27-05-2025 Verdades como puños - 10 Minutos con Jesús 1m36

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración.

Madre mía inmaculada, San José mi padre y señor ángel de mi guarda, interceded por mí. Verdades como puños, verdades como templos, verdades que duelen, verdades como una catedral, porque las cosas claras y el chocolate espeso y alguien tiene que cantar las 40 y poner los puntos sobre las íes e ir a calzón quitado sin pelos en la lengua porque blanco y en botella leche está cantado y cae por su propio peso. Y todas estas expresiones y muchas más que podríamos seguir diciendo hacen referencia, pensando en el evangelio de hoy, a la acción del Espíritu Santo dentro de nosotros. Y es que tú Jesús, estos días nos prometes que nos vas a enviar el Espíritu Santo, que es una presencia cercana, muy cercana, tanto que dices que conviene que te vayas. Es decir, que va a mejorar la situación después de tu marcha cuando nos envíes el Espíritu Santo, porque será él el abogado, el paráclito, el defensor, el espíritu de la verdad, el que nos revele todo, pero también nos revele en ese todo verdades como templos.

Y así Jesús, tú dices que él cuando venga dejará convicto al mundo, que revelará la verdad del mundo, un pecado, una justicia, una condena. Son palabras misteriosas que las aclaras un poquito después en el evangelio, pero que incluso con tu aclaración merece la pena de tenernos un poco a contemplarlas. Un pecado, una justicia, una condena. Y aclaras un pecado porque no creen en mí. Una justicia porque me voy al padre y no me veréis. Una condena porque el príncipe de este mundo está condenado. Y es que si hay algo claro, Jesús, es que tú no has venido para más de lo mismo, sino para hacer una nueva creación. Dice el Apocalipsis, yo hago nuevas todas las cosas. Y le decías a Nicodemo, tienes que nacer de nuevo, tienes que nacer del agua y del Espíritu Santo, hay una novedad contigo. Y esa novedad implica revelar lo antiguo y señalar lo antiguo como lo que es, la consecuencia del pecado. Así que sí, el Espíritu Santo va a revelar al mundo un pecado, no creen en él.

Por eso San Juan señala a veces que el mundo es uno de los enemigos del alma, no el mundo como el lugar donde vivimos, porque ahí habita Cristo, yo estoy en medio de vosotros, sino el mundo como aquello que se contradice, que se contrapone al Evangelio, a la acción de Dios, el rechazo de Dios, no creen en él. El Espíritu Santo, tú Espíritu Santo, nos vas a dejar claro que el mundo es mundo, que no creen en ti, que no creen en Dios y por tanto no podemos esperar del mundo lo que el mundo no puede dar, no pueden entender. El mundo no entiende la iglesia. Lo hemos visto con tanta claridad en la elección del Papa León XIV, no se enteraban de nada, eran todo perspectivas humanas, ideológicas. El mundo no entiende la liturgia, no entiende los sacramentos, no entiende la oración. El mundo no entiende por no entender ni lo básico sobre el amor, sobre la sexualidad, sobre la castidad. Y sí, el Espíritu Santo se deja convicto al mundo, es decir, señala, expone la realidad de un mundo que ha rechazado a Dios y que por lo tanto es fácil que nos rechace a nosotros un mundo del que no debemos esperar aplausos, reconocimientos.

Piénsalo bien, porque a lo mejor tú y yo demasiadas veces hemos querido contemporizar, nos hemos mundanizado un poco, pretendiendo caer bien a los demás, pretendiendo que nada de lo que hacemos o de lo que decimos resultará como demasiado distinto de lo que hace el mundo. Pero el Espíritu Santo viene precisamente para revelar la realidad. El mundo no cree en Dios. Así que, con toda honestidad, podemos esperar poco del mundo, salvo mundanidades. Pero el Espíritu Santo también deja convicto al mundo, revela al mundo una realidad, y es que me voy al Padre y no me veréis. Es verdad, el mundo lo tiene clarísimo. Jesucristo, tu Señor, no estás visible en medio de nosotros, no te vemos con los ojos. Ya lo dice santo Tomás de Aquino en el Adorote Devote, vistus, tactus, gustus, in te, falitur. O sea, se equivocan la vista, el tacto, el gusto, porque tú Jesús no estás visible en medio de nosotros. Eso el mundo lo tiene claro, pero el Espíritu también nos deja a nosotros muy clara que tu presencia es mucho mejor.

En el Evangelio de hoy les dices a los discípulos, me voy, pero os conviene que yo me vaya. Y claro, ¿cómo puede convenir que se vaya alguien a quien amamos? El amor de nuestra vida, ¿cómo puede ser bueno que se vaya?