
Descripción de Todas las hadas del reino 1s3h56
Laura Gallego - Todas las hadas del reino 184d5d
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Penguin Random House Grupo Editorial Audio presenta Todas las hadas del reino de Laura Gallego. Narrado por Elena Silva. Totalmente injustificable. La reina observó con atención a la muchacha. Ella enrojeció y clavó la mirada en las puntas de sus gastados zapatos.
El príncipe a su lado hacía heroicos esfuerzos por mostrarse sereno y seguro de sí mismo, pero tragó saliva cuando su madre volvió sus ojos inquisitivos hacia él.
—¿Dónde dices que la has encontrado, aldemar? —Conocido, madre. Se atrevió a corregirla el joven. —La conocí el año pasado, en una aldea junto al bosque, río abajo. Sin duda recordarás el día en que me perdí durante una cacería, ¿verdad? —Bien, pues. —¿Una aldea? —repitió la reina, enarcando una de sus bien perfiladas cejas. El príncipe tragó saliva de nuevo.
—Una aldea. —Confirmó. —Los padres de Marcela son granjeros. Gente muy decente y trabajadora, si me permites la observación. —Marcela. —Qué rústico. La reina volvió a centrar su atención en la chica, que se retorcía las manos sin saber muy bien qué hacer con ellas.
Tras un incómodo silencio que la reina parecía dispuesta a alargar indefinidamente, el príncipe carraspeó, alzó la cabeza y anunció. —Voy a casarme con ella, madre. El rey dio un leve respingo sobre su trono. La reina se limitó a alzar la otra ceja. —¿De veras? En ese caso entiendo que has visto algo especial en ella. De lo contrario no os harías plantear algo así en nuestra presencia. —Naturalmente, madre. El príncipe asintió con ardor. —¿Y bien? El joven se mostró desconcertado. Todo su aplomo pareció esfumarse en un instante.
—¿Bien? Repitió sin saber qué responder. —Será adoptada, supongo. Lo ayudó la reina.
El príncipe respiró profundamente, comprendiendo por fin a dónde quería ir a parar.
—No, madre. La comadrona de la aldea puede confirmar que es hija de sus padres.
La reina frunció levemente el ceño. —Con estas cosas nunca se sabe. Comentó. —¿Seguro que tiene alguna marca de nacimiento que sugiere lo contrario? —No, madre. Puedo garantizar que no tiene ninguna marca de nacimiento en ninguna parte de su cuerpo. El rey carraspeó con suavidad.
La reina arqueó de nuevo la ceja y el príncipe fue súbitamente consciente de lo que acababa de decir. Miró de reojo a su prometida azorado. Ella se había puesto completamente roja de vergüenza.
—Recuerdo la época en que este tipo de asuntos no salían del pájar. —Le comentó la reina al rey en voz baja. Este se encogió de hombros. —Los tiempos cambian, ¿ya ves? —Replicó con el mismo tono. Marcela parecía muy dispuesta a escapar corriendo de allí, por lo que el príncipe se apresuró a interrumpir la conversación y a declarar por segunda vez. —Quiero casarme con ella. Los dos se volvieron para mirarlo, esa vez con cierta suspicacia. —Quizá lo haya hechizado.
—Le dijo la reina al rey. —No estoy hechizado, madre. —Respondió el príncipe. Empezaba a mostrarse menos turbado y bastante más molesto. La reina frunció el ceño. —¿Estás totalmente seguro de que no has comido nada cocinado por ella? ¿No llevas puesta ninguna joya que te haya regalado? ¿Ninguna prenda que haya tejido con sus propias manos? —No, madre. —Dijo la reina.
—Bien, si no es adoptada ni tiene marcas de nacimiento, sin duda será la tercera de tres hermanas. El joven negó con la cabeza. —¿No? Pues la séptima hija de un séptimo hijo.
—Eso explicaría lo del hechizo. —Apuntó el rey. —No estoy hechizado.
—Insistió el príncipe. —¿Y Marcela tiene una hermana?
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