
Un programa casi normal #13: Mundo oscuro #1 6c1s4c
Descripción de Un programa casi normal #13: Mundo oscuro #1 5634a
Aquí os dejo el primer capítulo de la ficción sonora que creé hace unos años para Relatos Salvajes y que por cuestiones de la vida al final ha sido imposible sacarlo con mi buen amigo Justo. El relato completo lo han recibido mis lectores mecenas y ahora me he animado a traerlo para que los disfrutéis. Espero poder ir añadiendo un nuevo capítulo cada dos o tres semanas, así que estad pendientes... Sé que debería haberme esperado un tiempo y separar los audios algo más de tiempo, pero me siento en la obligación de sacarlo cuanto antes como compensación a estos tres meses de silencio. Cada vez le voy cogiendo más el tranquillo a esto de las ficciones sonoras (me refiero a ponerme delante del micro), así que disculpad si he cometido algún que otro gazapo. 76h6e
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
La voz firme y contundente del locutor resonaba al pequeño salón acompañada por el reflejo luminiscente de las imágenes que arrojaba el aparato de televisión.
El vicepresidente de la Comisión Nacional de Astronomía, don Vicente Ortuño Martínez, afirma que la tormenta solar detectada hace unas horas no reviste peligro alguno al ser catalogada como X-3.
Aún así, sostiene que el debate sobre las anomalías...
La imagen del presentador del noticiario apareció en el antiguo televisor como un muñeco maquillado y prosiguió su periódica antes de que Álvaro bajara el volumen.
Su tío refunfuñó un instante mientras taladraba al periodista con una mirada furiosa.
El tío Paco era un hombre de algo más de 70 años de constitución media, rostro arrugado de tezlampiña, nariz algo chata, ojos oscuros grandes y boca bien formada.
Vestía una bata azul descosida por el tiempo y aporreaba ligeramente a la mesa camilla con los puños.
—¡Que se calle ese imbécil! No tiene ni puta idea de lo que dice.
Balbuceó con voz pastosa cuando apareció la imagen de Vicente Ortuño en el noticiario.
—Hasta hace poco fue tu jefe, tío.
No digas bobadas, replicó Álvaro con todo lo paciente.
—No tiene ni puta idea de lo que está pasando, prosiguió el viejo condesdén.
Él y los demás son unos idiotas.
Sólo contratan a inútiles que no tienen ni puñetera idea.
Arrojó un vendrugo de pan que impactó contra la tele como si deseara desahogar su frustración.
—¡Pero no tires el pan contra la tele! protestó Álvaro mientras comenzaba a recoger los platos de la cena.
El presentador había dado paso a un individuo que hablaba con voz muy engolada.
No está demostrado que las variaciones en las intensidades que se registraron en algunos fenómenos solares.
—¡Pero no lo estás escuchando, Álvaro! se defendió el viejo indignado.
—¡No sabe ni hablar! No tiene ni puta idea de por qué se han equivocado.
Álvaro se incorporó con un suspiro y apagó la televisión.
El silencio de la noche se extendió en el pequeño salón abarrotado de viejos muebles y recuerdos de una larga vida.
—Debería prohibirte cenar con vino.
Se te está yendo la mano demasiado a menudo y eso me preocupa, concluyó Álvaro con tono más tranquilo.
Su tío se rió.
La mirada le brillaba con fuerza y el rostro se había enrojecido.
—¿Te preocupa? se burló.
Luego señaló a la televisión con desdén.
—A ese insecto no le preocupa equivocarse cada dos por tres.
También se han equivocado todos los observadores que registraron aquellas tormentas, tío, repuso Álvaro.
—¿Son también unos inútiles? —¡Sí! afirmó el viejo con tono algo divertido, alargando la vocal y finalizando con una carcajada ahogada.
—¡Nadie sabe qué es lo que está pasando! alzó la voz de nuevo.
—¡Pero nosotros sí lo sabemos! Había levantado un puño con fuerza y parecía que la embriaguez daba paso a un estado de cólera.
—Ya, ya, seguro que tú y Matías sabéis el motivo por el que algunas tormentas solares llegan a la tierra con más intensidad de la que se detecta al originarse en el sol.
—Tú hablas mejor que ese majadero, Álvaro, concedió el viejo con tono cómplice.
Diñó un ojo.
—¡Deberías cerrar la tienda y entrar a trabajar para ese imbécil! Guardó silencio durante un instante, como si temiera proseguir.
—¡Pero nosotros sí que sabemos lo que pasa! —¡Lo hemos descubierto! añadió con voz mucho más suave.
Álvaro negó con la cabeza y suspiró.
—¡Vale, tío, para ti la perra chica! —¡Lo sabéis y ellos no! Venga, acuéstate, que yo recojo este desastre.
El viejo se incorporó pesadamente y se alejó hacia la habitación tarareando una vieja canción acompañada por risotadas intermitentes.
Álvaro volvió a encender la televisión, pero a un volumen menor.
La voz engolada todavía continuaba con su discurso.
Hablaba de manera autómata, como si se hubiera aprendido el texto de memoria.
Una tormenta solar de categoría X-7 o superior podría interrumpir nuestras redes de energía y comunicaciones.
El sistema GPS y todo lo relacionado con los satélites que tenemos en órbita colapsaría y tendríamos espectaculares auroras boreales.
Si sufriésemos una tormenta similar a la que asoló Carrington en 1859, las consecuencias serían catastróficas.
Según el especialista físico-espacial Ed Clyburn, del Air Force Research Laboratory of Massachusetts, las alteraciones geomagnéticas fueron tan potentes.
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