
Descripción de La vida de un soldado de infantería 2d4a4h
En la guerra siempre está el factor humano, el del soldado de a pie, el de infantería. La vida de los soldados en el frente era miserable. Sufrían calamidades: hambre, frío, sueño y miedo, mucho miedo. Durante los combates o los bombardeos los ruidos eran ensordecedores y algunos enloquecían. Podéis seguirme en: El Cajón de Grisom: http://www.elcajondegrisom.com/ Facebook: www.facebook.com/ElCajonDeGrisom/ Bluesky: @elcajondegrisom.bsky.social X: @JuanjoOrtizCruz Mastodon:@ElCajondeGrisom Instagram: www.instagram.com/elcajondegrisom/ Spotify: open.spotify.com/show/4IOYo1Agqpk9S2LCsF3rcs YouTube: https://www.youtube.com/@elcajondegrisom 3i96r
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¡Bienvenido a un nuevo episodio de La Trinchera, el podcast del cajón de Grison! En la mayor parte de los podcasts, vídeos o publicaciones se habla principalmente de las grandes batallas, de las decisiones estratégicas, del movimiento de tropas o incluso cómo los generales volan unidades de aquí para allá partiendo de los mapas que tienen en las alas de guerra. Quienes ya me conocéis sabéis que tiendo a huir de esta serie de elementos y mostrar más la vida del soldado de a pie o de los civiles, o de esas pequeñas intrahistorias dentro de la historia más grande. Porque al fin y al cabo, los soldados o los civiles también escriben la historia.
Este es el aspecto humano de la guerra, no el de un número o una chincheta puesta en un mapa.
Así que, ¿cómo era la vida de un simple soldado de infantería? Quizás el cine o la literatura han sido los que han mostrado su vida y los horrores que vivían.
No olvidemos películas como Benny Mira, Stalingrado, Submarino, Salvar a Soldado Ryan o Cartas desde Iwo Jima, vamos por nombrar alguna de estas chinchas, o series incluso como Hermanos de Sangre, The Pacific o Hijos del Tercer Reich. Y por supuesto, numerosas novelas como las de Ben Hasseb o mi buen amigo el yespitor David López-Cabía.
Esa escala humana de cada soldado, del espacio reducido de su escala, que no va más allá de su propia unidad y sus compañeros. Una escala muy diferente a la de las estrategias y grandes ataques tácticos que cambian radicalmente la perspectiva de las cosas. La vida de los soldados en el frente era miserable, pasaban hambre, frío y dormir era un auténtico reto, sin olvidar el miedo en cada segundo, en cada ruido.
No solo el combate contra el enemigo producía bajas, las enfermedades y las condiciones climáticas causaron más bajas que las balas. La lluvia y el frío o la nieve mataban. Si no que se lo digan los soldados que combatieron en Stalingrado. Un soldado además contó que si se dejaba las gafas puestas se congelaban en la nariz, y que si por el contrario se las quitaba, los ojos lloraban y las lágrimas quedaban congeladas en las mejillas, o que si se les ocurría quitarse las gotas o los guantes, podían congelarse las extremidades y que finalmente se las tuvieran que amputar.
Por culpa del miedo, los soldados en muchas ocasiones no podían controlar los enfínteres y se hacían sus necesidades encima. Muchas otras veces ese problema era debido a la mala alimentación de las enfermedades. La diarrea se volvía incontenible, era algo habitual, a cualquiera le podía pasar. Otros incluso sufrían incontinencia urinaria debido al estrés del combate. Bajo situaciones de peligro y estrés, los sentidos se agudizan.
Somos mucho más sensibles. En el combate, cada soldado debía aprender a reconocer los ruidos de la batalla, aun sin verlos ni conocer su origen, o si eran amigos o enemigos. En esa capacidad se encontraba muchas veces la diferencia entre la vida y la muerte. Un soldado contaba que la batalla es como un continuo rechinar de un metal contra otro, contra la piedra, explosiones, chasquidos, gritos, llantos, rugidos mecánicos, convulsiones, temblores de la tierra o de la carne algonizante, crujidos de madera o de huesos, estampidos cercanos o lejanos, estallidos inesperados, tronar de cañones y de bombas. Mientras había bombardeos de la artillería, ataques y contraataques, los ruidos eran ensordecedores y muchos incluso llegaban a enloquecer. Esto formaba parte de la guerra psicológica. Se pretendía provocar esa sensación en el enemigo, alienarlo,
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