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Paco Cabezas, director - La película "Adiós"
Episodio en Cine social
La película "Adiós" transcurre en las 3000 viviendas de Sevilla. Una película donde batallan el bien y el mal, pero no de buenos y malos. Un sistema injusto se mezcla con una hermosa y dura historia de amor
18:35
La toma (The take)
Episodio en Cine social
La toma (The Take) es un documental de 2004 realizado por Naomi Klein y dirigido por Avi Lewis. Cuenta la historia de los trabajadores de Argentinaque reclaman el control de las plantas industriales cerradas donde una vez trabajaron, para convertirlas en cooperativas de trabajadores. Sus frases de presentación son "Despide al jefe" y "Ocupar, resistir, producir". La película es una suerte de manifiesto económico para el siglo XXI, donde se acerca al espectador a la vida de gente común que reclama trabajo, dignidad y democracia integral. También intenta mostrar lo obsoleto y contraproducente de los sistemas políticos representativos y la necesidad de la democracia directa tanto en la vida comunitaria como en el lugar de trabajo.
00:39
El expreso de medianoche
Episodio en Cine social
Billy Hayes (Brad Davis), un joven estadounidense, fue detenido en el aeropuerto de Estambul cuando se disponía a subir a un avión con varios paquetes de hachís. Acusado de uno de los delitos considerados más graves en Turquía, Billy es condenado a cuatro años de cárcel. En prisión sufrirá las atrocidades propias de un sistema penitenciario brutal e inhumano.
00:40
Los miserables
Episodio en Cine social
Inmenso poeta y novelista fecundo para quien, y tras una efímera etapa de militancia juvenil monárquica, “el romanticismo es en literatura lucha misma por la libertad”. Victor Hugo obtuvo un inmenso éxito con su obra Los Miserables. Título que entusiasmó a Rimbaud, quien dijo que “esa novela es una maravilla, un verdadero poema”, y continúa hoy día cosechando un imparable éxito de lectores de todas las edades. Lectores subyugados por la épica de un texto habitado por personajes de la talla de la pequeña Cosette, hija de una madre soltera abatida por la pobreza y el abandono, o el formidable Jean Valjean, condenado a décadas de trabajos forzados por haber robado un pan para sus sobrinos hambrientos. “No hay derecho a matar a un hombre; pero sí que lo haya exterminar el mal…Es decir, a la obligada prostitución de la mujer, la esclavitud del hombre por el hombre, las tinieblas para la infancia”, escribió el patriarca del romanticismo francés, que definió a Los Miserables como una novela “de la conciencia”. Y añadió: “El culpable no es aquel que comete el delito, sino quien instaura las condiciones para que éste sea cometido”. Novela de luces y tinieblas, de caídas y revueltas –Hugo es tan inmenso cuando narra el dolor de una niña maltratada como cuando relata el fragor de las barricadas del París insurrecto-, Los Miserables posee la modernidad de las grandes obras de la literatura universal. Una modernidad que rescata el esplendor de sus páginas de la hoguera del tiempo, salvándolas de las cenizas del olvido. “Mientras existan sobre la tierra miseria e ignorancia, libros como éste no serán inútiles”, escribió el autor, como breve nota introductoria, en 1862. Pero, hay que advertirlo, Los Miserables no se limita a ser un mero texto de denuncia de la injusticia y las más sangrantes desigualdades. Es, en primer lugar, una espléndida y visionaria novela, una de las obras cumbres del prolífico siglo XIX. Victor Hugo no es lo que se ha etiquetado, tan banal como osadamente dentro de los llamados cánones literarios, un “realista”. Victor Hugo es un artista de la videncia aun cuando escribe sobre la evidencia. Sus héroes, como el evadido Jean Valjean que rescata a la pobre Cosette-Cenicienta de las garras de sus verdugos caseros, los avaros posaderos Thénardier, y es siempre perseguido por Jabert, el frío policía que encarna a la ley social, a la ley del mal y a la propiedad privada, es un hombre atormentado por la fatalidad que se interroga siempre a sí mismo, y a su estar en el mundo. En la óptica de un Hugo obsesionado, al final de su vida, por la no violencia y el rechazo de cualquier clase de tiranía (durante el reinado de Napoleón III se exilió a Inglaterra), los poseedores de la nada se alzan frente a los poderosos como los acusadores de un invisible tribunal de las afrentas. La sociedad es para el poeta de la leyenda de los siglos moderna dialéctica donde astralidad e infernalidad libran un eterno combate sin medias tintas, o con tintas de un rojo sangre. Hombres que acosan y pegan a otros hombres desnutridos, leyes que amparan a los sinvergüenzas e hipócritas partidarios de doctrinas cuyos preceptos moldean a su imagen y semejanza, niños que trabajan por un mísero trozo de pan, rebeldes que izan banderas de una pobre barricada… En Hugo, rebelde y cristiano, está ya todo el peso de la desesperación más lúcida; aquélla, llevada a rajatabla por el siglo XX de los Holocaustos, que sabe nada hay más humano que lo supuestamente inhumano. Tal vez por ello esta obra maestra de contrastes y claroscuros, visionaria y febril, no es un canto de esperanza. Es un grito apocalíptico, con escenas que pasan de lo íntimo a lo colectivo, toda una dramatización de las soledades humanas sumidas en esa desdicha que priva a “algunos”, desde su nacimiento, del pan, el juguete, la caricia, la escuela. Jean Valjean podría haber nacido hoy en una chabola cualquiera de las barriadas más infames de esta Europa de Internet y misiles crucero (¿se llaman así porque buscan nuevas formas de crucifixiones?), Cosette podría ser uno de esos muchos niños que ingresan en modernísimos hospitales con hematomas o quemazones de quienes supuestamente se hallan a su cargo para velar la salud de sus días… Jean Valjean podría estar hoy muriéndose de sida en una cárcel por haber robado, no ya un pan, sino una moto, siete años atrás, en una adolescencia hechizada por el machaconeo de la publicidad… El dinero no sabe de tiempos ni de patrias. Es lo único que tienen en común con el gran Verbo de la literatura sin cobardías ni facilidades al uso de su “público”. Lo últimos textos del gran Oscar Wilde recién salido de aquella cárcel infame donde lo martirizaron, junto con niños ladrones de ocho años alimentados con agua y harinas podridas, son, también baladas sobre la Miseria con mayúsculas… “El sufrimiento social empieza a cualquier edad… La gente, porque el pueblo ama las metáforas, la llamaba Alondra… Sólo que esa pobre alondra no cantaba nunca”. Mercaderes del templo, señores de las guerras, explotadores que blanquean su dinero merced a la sangre y al expolio ajeno, nada hay nuevo bajo el sol. Perdura lo bello, porque, y tanto Victor Hugo, como Arthur Rimbaud, lo supieron muy bien y lo pagaron con distintas, pero auténticas creces, lo bello no es nunca, al menos inconscientemente, cobarde. Ni setimentaloide. Por eso, Los Miserables es tan actual como un cuadro de Velázquez, habitado por infantes enfermos y bufones de mirada ya no triste, sino enajenada. Nada que ver con obras nacidas muertas ya desde su impresión. Hugo es siempre Hugo, en sus poemas y en sus novelas. Un hombre que sabe del dolor, del miedo a la muerte, y ve, no sólo mira. Un artista, un hijo del Verbo, nunca un esclavo de la palabra dictada por el buen gusto de los que mandan, matan y roban, no panes ni motos. Vidas, horas de vida, de trabajo, de libertades.
34:41
La isla
Episodio en Cine social
Lincoln Eco-Seis y Jordan Delta-Dos se encuentran entre los cientos de residentes de una especie de campo de concentración. Dentro de ese lugar cuidadosamente vigilado, su vida cotidiana, como la de los demás, está rigurosamente controlada y llena de restricciones. La única salida -y la esperanza que todos comparten- consiste en ser elegidos para ir a "La isla", el único lugar del mundo que no ha sufrido los efectos contaminantes de un desastre ecológico que, al parecer, acabó con todos los hombres, excepto los habitantes de esa zona. Lincoln, que vive atormentado por pesadillas inexplicables, se siente cada vez más inquieto, y su creciente curiosidad lo llevará a descubrir un terrible secreto.
01:43
Bella
Episodio en Cine social
José (Eduardo Verástegui) es una estrella del fútbol internacional que está a punto de firmar un contrato multimillonario cuando una serie de acontecimientos llevan su carrera a un trágico final. Una hermosa camarera (Tammy Blanchard) lucha por hacerse un hueco en la ciudad de Nueva York, cuando descubre algo de sí misma para lo que no está preparada. Ambos se encuentran en un momento en que sus vidas han tocado fondo... hasta que un simple gesto de amabilidad les une y convierte lo que podría ser un día cualquiera en una experiencia inolvidable. - See more at: http://www.peliculasreligiosas.com/2010/12/bella.html#sthash.cEU6cciN.dpuf
01:41
Comentando... "Las uvas de la ira"
Episodio en Cine social
John Steinbeck que relató de un modo único el empobrecimiento de los campesinos norteamericanos durante la gran depresión y denunció en sus escritos que el paro era un negocio, definió la dignidad de la persona de este modo: “La dignidad se refiere a la responsabilidad del hombre para con su comunidad. Un hombre a quien llevan de una lado para otro como si fuera una bestia, rodeado de guardias armados, hambriento y obligado a vivir entre la suciedad pierde su dignidad, esto es, pierde el lugar que legítimamente le corresponde en la sociedad y, por consiguiente, su ética social"
03:00
Las uvas de la ira
Episodio en Cine social
Un día llegó un hombre… - Tienes que reconocerlo. En una tierra así, tan seca, el sistema de arriendo no funciona. Apenas se puede malvivir y menos sacar ganancia. Un solo hombre con un tractor puede cultivar diez o doce de estas fincas. Le pagáis un jornal y os quedáis con la cosecha. - Sí, pero no podemos distraer ni un centavo de lo que tenemos ahora. Nuestros hijos no comen lo suficiente, y están tan andrajosos que nos daría vergüenza ver a los hijos de otros bien vestidos. - Yo no puedo hacer nada. Sólo cumplo órdenes. Me mandaron a deciros que estáis desahuciados. - ¿Quiere decir que me echan de mi tierra? - No hay porqué enfadarse conmigo. Yo no tengo la culpa. - ¿Pues quién la tiene?. - Ya sabes que el dueño de la tierra es la compañía Shawneeland. - ¿Y quién es la compañía Shawneeland?. - No es nadie, es una compañía. - Pero tienen un presidente, tendrán alguien que sepa para qué sirve un rifle, ¿verdad? - Pero hijo, ellos no tienen la culpa, el banco les dice lo que tienen que hacer. - Muy bien, ¿dónde está el banco?. - En Tulsa, pero no vas a resolver nada; allí sólo está el apoderado y el pobre solo trata de cumplir las órdenes de Nueva York - ¿Entonces a quién matamos? - La verdad, no lo sé, si lo supiera te lo diría: yo no sé quién es el culpable. No pienso marcharme de aquí, señor, no hay nadie en el mundo que pueda echarme de mi tierra. Mi abuelo la trabajó durante setenta años, mi padre nació aquí, todos hemos nacido aquí y algunos murieron aquí. Algunos hemos muerto aquí, por eso la tierra es nuestra, porque hemos nacido en ella, la hemos trabajado y morimos.... morimos en ella.... ningún pedazo de papel nos puede echar... no.... no
02:00
Mamut
Episodio en Cine social
Mamut de Lukas Moodysson, una coproducción europea de 2009. Nos muestra la interrelación que tienen todas nuestras vidas, cómo todo lo que hacemos tiene que ver con los demás, para lo bueno y para lo malo. La película está jalonada de multitud de pequeños símbolos y diálogos en los que se refleja el hastío y la sumisión de la sociedad, las contradicciones en las que vivimos o que padecemos, la ternura y el amor que todos tenemos y debemos entregar a los demás. A lo largo de casi dos horas se van tratando temas tan cercanos como familia o la inmigración, la soledad y la responsabilidad de educar y sacar adelante a los hijos. En esta historia se nos va desgranando la interrelación de una pareja neoyorquina de éxito cuya hija es cuidada por una niñera filipina, que ha dejado a sus hijos para intentar darles una vida mejor, una vida que les aparte de la miseria en la que vive la mayor parte del planeta. El dolor de la separación es el precio que se ven obligados a pagar por esta perspectiva de huir de la pobreza; un amor en la distancia, una necesidad de contar con el otro, de la familia unida, del cuidado cercano, la entrega del propio sacrificio para evitar el de aquellos a los que queremos, la fortaleza para sobrellevar una vida que cobra su pleno sentido en el otro, en aquel al que sentimos como una parte fundamental de nosotros mismos, forme o no parte de nuestro círculo cercano, en este mundo cada vez más globalizado e interconectado, por el que muchas veces queremos pasar de puntillas, como si no formáramos parte de él ni fuéramos responsables de lo que en él sucede. Un padre de familia que viaja a Tailandia para firmar un contrato millonario y que también encuentra allí un mundo de contrastes entre su privilegiado mundo laboral y la búsqueda de supervivencia que lleva a muchas mujeres a prostituirse, simulando una vida alegre, realmente bastante alejada de su realidad cotidiana. El mundo de la pobreza y el del placer se entrecruzan: la diversión y el lujo de unos gracias a la explotación de otros, de la mayoría. Es precisamente este lujo desmedido el que da título a esta película... el valor de una pluma fabricada con el marfil de un mamut, una ostentación que pocos se pueden "permitir" y que muchos habrán de pagar con su vida. Una concatenación de encuentros y encontronazos entre el mundo enriquecido del norte y el empobrecimiento del sur, quizá idénticos en lo esencial, pero en polos opuestos del desarrollo y de las formas de vida. Tampoco la pareja protagonista está exenta de contradicciones: una madre que trabaja como médico, cuidando también a los hijos de otros mientras su hija pasa más tiempo con la niñera que con ella. Al tomar conciencia de la cantidad de horas que está lejos de su niña, se va replanteando y cuestionando sus prioridades, su trabajo fuera del hogar y la necesidad de la relación con su hija, que parece alejarse de ella. Un mundo de ilusiones y desilusiones, de esperanzas en un futuro mejor, más prometedor y esperanzador que esa vida en el basurero, perspectiva que queda para tantos niños filipinos y de otras partes del globo y que en esta película la abuela muestra de manera cruda y realista a su nieto, tratando de hacerle valorar el sacrificio que está haciendo su madre para que él no sea uno de tantos niños que han de sobrevivir rebuscando en la basura. Agridulce historia en la que queda patente que nuestra vida se sustenta en el sudor y la sangre de los empobrecidos, como esos niños que cosen balones para que otros niños jueguen con ellos.
34:12
El gran dictador
Episodio en Cine social
Lo siento. Pero yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio, sino ayudar a todos si fuera posible. Blancos o negros. Judíos o gentiles. Tenemos que ayudarnos los unos a los otros; los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacernos desgraciados. No queremos odiar ni ayudar a nadie. En este mundo hay sitio para todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las armas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado, sentimos muy poco. Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo. Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana, exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros. Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, millones de hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes. A los que puedan oirme, les digo: no deseperéis. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de homres que temen seguir el camino del progreso humano. El odio pasará y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el Hombre exista, la libertad no perecerá. Soldados. No os entreguéis a eso que en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan vuestras vidas y os dicen qué tenéis que hacer, qué decir y qué sentir. Os barren el cerebro, os ceban, os tratan como a ganado y como carne de cañón. No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquina, con cerebros y corazones de máquina. Vosotros no sois ganado, no sois máquinas, sois Hombres. Lleváis el amor de la Humanidad en vuestros corazones, no el odio. Sólo lo que no aman odian, los que nos aman y los inhumanos. Soldados. No luchéis por la esclavitud, sino por la libertad. El el capítulo 17 de San Lucas se lee: “El Reino de Dios no está en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres…” Vosotros los hombres tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa y convertirla en una maravilosa aventura. En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Pero bajo la promesa de esas cosas, las fieras subieron al poder. Pero mintieron; nunca han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán. Los dictadores son libres sólo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia. Luchemos por el mundo de la razón. Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad. Soldados. En nombre de la democracia, debemos unirnos todos.
03:48
Network, un mundo implacable
Episodio en Cine social
Un hombrecito rico y canoso ha muerto. ¿Y eso qué tiene que ver con el precio del arroz? ¿eh? ¿Y por qué decir “ay de nosotros”? Porque todos ustedes y 62 millones de americanos me están escuchando ahora. Porque menos del 3% de ustedes leen libros… Porque menos del 15% de ustedes leen los periódicos. Porque la única verdad que oyen es la que se transmite por televisión. En nuestros días hay toda una nueva generación que no está enterada de nada que no haya salido por ese aparato. El televisor es el evangelio, la última revelación. El televisor puede ser la fortuna o la ruina de presidentes, papas, primeros ministros. El televisor tiene el más imponente y maldito poder que existe en nuestro desorientado mundo. Y ¡ay de nosotros si llega a caer en mano de los malvados! y por esa razón, ay de nosotros porque Edward George Ruddy muerto, porque ahora esta compañía está en manos de la CCA, la Corporación de Comunicaciones de América. Hay un nuevo presidente en la junta, el señor Frank Hackett, que ocupa el despacho que fue del señor Ruddy. Y cuando esta emisora… que es una de las más importantes del país, controla uno de los más imponentes y malditos sistemas de propaganda de este desalmado y sucio mundo, quién sabe qué mierda será canjeada pro la verdad en esta cadena. Así que escúchenme, ¡escúchenme! La televisión no es la verdad. La televisión es un maldito parque de atracciones. La televisión es un circo, un carnaval, una troupe de acróbatas, narradores de cuentos, bailarinas, cantantes, malabaristas, fenómenos domadores de animales y jugadores de fútbol. Es una fábrica para matar el aburrimiento. Si quieren saber la verdad, diríjanse a Dios, diríjanse a su gurú, a ustedes mismos… porque es la única manera de hallar la auténtica verdad. Ustedes no van a enterarse de la verdad por nosotros. Les diremos cuanto quieran oír. Mentimos como hablamos. Les diremos que la policía siempre captura al asesino y que nadie tiene cáncer en los hospitales. Y que aunque el héroe esté perdido, si miran el reloj dentro de media hora ¡no falla!, saldrá airoso. Les contaremos toda la porquería que quieran ustedes oír. Jugamos con ilusiones, ¡nada es verdad! Pero ustedes se quedan ahí sentados día tras día noche tras noche, gente de todas las edades, colores y credos. Somos lo único que conocen. Empiezan a creer en las ilusiones que fabricamos aquí, empiezan a creer que la televisión es la realidad y que sus propias vidas son irreales. Hacen todo cuanto les dice el televisor, visten según les dice, comen según les aconseja, crían a sus hijos siguiendo sus normas, ¡incluso piensan igual que él! Esto es una locura en masa ¡son maniáticos! ¡En nombre de Dios, ustedes son seres reales!, ¡nosotros somos las ilusiones! Es mejor que apaguen sus aparatos de televisión. Apáguenlos ahora, apáguenlos ahora, ¡apáguenlos y déjenlos apagados! ¡Apáguenlos en medio de esta frase que les estoy diciendo ahora! ¡Apáguenlos!
03:08
Vencedores o vencidos
Episodio en Cine social
Quiero prestar declaración sobre el caso Feldenstein porque fue el más significativo de los juicios de la época. Es importante que lo comprenda no solamente el tribunal sino también el pueblo alemán. Pero para llegar a comprenderlo primero es necesario comprender la época en que ocurrió. Una fiebre se apoderó de la nación, una fiebre de desgracia, de indignidad, de hambre. Teníamos una democracia, sí, pero corrompida por elementos que la componían. Por encima de todo existía miedo, miedo de todo, miedo al presente, miedo al futuro, miedo de nuestros vecinos, miedo de nosotros mismos. Solo cuando hayan comprendido esto comprenderán lo que significó Hitler para nosotros, porque entonces él nos dijo, alzad la cabeza, sentir el orgullo de ser alemanes, entre nosotros hay diablos, comunistas, liberales, judíos, gitanos, cuando consigamos acabar con ellos se acabará también vuestra miseria. Era la vieja, la viejísima historia del cordero propiciatorio. ¿Qué pasó con los que lo sabíamos perfectamente, los que sabíamos que esas palabras eran mentira, peor que mentira? ¿Por qué nos callamos, por qué participamos? Porque amábamos a nuestra patria, a fin de cuentas qué importa que pierdan sus derechos unos cuantos políticos extremistas. ¿Qué importa que unas minorías raciales pierdan sus derechos? Solo es una fase pasajera, una etapa por la que tenemos que pasar. Tarde o temprano será superada, incluso el propio Hitler caerá un día u otro. La patria está en peligro. Salgamos de las tinieblas, salgamos hacia delante, adelante es la palabra mágica. Y la historia nos dice hasta que punto triunfamos, hasta más allá de nuestros más desenfrenados sueños. Los mismos principios de odio y de poder con que Hitler fascinó a Alemania fascinaron al mundo. Nos encontramos de pronto con poderosos aliados. Cosas que se nos negaron cuando éramos democracia se nos ofrecían entonces. El mundo dijo adelante, cogedlas, la región de los Sudettes, las tierras del Rhin, remilitarizarlas, coged toda Austria, cogedla. Y un día miramos a nuestro alrededor y vimos que estábamos ante un peligro mayor todavía. El rito que comenzó en esta sala inundó como un morbo terrible y crujiente el país entero. Lo que solamente iba a ser una fase pasajera se convirtió en un modo de vivir. Señoría, yo me contentaba con asistir en silencio a este juicio. Me contentaba con cuidar mis rosales. Incluso me contentaba con dejar que mi abogado defendiera mi nombre hasta que me di cuenta de que para defenderlo tendría que hacer revivir aquel espectro. Y efectivamente así ha sido, aquí, en esta sala, lo ha hecho revivir. Ha sugerido que el tercer Reich actuó en beneficio del pueblo. Ha sugerido que si esterilizamos hombre fue por el bien del país. Ha sugerido que después de todo puede que el anciano judío se acostase con la muchacha de dieciséis años. Una vez más ha sido hecho por amor a la patria. No resulta fácil decir la verdad, pero si tiene que haber alguna salvación para Alemania los que sabemos que somos culpables debemos itirlo sea cual fuere la pena y la humillación que nos cause. Ya tenía decidido mi veredicto en el caso Feldenstein antes de entrar en la sala para juzgarle, le hubiese declarado culpable pese a cualquier evidencia. Aquello no fue un juicio, fue un sacrificio ritual en el que Feldenstein el judío era la víctima indefensa. (El abogado interfiere) Señoría he de interrumpir, el acusado no se da cuenta de lo que está diciendo. No se da cuenta de las implicaciones… (Burt Lancaster de nuevo) Sí me doy cuenta. Claro que me doy cuenta. Mi abogado pretende que ustedes crean que no sabíamos nada de los campos de concentración. Ignorarlo, ¿dónde estábamos? ¿Dónde estábamos cuando Hitler comenzó a instalar su odio en el Reich? ¿Dónde estábamos cuando nuestros vecinos eran arrastrados a media noche a barro? ¿Dónde estábamos cuando la terminal de ferrocarril de toda Alemania, los vagones para el ganado eran utilizados para transportar niños al terrible destino de su exterminio? ¿Dónde estábamos cuando nos llamaban a gritos en la noche? ¿Estábamos sordos, mudos, ciegos? Mi abogado dice que no sabíamos nada del exterminio de millones. Os justificaría diciendo que solo conocíamos el exterminio de unos cientos. ¿Es que por ventura eso nos hace menos culpables? Puede que no supiéramos los detalles si no lo sabíamos era por que no queríamos saber. Voy a decir la verdad. Voy a decir la verdad aunque se conjure contra ella el mundo entero. Voy a decir la verdad sobre el ministro de justicia. Un anciano que ahora llora sobre su Biblia. Un anciano que se aprovechó de las posesiones confiscadas a los que mandó a los campos de concentración. Friedrich Ostetert, el buen alemnán que sabía como cumplir las órdenes. Hizo esterilizar hombres con la misma facilidad que quien levanta un dedo. Emil Hahn, abyecto y corrompido, obsesionado por el diablo que llevaba dentro. Y Ernst Jannig. El peor de todos ellos porque sabía lo que eran y no obstante siguió a su lado. Ernst Janning que convirtió su vida en podredumbre porque permaneció con ellos.
09:23
La ley del silencio
Episodio en Cine social
Trabajo duro, en condiciones precarias y con la amenaza constante de ser apartado definitivamente de él. La película describe el clima de explotación que se vive entre los trabajadores de un puerto, en el que los mafiosos de turno se benefician del trabajo de los demás. En el muelle domina la ley del miedo, el miedo a perder el jornal y no poder llevárselo a la familia; sólo arriesgando la seguridad propia y de la familia podrá prevalecer la verdad y la justicia: la fuerza de todos juntos será la única salida para la opresión de la mafia que maneja los negocios.
03:05
Cantiflas: Discurso ante la ONU
Episodio en Cine social
“Me ha tocado en suerte ser último orador, cosa que me alegra mucho porque, como quien dice, así me los agarro cansados. Sin embargo, sé que a pesar de la insignificancia de mi país que no tiene poderío militar, ni político, ni económico ni mucho menos atómico, todos ustedes esperan con interés mis palabras ya que de mi voto depende el triunfo de los Verdes o de los Colorados. Señores Representantes: Estamos pasando un momento crucial en que la humanidad se enfrenta a la misma humanidad. Estamos viviendo un momento histórico en que el hombre científica e intelectualmente es un gigante, pero moralmente es un pigmeo. La opinión mundial está tan profundamente dividida en dos bandos aparentemente irreconciliables, que dado el singular caso, que queda en sólo un voto. El voto de un país débil y pequeño pueda hacer que la balanza se cargue de un lado o se cargue de otro lado. Estamos, como quien dice, ante una gran báscula: por un platillo ocupado por los Verdes y con otro platillo ocupado por los Colorados. Y ahora llego yo, que soy de peso pluma como quien dice, y según donde yo me coloque, de ese lado seguirá la balanza. ¡Háganme el favor!… ¿No creen ustedes que es mucha responsabilidad para un solo ciudadano? No considero justo que la mitad de la humanidad, sea la que fuere, quede condenada a vivir bajo un régimen político y económico que no es de su agrado, solamente porque un frívolo embajador haya votado, o lo hayan hecho votar, en un sentido o en otro. El que les habla, su amigo… yo… no votaré por ninguno de los dos bandos (voces de protesta). Y yo no votaré por ninguno de los dos bandos debido a tres razones: Primera, porque, repito que no se sería justo que el sólo voto de un representante, que a lo mejor está enfermo del hígado, decidiera el destino de cien naciones; Segunda, estoy convencido de que los procedimientos, repito, recalco, los procedimientos de los Colorados (los países comunistas) son desastrosos (voces de protesta de parte de los Colorados); ¡y Tercera!… porque los procedimientos de los Verdes (Los Estados Unidos) tampoco son de lo más bondadoso que digamos (ahora protestan los Verdes). Y si no se callan ya yo no sigo, y se van a quedar con la sensación de saber lo que tenía que decirles. Insisto que hablo de procedimientos y no de ideas ni de doctrinas. Para mí todas las ideas son respetables aunque sean “iditas” o “ideotas” aunque no esté de acuerdo con ellas. Lo que piense ese señor, o ese otro señor, o ese señor (señala), o ese de allá de bigotico que no piensa nada porque ya se nos durmió, eso no impide que todos nosotros seamos muy buenos amigos. Todos creemos que nuestra manera de ser, nuestra manera de vivir, nuestra manera de pensar y hasta nuestro modito de andar son los mejores; y el chaleco se lo tratamos de imponérselo a los demás y si no lo aceptan decimos que son unos tales y unos cuales y al ratito andamos a la greña. ¿Ustedes creen que eso está bien? Tan fácil que sería la existencia si tan sólo respetásemos el modo de vivir de cada quien. Hace cien años ya lo dijo una de las figuras más humildes pero más grandes de nuestro continente: “El respeto al derecho ajeno es la paz” (aplausos). Así me gusta… no que me aplaudan, pero sí que reconozcan la sinceridad de mis palabras. Yo estoy de acuerdo con todo lo que dijo el representante de Salchichonia (alusión a Alemania) con humildad, con humildad de albañiles no agremiados debemos de luchar por derribar la barda que nos separa, la barda de la incomprensión, la barda de la mutua desconfianza, la barda del odio, el día que lo logremos podemos decir que nos volamos la barda (risas). Pero no la barda de las ideas, ¡eso no!, ¡nunca!, el día que pensemos igual y actuemos igual dejaremos de ser hombres para convertirnos en máquinas, en autómatas. Este es el grave error de los Colorados, el querer imponer por la fuerza sus ideas y su sistema político y económico, hablan de libertades humanas, pero yo les pregunto: ¿existen esas libertades en sus propios países? Dicen defender los Derechos del Proletariado pero sus propios obreros no tienen siquiera el derecho elemental de la huelga, hablan de la cultura universal al alcance de las masas pero encarcelan a sus escritores porque se atreven a decir la verdad, hablan de la libre determinación de los pueblos y sin embargo hace años que oprimen una serie de naciones sin permitirle que se den la forma de gobierno que más les convenga. ¿Cómo podemos votar por un sistema que habla de dignidad y acto seguido atropella lo más sagrado de la dignidad humana que es la libertad de conciencia eliminando o pretendiendo eliminar a Dios por decreto? No, señores representantes, yo no puedo estar con los Colorados, o mejor dicho con su modo de actuar; respeto su modo de pensar, allá ellos, pero no puedo dar mi voto para que su sistema se implante por la fuerza en todos los países de la tierra (voces de protesta). ¡El que quiera ser Colorado que lo sea, pero que no pretenda teñir a los demás!- los Colorados se levantan para salir de la Asamblea-. ¡Un momento jóvenes!, ¿pero por qué tan sensitivos? Pero si no aguantan nada, no, pero si no he terminado, tomen asiento. Ya sé que es costumbre de ustedes abandonar estas reuniones en cuanto oyen algo que no es de su agrado; pero no he terminado, tomen asiento, no sean precipitosos… todavía tengo que decir algo de los Verdes, ¿no les es gustaría escucharlo? Siéntese (va y toma agua y hace gárgaras, pero se da cuenta que es Vodka). Y ahora, mis queridos colegas Verdes,¿ustedes qué dijeron?: “Ya votó por nosotros”, ¿no?, pues no, jóvenes, y no votaré por ustedes porque ustedes también tienen mucha culpa de lo que pasa en el mundo, ustedes también son medio soberbios, como que si el mundo fueran ustedes y los demás tienen una importancia muy relativa, y aunque hablan de paz, de democracia y de cosas muy bonitas, a veces también pretenden imponer su voluntad por la fuerza, por la fuerza del dinero. Yo estoy de acuerdo con ustedes en que debemos luchar por el bien colectivo e individual, en combatir la miseria y resolver los tremendos problemas de la vivienda, del vestido y del sustento. Pero en lo que no estoy de acuerdo con ustedes es la forma que ustedes pretenden resolver esos problemas, ustedes también han sucumbido ante el materialismo, se han olvidado de los más bellos valores del espíritu pensando sólo en el negocio, poco a poco se han ido convirtiendo en los acreedores de la humanidad y por eso la humanidad los ve con desconfianza. El día de la inauguración de la Asamblea, el señor embajador de Lobaronia dijo que el remedio para todos nuestros males estaba en tener automóviles, refrigeradores, aparatos de televisión; ju… y yo me pregunto: ¿para qué queremos automóviles si todavía andamos descalzos?, ¿para qué queremos refrigeradores si no tenemos alimentos que meter dentro de ellos?, ¿para qué queremos tanques y armamentos si no tenemos suficientes escuelas para nuestros hijos? (aplausos). Debemos de pugnar para que el hombre piense en la paz, pero no solamente impulsado por su instinto de conservación, sino fundamentalmente por el deber que tiene de superarse y de hacer del mundo una morada de paz y de tranquilidad cada vez más digna de la especie humana y de sus altos destinos. Pero esta aspiración no será posible sino hay abundancia para todos, bienestar común, felicidad colectiva y justicia social. Es verdad que está en manos de ustedes, de los países poderosos de la tierra, ¡Verdes y Colorados!, el ayudarnos a nosotros los débiles, pero no con dádivas ni con préstamos, ni con alianzas militares. Ayúdennos pagando un precio más justo, más equitativo por nuestras materias primas, ayúdennos compartiendo con nosotros sus notables adelantos en la ciencia, en la técnica… pero no para fabricar bombas sino para acabar con el hambre y con la miseria (aplausos). Ayúdennos respetando nuestras costumbres, nuestras costumbres, nuestra dignidad como seres humanos y nuestra personalidad como naciones por pequeños y débiles que seamos; practiquen la tolerancia y la verdadera fraternidad que nosotros sabremos corresponderles, pero dejen ya de tratarnos como simples peones de ajedrez en el tablero de la política internacional. Reconózcannos como lo que somos, no solamente como clientes o como ratones de laboratorios, sino como seres humanos que sentimos, que sufrimos, que lloramos. Señores representantes, hay otra razón más por la que no puedo dar mi voto: hace exactamente veinticuatro horas que presenté mi renuncia como embajador de mi país, espero me sea aceptada. Consecuentemente no les he hablado a ustedes como Excelencia sino como un simple ciudadano, como un hombre libre, como un hombre cualquiera pero que, sin embargo, cree interpretar el máximo anhelo de todos los hombres de la tierra, el anhelo de vivir en paz, el anhelo de ser libre, el anhelo delegar a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos un mundo mejor en el que reine la buena voluntad y la concordia. Y qué fácil sería, señores, lograr ese mundo mejor en que todos los hombres blancos, negros, amarillos y cobrizos, ricos y pobres pudiésemos vivir como hermanos. Si no fuéramos tan ciegos, tan obcecados, tan orgullosos, si tan sólo rigiéramos nuestras vidas por las sublimes palabras, que hace dos mil años, dijo aquel humilde carpintero de Galilea, sencillo, descalzo, sin frac. ni condecoraciones: “Amaos… amaos los unos a los otros”, pero desgraciadamente ustedes entendieron mal, confundieron los términos, ¿y qué es lo que han hecho?, ¿qué es lo que hacen?: “Armaos los unos contra los otros”…. He dicho…”.
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