
#6. Viaje a las cinco villas de Gredos 2os57
Descripción de #6. Viaje a las cinco villas de Gredos 2l4v1z
En este episodio de "Todos a los toros", nos adentramos en la rica tradición taurina del barranco de las cinco villas de Gredos: Mombeltrán, San Esteban del Valle, Santa Cruz del Valle, Villarejo del Valle y Cuevas del Valle. A través de sus pintorescos pueblos, exploramos sus singulares plazas de toros y descubrimos cómo la tauromaquia sigue siendo una parte esencial de su identidad y cultura. ¡Únete a este viaje lleno de historia, tradición y curiosidades taurinas en el corazón de la Sierra de Gredos! ____________________________________________________ 📳 Síguenos en nuestro canal de Whatsapp: https://whatsapp.com/channel/0029Vam7ZXP5q08de2HElK1z 📳 También, en Telegram: https://t.me/s/todosalostoros 📩 ¿Quieres colaborar? [email protected] ____________________________________________________ Música de https://www.fiftysounds.com/es/ 614gq
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El barranco de las cinco villas de Gredos es uno de esos lugares poco conocidos de nuestra geografía y que merece mucho la pena ser visitado.
Además de por su naturaleza monumental, su arquitectura o su historia, tienen un legado taurino que hoy en día sigue vigente y la verdad que poca gente le echa cuenta.
Póngase cómodo, ojo con la carretera que tiene muchas curvas, porque vamos a viajar al corazón de la sierra de Gredos, o lo que es lo mismo, a las raíces más puras del toreo.
Soy Marco Sanchidrián y esto es Todos a los Toros. ¡Bienvenidos! Comenzamos este viaje en la carretera CL501, que atraviesa de punta a punta el Valle del Tietar, desde Santa María del Tietar, en Surín de Conmadrid, hasta Candeleda, que nos deja ya en la Extremadura del Valle del Jerte y todos los pueblos de la Vera.
Esta carretera puede considerarse como la ruta del toro de Castilla, del toro con mayúsculas, quiero decir, ese toro que se echa en sotillo, en ladrada, en piedralaves, en esas novilladas de Casavieja, de Mijares o de Gavilanes, los festivales en las coquetas plazas de Pedro Bernardo y Lanzahita, un puñado de pueblos que mantienen su cultura, su tradición, pero con el toro en el centro.
Pero es en Ramacastaña, ya llegando a Arenas de San Pedro, donde tenemos que desviarnos para acoger la Nacional 502, que nos dejará en el alto del Puerto del Pico.
En el primer tramo de la ascensión llegamos hasta Montbeltrán, un precioso pueblo que ejerce como eje de este paradisiaco Valle del Barranco, como lo describió Miguel de Unamuno.
Montbeltrán es un pueblo de unos 900 habitantes que combina el paisaje de pradera con el de sierra, y donde se cultiva sobre todo la uva, el olivo o la higuera, como en todos estos pueblos del Valle del Tietar.
Y realmente es un pueblo con mucha historia, porque el rey Enrique III le otorgó el título de Villa en 1393.
Montbeltrán fue señorío de personajes ilustres como Ruy López Dávalos, el infante Don Juan, padre de Fernando el Católico o Don Álvaro de Luna.
Pero fue tras la adoración de la villa a Beltrán de la Cueva, que era el duque de Alburquerque, cuando Montbeltrán recibió un impulso, por ejemplo, con la construcción en el siglo XV del magnífico castillo que hoy sigue en pie y fue declarado como bien de interés cultural.
Hoy en día Montbeltrán celebra toros en una plaza portátil que se encuentra en un paraje, sinceramente que es privilegiado, en medio de la montaña como hundida dentro del barranco, escoltado por las cinco villas que se levantan desde esa plaza de toros de una forma monumental.
Y mejor que estar dando datos históricos, me gustaría contaros una historia que viví yo mismo, yo estaba en Montbeltrán varias veces, unas veces para ir a los toros y otras simplemente por el mero gusto de visitar el pueblo, y un día de estos encontré una foto que parecía olvidada en una pared de un viejo bar típico de estos de partida de dominó y de musdiario, en función del grupo de parroquianos que está en ese momento, de mostrador de barra de zinc.
Aquella foto estaba ahí en blanco y negro, casi raída por el tiempo entre la máquina de tabaco y la tragaperras, o el cacharrito, ese infernal de las bolas que hacen que los niños se vuelvan locos.
Un poco más allá, recuerdo que en ese bar estaba el típico congelador de frigo, donde la verdad que no había ni un helado, solo había sitio para los congelados listos para sumergirse en la fridora, los torrenos, los cacahuetes en la barra, y de fondo ese sonido típico de la máquina de café a pleno rendimiento.
La verdad que me quedé embelesado viendo aquella foto, porque me estaba contando su propia historia, e incluso la gente que estaba conmigo me decía, ¿pero qué haces ahí viendo esa foto que aparentemente no decía nada? Era un paseillo en una plaza de talanqueras, cuatro torerillos de medias blancas y tres muras vestidas.
La única pista que nos daba la foto era el fondo, que era un edificio.
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