
Afortunado en el juego de E.T.A. Hoffmann 5o3f3i
Descripción de Afortunado en el juego de E.T.A. Hoffmann k1k4s
Los peligros de dejarse llevar por el juego y la ruina personal que conlleva es parte de la historia que nos trae el escritor E. T. A. Hoffmann (1776-1822) en este deslumbrante cuento Afortunado en el juego. Un relato que recuerda el magistral de Dostoyevsky "El jugador". Dada la temática del relato se trata de una historia que no envejece a lo largo del tiempo y que está plenamente vigente. 47251d
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Afortunado en el juego, un cuento de Eta Hoffman, yo soy la voz que te cuenta.
En el verano del año 1800, Pyrmont estaba más concurrido que nunca, día a día aumentaba el torrente de ricos extranjeros y también cada nueva jornada crecía la codicia de toda clase de especuladores, por eso los dueños de la banca del faraón se cuidaron muy bien de amontonar el oro y elevar las apuestas más de lo acostumbrado, para que tan suculentos bocados no pasaran inadvertidos frente a la noble jauría de cazadores experimentados que pensaban embolsárselos.
Nadie ignora que, sobre todo en la temporada de baños y en los balnearios de moda, donde todo el mundo se haya alejado de sus quehaceres cotidianos y se entrega sin reparos al placer del ocio y a la dispersión de los sentidos, es irresistible la mágica atracción del juego.
Puede verse a personas que por lo general nunca tocan un aipe, acomodarse con pasión en las mesas de juego como si fueran jugadores consumados.
Por otra parte, se considera de buen tono, al menos en el mundo elegante, sentarse cada noche a la mesa de juego y apostar algún dinero.
Tan sólo un joven varón alemán, al que llamaremos Siegfried, parecía no sucumbir a esa irresistible y mágica atracción, a esa norma que casi exige la buena educación.
Como todo el mundo corría hacia las mesas de juego, el varón se veía privado de la posibilidad de relacionarse y de charlar amigablemente tal y como a él le gustaba.
Por eso se distraía dando largos paseos solitarios en los que se dejaba llevar por el vuelo de su fantasía, o bien leía este o aquel libro en su habitación, o él mismo se entretenía en narrar alguna historia o escribiendo versos.
Siegfried era joven, independiente, rico, de noble figura, de muy buen carácter y elegantes maneras, motivo este por el que todos lo apreciaran, y de que tuviera mucho éxito con las mujeres, pero además era afortunado en toda aquella empresa que se proponía llevar a cabo.
Parecía como si una buena estrella le brindara constantemente su protección.
Se contaban de él innumerables aventuras amorosas que, aun habiendo sido para los demás de lo más tortuoso y comprometido, se habían resuelto increíblemente bien y con facilidad asombrosa.
Algunos señores ya mayores, conocidos del varón, al referirse a dicha suerte, solían contar de él una historia acerca de un reloj que le había sucedido a una edad más temprana.
Siegfried era menor de edad, y aún se hallaba bajo tutela cuando, inesperadamente y en medio de un viaje, se encontró sin dinero, y como lo necesitaba con urgencia para poder seguir adelante, se vio en la necesidad de tener que vender su valioso reloj de oro y diamantes.
Cuando ya no le quedaba más remedio que venderlo, por mucho menos de su precio real, dio la casualidad de que en el mismo hotel donde se alojaba, un joven príncipe buscaba precisamente una joya como aquella, por lo que el joven varón recibió a cambio de su reloj más dinero del que en realidad valía. Casi había transcurrido un año. Siegfried había alcanzado la mayoría de edad, y era ya dueño de sí mismo cuando, en un lugar muy distinto del anterior, leyó en algún periódico que se rifaba un reloj.
Compró un billete para el sorteo, por el que pagó unanimidad, y ganó el mismo reloj de oro y brillantes que había vendido. Poco después, cambió el reloj por un anillo muy valioso. Luego entró al servicio del príncipe de He, por una corta temporada. Este le regaló para que guardase un recuerdo del tiempo que había estado a su servicio, y en prueba de su aprecio, aquel mismo reloj de oro y brillantes, pero adornado además con una valiosa joya.
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