicarme a lo mismo que él se había dedicado desde su niñez.

Pero yo quería otra cosa, quería viajar, conocer Eternia y tal vez, quién sabe, ver aunque fuese de lejos a alguno de esos héroes que en mi pueblo llaman Masters del Universo.

A veces tengo que acompañar a mi padre a por madera para la herraría, no tenemos dinero suficiente para comprar madera así que vamos a bosques perdidos que no estén muy lejos de nuestro pueblo para intentar cortar algunos árboles pequeños e ir tirando.

A veces cuando estamos cortando madera con nuestras hachas veo aquel castillo a lo lejos, apenas a mediodía de camino.

Mi padre siempre me dice que no mire para allí, que sólo mirar ya puede traernos mala suerte, que sólo trae desgracias para la gente como nosotros.

El castillo casi siempre está bajo nubes oscuras, en alguna que otra ocasión extraños ruidos y cegadores brillos llegan hasta nuestros oídos, en el pueblo cerramos puertas y ventanas, cuando eso ocurre, pero yo siempre quiero mirar.

Es por eso que aquella vez que una anciana llegó muy temprano al pueblo buscando un ayudante para ir al castillo y hablar con la dueña, ni me lo pensé.

Mi padre estaba en el taller, la gente del pueblo en sus casas o en sus campos trabajando, así que recogí una manta pequeña que solía usar para paliar el frío en mis caminatas y me fui con ella.

Tardamos un día entero en llegar, habríamos llegado mucho antes, pero el lento paso de la anciana a la que acompañaba nos retrasaba.

Yo no podía ocultar mi nerviosismo y cada poco tiempo le hacía preguntas a la anciana, preguntas que ella evitaba o respondía sin dar apenas información.

Lo máximo que pude sacarle en toda la travesía fue que la dueña del castillo, una poderosa hechicera, necesitaba ayuda puntual y, quién sabe, durante varias ocasiones más, si la ayuda era lo suficientemente buena.

Llegamos al castillo casi al anochecer, con el segundo sol de Eternia a punto de desaparecer detrás de las montañas del Valle de Narald, y aunque el castillo lo vimos ya desde lejos, al acercarnos, la maleza del bosque cercano hizo que lo perdiésemos de vista hasta el último momento, tras apartar las últimas ramas que nos separaban de un camino muy antiguo.

Ahí estaba el castillo, era enorme, y negras nubes, como casi siempre, cubrían todo el cielo sobre él.

La anciana puso su mano sobre mi espalda y me empujó levemente hacia adelante.

Di un paso hacia el castillo y la puerta comenzó a abrirse.

Las piernas comenzaron a temblarme y me di cuenta de que estaba apretando las manos y los dientes con demasiada fuerza, estaba muy nervioso así que intenté relajarme.

Miré hacia atrás, hacia la anciana, pero ésta había desaparecido, ¿cómo podía? Mi sorpresa quedó relegada a un segundo plano al instante al escuchar cómo la puerta del castillo golpeaba el suelo.

Me di la vuelta y volví a mirar hacia el castillo, y lo que vi me dejó totalmente asombrado.

Allí, sobre la puerta recién abierta, estaba una mujer, la mujer más bella que mis ojos pudieron haber visto nunca, una mujer de la que emanaba un poder tan incomprensible que caí de rodillas totalmente absorto en la escena.

Aquella hechicera se acercó y me ofreció la mano, la así, y me ayudó a levantarme.

—Gracias por haber acudido a mi llamada —me dijo—, necesito ayuda, y nadie puede ayudarme salvo tú.

Comenzó a caminar hacia el castillo y la acompañé, escuchando lo que me decía pero todavía absorto por su compañía.

El tiempo pasaba de manera extraña a su lado y cuando me di cuenta, estábamos dentro del castillo y la puerta ya se había cerrado.

Juro que pasé por aquella puerta, juro que estaba escuchando todo lo que me decía, pero no puedo recordar con exactitud cuánto tiempo pasó hasta haberme rodeado de aquella penumbra.

¿Segundos?

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