
Descripción de Vencedores o vencidos 456h48
Quiero prestar declaración sobre el caso Feldenstein porque fue el más significativo de los juicios de la época. Es importante que lo comprenda no solamente el tribunal sino también el pueblo alemán. Pero para llegar a comprenderlo primero es necesario comprender la época en que ocurrió. Una fiebre se apoderó de la nación, una fiebre de desgracia, de indignidad, de hambre. Teníamos una democracia, sí, pero corrompida por elementos que la componían. Por encima de todo existía miedo, miedo de todo, miedo al presente, miedo al futuro, miedo de nuestros vecinos, miedo de nosotros mismos. Solo cuando hayan comprendido esto comprenderán lo que significó Hitler para nosotros, porque entonces él nos dijo, alzad la cabeza, sentir el orgullo de ser alemanes, entre nosotros hay diablos, comunistas, liberales, judíos, gitanos, cuando consigamos acabar con ellos se acabará también vuestra miseria. Era la vieja, la viejísima historia del cordero propiciatorio. ¿Qué pasó con los que lo sabíamos perfectamente, los que sabíamos que esas palabras eran mentira, peor que mentira? ¿Por qué nos callamos, por qué participamos? Porque amábamos a nuestra patria, a fin de cuentas qué importa que pierdan sus derechos unos cuantos políticos extremistas. ¿Qué importa que unas minorías raciales pierdan sus derechos? Solo es una fase pasajera, una etapa por la que tenemos que pasar. Tarde o temprano será superada, incluso el propio Hitler caerá un día u otro. La patria está en peligro. Salgamos de las tinieblas, salgamos hacia delante, adelante es la palabra mágica. Y la historia nos dice hasta que punto triunfamos, hasta más allá de nuestros más desenfrenados sueños. Los mismos principios de odio y de poder con que Hitler fascinó a Alemania fascinaron al mundo. Nos encontramos de pronto con poderosos aliados. Cosas que se nos negaron cuando éramos democracia se nos ofrecían entonces. El mundo dijo adelante, cogedlas, la región de los Sudettes, las tierras del Rhin, remilitarizarlas, coged toda Austria, cogedla. Y un día miramos a nuestro alrededor y vimos que estábamos ante un peligro mayor todavía. El rito que comenzó en esta sala inundó como un morbo terrible y crujiente el país entero. Lo que solamente iba a ser una fase pasajera se convirtió en un modo de vivir. Señoría, yo me contentaba con asistir en silencio a este juicio. Me contentaba con cuidar mis rosales. Incluso me contentaba con dejar que mi abogado defendiera mi nombre hasta que me di cuenta de que para defenderlo tendría que hacer revivir aquel espectro. Y efectivamente así ha sido, aquí, en esta sala, lo ha hecho revivir. Ha sugerido que el tercer Reich actuó en beneficio del pueblo. Ha sugerido que si esterilizamos hombre fue por el bien del país. Ha sugerido que después de todo puede que el anciano judío se acostase con la muchacha de dieciséis años. Una vez más ha sido hecho por amor a la patria. No resulta fácil decir la verdad, pero si tiene que haber alguna salvación para Alemania los que sabemos que somos culpables debemos itirlo sea cual fuere la pena y la humillación que nos cause. Ya tenía decidido mi veredicto en el caso Feldenstein antes de entrar en la sala para juzgarle, le hubiese declarado culpable pese a cualquier evidencia. Aquello no fue un juicio, fue un sacrificio ritual en el que Feldenstein el judío era la víctima indefensa. (El abogado interfiere) Señoría he de interrumpir, el acusado no se da cuenta de lo que está diciendo. No se da cuenta de las implicaciones… (Burt Lancaster de nuevo) Sí me doy cuenta. Claro que me doy cuenta. Mi abogado pretende que ustedes crean que no sabíamos nada de los campos de concentración. Ignorarlo, ¿dónde estábamos? ¿Dónde estábamos cuando Hitler comenzó a instalar su odio en el Reich? ¿Dónde estábamos cuando nuestros vecinos eran arrastrados a media noche a barro? ¿Dónde estábamos cuando la terminal de ferrocarril de toda Alemania, los vagones para el ganado eran utilizados para transportar niños al terrible destino de su exterminio? ¿Dónde estábamos cuando nos llamaban a gritos en la noche? ¿Estábamos sordos, mudos, ciegos? Mi abogado dice que no sabíamos nada del exterminio de millones. Os justificaría diciendo que solo conocíamos el exterminio de unos cientos. ¿Es que por ventura eso nos hace menos culpables? Puede que no supiéramos los detalles si no lo sabíamos era por que no queríamos saber. Voy a decir la verdad. Voy a decir la verdad aunque se conjure contra ella el mundo entero. Voy a decir la verdad sobre el ministro de justicia. Un anciano que ahora llora sobre su Biblia. Un anciano que se aprovechó de las posesiones confiscadas a los que mandó a los campos de concentración. Friedrich Ostetert, el buen alemnán que sabía como cumplir las órdenes. Hizo esterilizar hombres con la misma facilidad que quien levanta un dedo. Emil Hahn, abyecto y corrompido, obsesionado por el diablo que llevaba dentro. Y Ernst Jannig. El peor de todos ellos porque sabía lo que eran y no obstante siguió a su lado. Ernst Janning que convirtió su vida en podredumbre porque permaneció con ellos. 5i5l2l
Comentarios de Vencedores o vencidos 152449