
Viernes 30 mayo - Juan 16, 20-23a - "Nadie os quitará vuestra alegría" 59fd
Descripción de Viernes 30 mayo - Juan 16, 20-23a - "Nadie os quitará vuestra alegría" 1g3z3x
Aferrémonos al amor de Dios, que nos da una alegría profunda e inquebrantable, capaz de resistir cualquier adversidad y fortalecer nuestra esperanza en la vida eterna. 6b282s
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Nadie os quitará vuestra alegría. Del Evangelio según San Juan. En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos. En verdad, en verdad os digo, vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre. Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora. Pero en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre.
También vosotros ahora sentís tristeza, pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada. Nadie os quitará vuestra alegría. Les dice Jesús a sus discípulos en este Evangelio que escuchamos en este viernes.
Es necesario decir que la alegría no es solamente un estado de ánimo. Santo Tomás de Aquino decía que la alegría es el placer que acompaña la razón, es decir, un placer que se relaciona con la inteligencia y la reflexión. No es, por lo tanto, un mero placer sensorial, sino que implica una satisfacción intelectual y espiritual. Y es la alegría una manifestación de la vida de Dios en nuestra alma.
Por lo tanto, la alegría no es sinónimo de estar contentos. Es verdad que a veces estamos contentos, porque las cosas han salido bien, pero esa no es la alegría verdadera y profunda de la que el Señor habla en el Evangelio de hoy. La verdadera alegría nace de la paz del alma, de la paz interior, del deber cumplido y de vivir en la presencia de Dios y de los demás.
Y la alegría más grande se da cuando reconocemos experimentalmente que Dios me ama. Por eso dice Jesús, es como que dice, si tenéis esto presente, si experimentáis este amor, nadie podrá quitar vuestra alegría. Es verdad que la alegría tiene enemigos. A veces el cansancio, a veces el modo de ser de los demás, a veces, bueno, siempre mi lejanía de Dios. Normalmente suele ser este último, la lejanía de Dios, porque si el origen de la alegría es el amor, el origen de la tristeza, que es lo opuesto a la alegría, pues es el egoísmo, o sea, la falta del amor de verdadero.
A veces pensamos que la situación de mi familia me quita la alegría, es que los problemas económicos me quitan la alegría, es que la situación política me quita la alegría, no sé. Pero la razón última de nuestra alegría no es que todo salga bien, o sea, que todo vaya a ser perfecto, porque eso pues no sucederá, porque hay errores, hay malos momentos, hay defectos, hay pecados, pecados propios, pecados ajenos.
Pero la razón de nuestra alegría es que somos amados incondicionalmente y que nuestros nombres están escritos en el cielo, en el libro de la vida. La razón de nuestra alegría es que Dios nos llamó a la vida para ser hijos suyos, y como buen padre, tiene una herencia preparada para nosotros. La razón de nuestra alegría es que no estamos solos en el camino y que por mucha soledad humana que podamos llegar a experimentar, Dios no nos deja.
La razón de nuestra alegría es la misericordia del Señor, que por muy pecadores que seamos, siempre nos abraza cuando le pedimos perdón. Entonces, con estas certezas en el corazón, nada ni nadie nos podrá quitar la alegría. Nuestra vida es lucha, sí, y a veces nos azotará el miedo, nos azotará la tristeza, nos azotará el dolor, pero no podemos consentir que nada de eso nos quite la alegría. En esos momentos debemos elevar nuestro corazón al cielo con la confianza de que nada ni nadie nos apartará del amor de Cristo.
Tendríamos que preguntarnos hoy tú y yo, ¿a mí quién me quita la alegría? Quizás cosas sin demasiada importancia, como que no tengo un móvil que me gusta, que no me han invitado a no sé dónde, que la chica o el chico que me atrae no me hace caso, que no he aprobado el examen que esperaba probar, o quizás pues otras con más entidad, digamos, pues como que el médico me ha dicho que tengo este o aquel problema de salud, o que he perdido a este ser querido, no sé. Claro que hay cosas que pueden como dañar nuestra alegría, pero debemos estar enraizados en Cristo para mantener la esperanza, que es de donde nace la alegría.
Enraizados en Cristo, cerca de Cristo, para que el demonio no logre hacernos dudar de que el futuro es propiedad de Dios y que con él todo va a salir bien. Aunque me falten cosas, aunque no salgan mis planes, aunque tenga decepciones, aunque haya gente que me hiera, que me haga daño, incluso lo haga conscientemente, aunque tengan momentos que me exigen paciencia porque me agotan, nada ni nadie podrá arrebatarme la alegría de saber mi Hijo de Dios, de saber que es mi Dios.
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