
Descripción de Una vida feliz 4p4kl
Descubre la vida de Marianne, la mujer que quiso compartir el mundo con los demás. 3j4u4
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
A Jane Austen le encantaba visitar Londres.
El contraste entre el frenesí de la ciudad y su apacible vida en Hampshire le resultaba de lo más estimulante.
Se hospedaba siempre en la casa de su hermano Henry, que vivía en la zona de Covent Garden, en el número 10 de Henrietta Street, donde hoy lo recuerda una placa.
Desde allí caminaba hasta las tiendas de Bond Street, donde solía comprar telas y sombreros.
Aprovechaba para ir a la peluquería, al dentista y al teatro, y aunque disfrutaba muchísimo, sostenía que su lugar estaba en el campo y que no podría escribir lejos de su jardín.
Quizás, si hubiera nacido un poco más tarde, habría pensado de otra manera.
Veinticinco años después de su muerte, en 1841, se abrieron al público los jardines botánicos de la ciudad, en Kew, donde desde entonces miles de creativos han encontrado la inspiración.
Si paseas por el Botánico de Kew, encontrarás un lugar donde la capacidad creadora del ser humano te dejará sin palabras.
Es un edificio de ladrillo granate con porche de hierro forjado y está situado en la zona este del parque.
Al entrar, te ves rodeado por cientos de cuadros que llenan cada centímetro de las paredes, desde el suelo hasta el techo.
Es un inmenso mosaico de paisajes, plantas y flores, y los visitantes no pueden evitar contener un grito de estupor.
El pabellón se llama Galería Marianne North, porque, aunque parezca imposible por su magnitud, todas esas pinturas son la obra de una única persona, una mujer que, un día, tomó la decisión de salir al encuentro de la belleza para compartirla con los que no pudieran verla.
Soy Nuria Pérez y esto es Meraki, un podcast con alma.
En 1856, Marianne tenía 26 años y acababa de perder a su madre.
Su padre, Frederick North, intentó reconfortarla llevándola a pasear por los jardines de Kew.
Frederick era un conocido diputado y el director del Botánico, William Hooker, los acompañó personalmente.
En aquel oasis repleto de color y vida exótica, Marianne descubrió que dentro de ella existía el anhelo de la exploración y que allá afuera había un mundo esperándola que no la iba a decepcionar.
Al terminar la visita, Hooker le regaló unas ramas floridas del primer árbol de orquídea tropical crecido en Inglaterra.
La joven salió de allí ansiosa de saber más y su padre, feliz al verla por fin animada, le regaló un libro que estimulara ese nuevo deseo.
Se titulaba Hierbas curiosas y contenía cientos de ilustraciones realizadas por Elizabeth Blackwell.
Elizabeth Blackwell había nacido un siglo antes, en Escocia.
Apenas adolescente, se casó en secreto con su primo Alexander, que estaba estudiando medicina.
La familia no aprobó la decisión y los desheredó.
Para ganar dinero, y a pesar de que todavía no tenía el título, Alexander abrió una consulta.
El engaño se descubrió y la pareja huyó a Londres, donde Alexander montó una imprenta.
Tampoco tenía formación en ese sector, por lo que pronto fue excluido por el gremio.
Alexander se llenó de deudas y acabó en la cárcel.
Elizabeth quería ayudarlo, pero ¿cómo? Lo único que sabía hacer, ella que era hija de un conocido pintor, era dibujar.
En aquel momento, cada barco que llegaba del Nuevo Mundo, traía semillas y plantas desconocidas a los británicos.
Los esquejes se cultivaban en los jardines de Chelsea y a Elizabeth se le ocurrió que podía dibujarlos, catalogándolos en tarjetas en las que su marido, aprovechando sus conocimientos en medicina, añadiría una breve deuda.
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