La Tercera Hora 08x36 1i194z

Damas y caballeros, amigos y amigas, esto es La Tercera Hora de Días Extraños, ¡bienvenidos! El apagón, la noticia de la semana. Sin ninguna duda, a mí personalmente me pilló en los estudios de la cadena ser convertido de repente en un náufrago urbano, sin efectivo, con un móvil tan útil como un pisapapeles de cristal y con la perspectiva de una caminata de dos horas hasta mi casa.

Durante ese peregrinaje forzoso mientras esquivaba coches desorientados y me cruzaba con rostros entre confusos y alarmados, no pude evitar sumergirme en un remolino de pensamientos sobre nuestra fragilidad colectiva, porque seamos sinceros, lo de hoy ha sido apenas un ensayo general, un apagón de unas horas que ha bastado para dejarnos a muchos con esa sensación de vulnerabilidad que tanto nos incomoda.

Pensaba en cómo nuestras vidas cuelgan de un tendido eléctrico, en cómo hemos construido una civilización maravillosa pero dependiente de sistemas que como hemos comprobado pueden fallar, y mientras mi mente vagaba por ese territorio distópico anticipando lo que supondría un colapso de verdad, porque insisto esto ha sido en comparación un chiste, un trailer de la película, algo interrumpió mis reflexiones funestas. Al llegar a mi barrio, en una intersección normalmente regulada por semáforos, semáforos que estaban en ese momento muertos, vi algo que me devolvió la fe en nosotros como especie.

Un grupo de adolescentes armados únicamente con silbatos que no sé de dónde habían sacado, se había organizado espontáneamente para dirigir el tráfico. Estaban allí enfrentándose al caos con una solución simple pero efectiva, sin que nadie se lo pidiera, sin esperar ningún tipo de reconocimiento. Y es que quizás en estos momentos donde la tecnología nos abandona, en estos días extraños y tan extraños, es cuando para bien o para mal emerge nuestra verdadera naturaleza. Y a mí me ha gustado lo que he visto. He visto una luz brillante que aparecía precisamente cuando se iba la electricidad. Comenzamos.

Y es que fueron unas horas muy especiales, ¿verdad? Especiales en el peor sentido. De repente todo se queda a oscuras. Bueno, no exactamente a oscuras porque pasaban apenas unos minutos de las doce y media del mediodía, pero ya me entendéis. Un segundo antes nuestro mundo tecnológico funcionaba perfectamente y al segundo siguiente nos encontrábamos sumergidos en el caos más absoluto.

Bueno, tampoco más absoluto. Créedme que más allá hay mucho terreno en el reino del caos. Ojalá no lo vivamos nunca. Pero es una situación que despierta nuestros miedos más básicos. Y claro, cuando las luces se apagan, los rumores se encienden. Y vaya si se encienden, hemos tenido prueba cumplida de ello durante toda la semana, sobre todo en las redes sociales. Sí surgen destellos de luz, como el que mencionaba en nuestra introducción, pero la oscuridad ilumina.

E ilumina algo.