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Arahal e Historia
Arahal y Oro verde: Historia e Identidad 1ª parte

Arahal y Oro verde: Historia e Identidad 1ª parte 3pt1r

10/3/2025 · 18:43
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Arahal e Historia

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Se hace una crónica sobre lo que significó para la economía de Arahal del aceite de oliva desde los inicios del siglo XVI hasta el siglo XVIII. Un recorrido histórico sobre cómo el olivar se fue extendiendo a lo largo de todo el término de esta localidad y cómo fueron surgiendo las amazaras para la elaboración del producto más preciado de este árbol: el aceite 2s6oi

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Buenos días oyentes de Araraldia de la cadena Diario Europa, os habla Rafael Martín y hoy quiero llevaros de la mano por un viaje apasionante que conecta la historia, la cultura y la identidad de nuestra tierra, el aceite de oliva, nuestro preciado oro verde. Enlazando con el comentario anterior sobre la gastronomía en Aral, os invito a descubrir cómo el aceite de oliva ha sido desde siempre un pilar fundamental en nuestras cocinas y más allá de eso un motor económico que ha impulsado nuestra localidad en diversos momentos históricos. El aceite de oliva no es sólo un ingrediente en Aral, es una herencia viva. Su aroma, su textura y su sabor nos hablan de tradición, de esfuerzo y de una riqueza que ha marcado nuestro carácter como comunidad.

Este producto ha sido siempre la base de la alimentación aralense y una insignia que nos conecta con nuestras raíces, al mismo tiempo que nos proyecta al futuro como referentes en su producción. Hoy exploraremos junto cómo el aceite de oliva ha moldeado nuestra historia y cómo sigue siendo sin duda un símbolo de identidad y de orgullo para Aral.

Hablar del olivar y de su fruto la aceituna en Aral es sumergirse en las raíces mismas de nuestra civilización. Su historia nos remonta a la época de la antigua Roma cuya huella aún sigue viva en nuestra localidad a través de testimonios históricos fidedignos. Sin embargo la tradición del olivo y la aceituna se remonta aún más lejos.

Fenicios e iriegos, civilizaciones pioneras en el comercio y la agricultura, desempeñaron un papel fundamental en la difusión de este cultivo. Tanto es así que la famosa aceituna apreensada, a la que hoy conocemos como aceituna prieta, es considerada un legado típico del mundo fenicio, fruto igualmente de su avanzada técnica en el arte del salazón.

Desde aquellos tiempos hasta nuestros días el olivar sigue siendo un símbolo de continuidad, identidad y riqueza cultural para Aral, conectándonos con el pasado mientras enriquecemos nuestro presente. Tal como hemos referenciado en comentarios anteriores, el lugar de Aral ya aparece documentado en los primeros decenios del siglo XIV como un asentamiento con una economía basada en la ganadería.

Esto refleja la estructura económica tradicional de la época, centrada en la explotación extensiva del terreno en una frontera aún inestable entre territorios cristianos y moriscos. A mediados del siglo XV el control del lugar de Aral pasó a los condes de Ureña, mediante el truque de permuta con la orden de Alcántara. Este cambio marcó un punto de inflexión, ya que la posición estratégica del Aral, hasta entonces como recto defensivo de la frontera, fue aprovechada para impulsar su desarrollo económico.

Su principal artífice de este proceso de transformación significativa fue Juan Tellequirón, el segundo conde de Ureña, a raíz de la publicación de unas ordenanzas en el año 1513. Ellas incluyeron una serie de medidas económicas y agrícolas tendentes a la potenciación de la agricultura, mediante la transformación del terreno o mediante el rozamiento de las tierras, la parcelación de los cultivos y su distribución entre colonos.

Se había iniciado, pues, una transformación paisajística lenta que podríamos calificar de popular, dado que fueron más de 10.000 hectáreas de monte las que se habían repartido entre vecinos del Aral en los primeros 30 años del citado siglo XVI. Ya no había frontera, no había peligro y se vivía en una situación clara de excedente de mano de obra.

Se produjo de este modo una aceleración que dio lugar a que una amplia comarca, con una dedicación preferentemente ganadera en siglos precedentes, se transformara en zona agrícola. Como consecuencia, el Aral experimentó un gran avance demográfico a lo largo del siglo XVI, pasando al principio del citado siglo de una población de 1.400 habitantes a llegar hasta los 5.300 al final del mismo.

La población se había triplicado, lo que repercutió en la gran expansión urbanística de esta villa a lo largo del citado siglo. Podríamos hablar en este caso de lo que fue la primera gran expansión urbanística. Una expansión que dio como resultado un núcleo urbano formado por más de 40 calles, expandiéndose desde los inicios del núcleo conformado en torno a las dos iglesias, la de Santa María Magdalena y la de Santo Cristo, y en torno a la zona de la Plaza Vieja, hasta la delimitación de las ermitas de San Roque y de San Sebastián, posterior iglesia de Santa María Magdalena.

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